Ignacio al P. Pedro Canisio
Pedro Canisio fue un alma de Dios, que hoy está en lo
altares, y que fue uno e lo pioneros de la espiritualidad al amor de Jesucristo,
el Sagrado Corazón.
Ignacio le escribe gozándose mucho del fruto de su
apostolado y de la buena influencia que ejerce en las almas. Le manifiesta sus
sentimientos de alegría y gratitud, que inundan el alma al ver el bien que
realizaban los hijos de Ignacio.
Pero como estimulando a un “más”, tan típico de la
espiritualidad ignaciana, le exhorta a que avance en la perfección: examinad la vocación a la que habéis sido
llamado en virtud y gracia que te fue dada en Cristo. Ejercedla, insistid,
negociad con ella para que no permanezca ociosa; nunca le resistáis porque Dios
es el que obra en vosotros el querer y el obrar, en virtud de su beneplácito
(citando así a Filip.2-13)
Liturgia:
Estamos en el muy conocido episodio
de los discípulos arrancando unas espigas al pasar por un sembrado. (Mt.12,1-8)
Afirma el evangelista que como los apóstoles tenían hambre, se echaron a la
boca unas espigas cortadas al paso, y trituradas en las palmas de las manos. La
verdad que poco iban a saciar el hambre con aquello, pero era un movimiento
instintivo que hemos hecho muchas veces los que tuvimos la suerte de criarnos
en ambientes cercanos a lo agrícola, y tuvimos la fruición de comernos unos
granos de espigas cogidas al paso de un sembrado.
Aquello, pues, en los apóstoles no tenía ni más malicia ni
más “trabajo”. Y yo pienso que ni mucho cortar el hambre que podían tener, y
que aquello sonaba más a juego natural en personas familiarizadas con los
campos.
Pero era sábado. Y los fariseos, que parecen estar debajo
de las piedras para acusar a Jesús o a los que van con Jesús, expresan su
escándalo como de haber visto “un trabajo” hecho en sábado. Para la forma de
interpretar ellos el sábado, bajando a ridiculeces que contrastan con la verdad
y por supuesto con el pensamiento de Jesús, resultaba buena ocasión para
presentar sus quejas al Maestro, que era como recriminar a Jesús (que es lo que
a ellos les importaba). Y se dirigieron a él con la acusación por delante: Mira, tus discípulos están haciendo una cosa
que no está permitida en sábado.
Jesús les replicó yéndose al recuerdo del venerado de los
judíos, el rey David: ¿No habéis leído lo
que bien hizo David cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa
de Dios y comieron de los panes presentados, cosa que no podían hacer ni él ni
sus compañeros sino sólo los sacerdotes. Les ponía un ejemplo al que no
podían replicar porque sabían que era verdad y que había sido saltarse David la ley en un caso particular.
¿Y no habéis leído en
la ley que los sacerdotes pueden violar el sábado sin incurrir en culpa?
Por tanto no es el sábado una obligación absoluta sino que admite sus
excepciones. Y la principal excepción está en la expresión de Dios que afirma
que quiere misericordia y no sacrificios,
y por tanto no lleváis razón cuando condenáis a los que no tienen culpa. Porque
el Hijo del hombre es señor del sábado. Ahí les daba la puntilla porque
no sólo es que explicaba que se puede saltar la obligación del descanso
sabático sino que él se proclamaba superior al sábado. Es decir: se ponía a la
altura de Dios.
No nos dice el evangelio cómo reaccionaron ante aquello. No
iba ahora el evangelista a presentarnos una diatriba entre los fariseos y Jesús
sino a defender que el sábado es un instrumento y no una ley absoluta. Y todo
ello está muy en consonancia con todo lo que el evangelista San Mateo ha
recogido del Sermón del Monte, para trasmitirnos el pensamiento de Jesús, que
va a lo substancial e interior…, lo que nace del corazón humano, y no a una
absolutez de la ley. Está bien resumido en el adagio: Misericordia quiero y no
sacrificios, donde se está reflejando al corazón de Dios, abierto siempre a la
compasión y al amor, y que manifiesta que está harto de holocaustos y
sacrificios que se ofrecen en virtud de la ley. Porque la ley está hecha para
el hombre (para el bien del hombre) y no el hombre para la ley (esclavizado a
la letra de la ley).
Es inevitable recordar que esta enseñanza aplicada a nuestra vida bien podría ser aquello de: "no seáis sólo cumplidores por cumplir". Eso me lleva a analizar la vida desde la óptica cristiana. ¿Sirve de algo cumplir unos ritos? ¿Sirve de algo ser devoto del Padre Arnaiz?... Analicemos a la luz del Evangelio de hoy y cada uno se conteste. Yo me reservo hoy mi respuesta para mi.
ResponderEliminarLos fariseos andaban un poco confundidos, Vivían en unos momentos de una gran decadencia religiosa y sentían la responsabilidad de no ser unos buenos reformadores de la ley frente a las personas. Este es su pecado. Las personas siempre son más importantes. Esta prevalencia convierte a la Ley en un ídolo y desplazan a Dios porque se olvidan que la Ley exige amar a Dios con todo el corazón y con toda el alma y al prójimo como a uno mismo.
ResponderEliminarEl P. Arnáiz es un gran Santo , pero podríamos cometer una idolatría si le diéramos un culto inadecuado...