Carta de Ignacio a Jaime Cassador
Jaime Jaeger (Cassador fue una catalanización de su
apellido) llegó a Obispo de Barcelona en 1546. Favoreció a Ignacio con limosnas
para que pudiera realizar sus estudios. Ignacio contesta desde Venecia a la
carta de Monseñor Jaeger con una carta en 6 apartados. Prescindiendo de lo
puramente referido a asuntos concretos, le dice al que todavía era arcediano de
Barcelona que se ocupe del amigo mosén Claret, que está gravemente enfermo. Que
los deseos que tiene de hacer el bien en Barcelona lo concrete en repartir su
hacienda a los pobres, en todo lo que pueda, salvando la justicia y la caridad.
Que trate con personas espirituales, que trae buenos provechos. Y –volviendo a
un tema de la carta que vimos ayer- explica las causas de tribulaciones graves
que Dios permite en el convento de Santa Clara, para provecho de personas
espirituales.
Toda carta de Ignacio lleva siempre una enseñanza, y
aprovecha cualquier oportunidad para llamar a una perfección mayor.
Liturgia:
La tempestad que puso en peligro la
barca acabó por conducirlos a una playa que ellos no habían previsto y que el
relato nos muestra como poco acogedora: la de la tierra de los gerasenos. (Mt.8,28-34).
Vaya por delante el detalle de que Mateo suele duplicar los personajes, de tal
manera que donde los otros evangelistas ponen un ciego, él pone dos. Y aquí,
donde los otros hablan de un endemoniado, Mateo pone dos. Es un estilo en el
decir. Pero podemos orar con un solo
endemoniado porque para el fin que se pretende es igual.
No habían previsto llegar a esta región. La barca empujada
por las olas les ha llevado hasta allí. Hay mucho de providencia, y donde los
hombres no habían pensado desembarcar, allí les espera una labor.
Vivía en el cementerio un endemoniado muy furioso, por cuya
causa nadie se atrevía a transitar por aquel camino. Pues allí se encuentran
Jesús con sus discípulos y vienen a dar con aquel hombre convertido en fiera
por la posesión diabólica.
Instintivamente el endemoniado rechaza la presencia de
Jesús. El demonio es conocedor de Jesús y le grita por boca del hombre poseído:
¿Qué tienes que ver con nosotros, Hijo de
Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?
Según el relato de Mateo, Jesús no había intervenido para
nada pero su sola presencia era incompatible con la demoníaca. Tan incompatible
que los demonios tienen ya la certeza de que Jesús los va a expulsar, y ellos
mismos se adelantan a buscarse solución cuando los haga salir de aquel pobre
hombre endemoniado.
Había cerca una enorme piara de cerdos. Animal prohibido y
por tanto, negocio ilegal en Palestina. Y los demonios proponen a Jesús que si
los va a sacar de aquel hombre, los envíe a los cerdos. Verdaderamente era “su
sitio”. Y Jesús les sigue la corriente y les dice: -Id. En realidad era liberar al endemoniado, que es lo que
pretendía Jesús.
Los demonios se meten en los cerdos y se produce una
estampida en la que los animales se abalanzan hacia el acantilado y se lanzan
al mar, donde los cerdos perecen.
Los porquerizos se quedan estupefactos. El hecho en sí ya
fue llamativo, de ver enloquecidos a los animales y tirarse al mar. Pero al
mismo tiempo estaba su responsabilidad ante los dueños de aquella piara. ¿Qué
podían contarles que fuera creíble? No tenían más salida que expresar lo que
habían vivido. No refiere San Mateo la nueva realidad del hombre liberado de
los demonios, pero bien patente queda que aquel hombre está ahora como
despertando de una espantosa pesadilla, al tiempo que se siente tranquilo,
sereno y en su juicio.
Los lugareños acudieron a ver lo que pasaba y al
encontrarse con Jesús, tienen la extraña reacción de pedirle que se vaya de
allí. No podían protestarle porque el negocio era ilegal. Y porque
verdaderamente Jesús no había hecho ningún exorcismo que pudieran echarle en
cara. Pero había sido su presencia la que había provocado aquella realidad. Le rogaron que se marchara de su país.
Yo siento siempre mucha tristeza ante este momento: Jesús
tiene que irse por haber hecho el bien a una criatura. Las gentes del pueblo se
pierden la gran oportunidad… Ésta sí que es una tempestad dolorosa, ante la que
Jesús actúa con respeto a la voluntad humana.
De nuevo aparecen los cerdos en el Evangelio. Hoy como destino de espíritus demoníacos. Estos demonios anulan la voluntad de aquel hombre. Y no era uno, sino varios. No es tema para tomar a la ligera. Afortunadamente sí estás cerca de Jesús nada pueden hacer. Por eso es bueno frecuentar los sacramentos y la oración.
ResponderEliminarLa segunda parte es la ingratitud hacia Jesús que libera de cualquier demonio y hace sólo el bien. Ciertamente es la actitud del incrédulo. Pero, analicemos bien también nosotros nuestra realidad. Puede que nos percatemos de algo que no habíamos visto hasta hoy.