Día del Padre Arnaiz
Será la última vez que este día se celebre sin que llamemos
al protagonista: Beato Padre Arnaiz
o Beato Tiburcio Arnaiz en los anales de la Iglesia y en el martirologio de la
Compañía de Jesús.
Hoy hemos de hablar del P. Arnaiz. Hay múltiples facetas
del mismo que podrían ser objeto de nuestra reflexión. Pero más nos aprovechará
quedarnos en un par de ellas que intentar hacer un elenco más amplio que
dispersaría la atención a la figura del Padre Arnaiz.
El evangelio de hoy nos sirve de asiento para detenernos en una de esas dos
facetas: nos dice Mt.11,25-27 que Jesús se emocionó ante la mujer sencilla que
alabó a Jesús, mientras los sabios y entendidos lo menospreciaban. Jesús se
dirige al Padre y le dice: Te doy
gracias, Señor del Cielo y de la Tierra, porque has escondido estas cosas a los
sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. El Padre
Arnaiz no era ningún ignorante y no pertenecía por sus conocimientos a los que
no fueran entendidos. Tenía el título de Doctor en Teología. Pero en la hora de
la verdad, su espíritu no era el de un intelectual que se apoyara en sus
propios conocimientos y valores, sino un hombre de corazón sencillo que se
abrió fácilmente a la gente sencilla porque sentía con los propios sentimientos
de esa gente.
Sí, Padre, así te ha
parecido mejor –dice Jesús en su oración de acción de gracias- y acentúa la
razón de esa gratitud: porque todo se lo
ha entregado el Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo, ni nadie conoce al Hijo sino el Padre
y aquel a quien el Padre se lo quiere revelar. Ahí entra directamente el P.
Arnaiz, porque Dios le quiso revelar los secretos de la santidad, que él vivió
en la realidad de la atención a las gentes sencillas para que también ellas
conocieran al Padre y a su Hijo Jesucristo.
El otro aspecto en el que me quiero fijar, y coincide en lo
esencial con el primero, fue el amor y entusiasmo que tuvo el P. Arnaiz con el
Corazón de Jesús, cuya espiritualidad difundió en sus acciones apostólicas y
misioneras, consagrando a las familias y a los hogares –entronizando en ellos
al Sagrado Corazón-, haciéndolo bandera de su predicación y acción apostólica.
Una concreción de ese apostolado fue centrarse en el
movimiento espiritual del APOSTOLADO DE LA ORACIÓN al que llevó a muchas almas,
por considerarlo vehículo importante para sembrar la devoción y culto al
Sagrado Corazón. Sus Primeros Viernes, que eran sagrados para él, se reservaba
la plática emocionante en la que dejar constancia del amor del Corazón de
Cristo, que debía ser correspondido por al amor de los fieles a ese Sagrado
Corazón. A ello dedicó buena parte de su acción allí donde ejerció su labor
apostólica. Y consiguió inmensos frutos de piedad, que hoy se siguen viviendo
en su tumba, donde tantas personas vienen a diario a orar ante los restos del
Venerable Padre Arnaiz, a quien se atribuyen tantos favores y posibles
verdaderos milagros que sólo Dios sabe.
Carta de Ignacio al Doctor Pedro Ortiz
Pedro Ortiz comenzó siendo contrario
a Ignacio, con quien estudió teología en París. Llegado a Roma con una misión
del emperador Carlos V, se hizo amigo y benefactor de Ignacio y sus compañeros.
Hizo 40 días de Ejercicios Espirituales bajo la ayuda de
Ignacio y pretendió pagar el favor inmenso recibido, procurando un beneficio
eclesiástico para alguno de los miembros de la Compañía.
Es la presente carta Ignacio rehúsa cortésmente tal
beneficio, mostrándole al Doctor Pedro Ortiz que eso iba en contra de la
vocación que los jesuitas habían profesado. Es llamativa la manera en que
Ignacio declina el favor delicadamente, llegando a halagar al Doctor con lo
bien que ese beneficio podía serle a los Colegios o Casas de la Compañía. Sin embargo no se compagina eso con la
profesión religiosa jesuítica y con lo prescrito en las Constituciones de la
Compañía.
Hoy tenemos que hablar del Padre Tiburcio Arnáiz, Doctor en Teología, y Apóstol de Málaga.A partir de ahora tenemos que hablar del Beato P. Arnáiz, un verdadero santo, con unas cualidades extraordinarias, destacando la sencillez de su corazón y su capacdad para ver a Dios en lo cotidiano y en los demás.Le dedicó a Dios todo su tiempo y su vida entera.Como buen jesuita aprovechaba cada ocasión para honrar la devoción del Sagrado Corazón de Jesús, a través de los Primeros Viernes de cada mes, y entronizando esta imagen en los hogares malagueños.
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