Ignacio al Sr. Doimo Nascio
San Ignacio propuso al Papa Paulo III que la Compañía no
tuviese ni coro ni hábito, lo que fue aprobado por el Papa.
Un franciscano, Fray Barberá, miembro del Santo Oficio pensó
que era una relajación y llegó a decir que todos los jesuitas desde Perpiñán a
Sevilla (todos los de España) debían ser quemados.
También combatió la misión jesuítica de atender a mujeres
arrepentidas.
Ignacio le hace llegar una breve carta a través del Sr.
Doimo. Dice Ignacio que donde él quiere quemar a los jesuitas, digo yo y deseo de él y de todos sus amigos
y conocidos no sólo de Perpiñán a Sevilla sino del mundo entero, sean
encendidos y abrasados de Espíritu Santo, para que todos ellos, llegando a
mucha perfección, sean muy señalados en la gloria a su Divina Majestad.
Y ya hay magistrados y jueces para que si alguna cosa tiene
contra nuestras obras, que las denuncien. que yo prefiero pagarlo todo yo solo,
que no todos los que hay de Perpiñán a Sevilla.
Liturgia:
Los fariseos no se andaban con
chiquitas, y lo que ellos consideraban que Jesús transgredía sus normas, lo
intentaban solventar quitando a Jesús de en medio. Jesús se enteró y optó, como
tantas veces, irse de allí, del foco violento de los fariseos, y no
presentarles batalla.
Muchas gentes lo siguieron. El pueblo sencillo aceptaba a
Jesús. Descubrían la sinceridad de sus enseñanzas y que hablaba conforme a la
verdad, trasmitiendo los caminos de Dios. Y eso lo capta el pueblo. Jesús curó
a todos los enfermos que le presentaron, y lo que les pedía él era que no lo
descubriesen.
El resto del evangelio de hoy es una cita de Isaías que
encaja perfectamente con la persona y la acción de Jesús: Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Nos resuena
esta frase a la teofanía del Tabor, cuando se oyó la voz del Padre que decía
precisamente eso: Éste es mi hijo amado
en quien me complazco.
Continúa Isaías describiendo a ese siervo amado de Dios,
como quien no porfiará, no gritará, no
voceará por las calles. Es lo que ha hecho Jesús ante el acoso de los
fariseos. No ha presentado batalla, no ha discutido, no ha gritado, no ha
porfiado. Ha preferido irse a otro lugar donde haya paz y tranquilidad de las
gentes, donde él puede desarrollar su labor de taumaturgo que cura y de
pedagogo que enseña, y donde no hay violencias ni discordias.
Jesús puede encontrarse con cañas cascadas a punto de
romperse y mechas que están a punto de extinguirse. Carencias que parece que no
van a tener solución. Jesús ni rompe esa caña sino que la entablilla, ni apaga
la mecha sino que la alimenta. Su misión no es romper nada sino implantar el derecho: arreglar lo que
está en malas condiciones. Tal como se dice en ese párrafo de Isaías, que en este siervo está puesto el espíritu para
que anuncie el derecho a las naciones: lo que está derecho, lo que no está
torcido, lo que no es injusto.
Creo que puede ser el momento de entrar en un tema que
muchas veces se pone empinado y cuesta arriba para el entendimiento de
expresiones y situaciones que nos encontramos en los libros sagrados. No cabe
duda que hay muchas historias bíblicas (e incluso parábolas de Jesús) que
tienen un final trágico y violento. La realidad axiomática que debe presidir
toda interpretación es que ni Dios ni Cristo ni las obras de Dios son violentas:
ni romper la caña cascada ni apagar el
pablo que titila, es el estilo de Dios, sino promover lo que es justo
¿Cómo se entiende, pues, esos finales dramáticos que acaban
en muertes violentas? Por el estilo que rezuma un pensamiento judío. Y bien lo
podemos comprobar en el momento actual, con las represalias del estado
israelita contemporáneo, en el que cualquier situación acaba en venganzas
violentas, siempre mucho más allá de los males recibidos. Un relato escrito por
“historiadores” judíos, lleva la impronta de ese carácter violento.
Por ello, al leer esos episodios y saberlos “Palabra de
Dios”, no los leemos como expresión de lo que Dios ha querido sino de lo que
ese relato nos quiere trasmitir de los caminos de los hombres a través de los
cuales Dios lleva la historia a ser una HISTORIA DE SALVACIÓN. Aquello de que Dios
escribe derecho con NUESTROS renglones torcidos.
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