Ignacio a Ascanio Colonna
Ascanio era hombre de guerra. Y usó en la vida familiar con
su esposa el mismo estilo violento. Ella, Juana de Aragón, fue muy desgraciada
en su matrimonio y comenzó a frecuentar los círculos del sospechoso Juan de
Valdés. El Papa se preocupó y quiso que un jesuita fuese a intentar poner
remedio. Primero fue Bobadilla y luego Araoz quienes lo intentaron, aunque sin
éxito.
Ignacio interviene personalmente con esta carta, en la que
no entra directamente en el asunto sino que expresa los grandes bienes que se
siguen de tratar con personas espirituales, y la necesidad que hay de padecer
por la causa de Cristo para llegar a triunfar después. Esta realidad, le dice a
Ascanio, tiene que tocar el honor de un noble
militar.
Tan interesado estuvo el santo en este tema que hizo una de
sus pocas salidas de Roma para visitar al personaje en el ducado de Paliano. La
realidad es que no sirvieron tampoco las mediaciones de Ignacio.
Liturgia:
Es curiosa la 1ª lectura
(Amós.7,12-15) que nos presenta al primer laico que es enviado por el Señor a
comunicar su Palabra. Sufre un cierto desprecio de parte del sacerdote Amasías,
que ni siquiera lo acoge como profeta (simplemente lo llama “Vidente”), y que intenta que Amós se
vaya a otra parte a hablar sus discursos: vete,
refúgiate, pero no aquí a costa de tus profecías.
Amós responde que no es él quien ha tomado el camino aquel.
Él es un simple cultivador de higos, un agricultor…, pero el Señor es quien le
ha enviado. El Señor me dijo: Ve y profetiza
a mi pueblo Israel. No es por tanto una invención humana. Ha sido llamado a
la misión, y lo que no puede es negarse a esa misión que le encarga Dios.
El evangelio es el envío que Jesús hace de sus apóstoles,
hombres del pueblo, a la misión de predicar la palabra y hacer las obras de Jesús:
Mc.6,7-13. Tampoco ellos pueden negarse a aquel envío que les hace Jesús. Los
envía de dos en dos porque el testimonio valía cuando dos al menos eran los
testigos. Y reciben el encargo de Jesús para tener autoridad y fuerza frente a
los espíritus inmundos.
No van con sus fuerzas, ni poder, ni sabiduría propios. Queda
evidenciado en las condiciones de carencia de recursos humanos con que son
mandados a la misión: pueden llevar sandalias para sus caminatas de ciudad en
ciudad, y bastón para ayudarse, pero nada más: ni pan, ni alforja, ni túnica de repuesto. Como Amós, no son ellos
los que hablarán por propia iniciativa, sino por la palabra y el poder que en
ellos pone Jesús.
En la casa en que entren de primeras, allí han de quedarse
y desde ahí ir irradiando hacia otras direcciones. La única condición es que
haya acogida por parte de esa casa. Porque si
un lugar no os recibe ni os escucha, os marcháis, sacudiendo el polvo de los
pies para dejar constancia de su culpa.
Los apóstoles salieron a predicar por diversas aldeas y
ciudades, y en ellas hablaban a las gentes de la conversión, al mismo tiempo que echaban demonios, y curaban
enfermos. Convertirse por dentro y ser sanados por fuera…, era la misión que
llevaban a las gentes aquellos hombres de parte de Jesús.
Estamos, pues, ante la implicación de los seglares en la
extensión del reino de Dios, por el encargo que Dios hace, para que hombres y
mujeres del pueblo se sientan testigos vivos del mensaje cristiano. Hoy sería
de una actualidad mayor todo este mensaje, cuando la extensión del Reino de
Dios necesita del compromiso de los seglares para ser en su ambiente y
posibilidades de influencia, los testigos que lleven el mensaje de Jesús, y
contagien desde su pequeñez lo mismo que aquel Amós, cultivador de higos, pero
profeta por encargo de Dios…, o como aquellos hombres simples que Jesús puso en
camino para ser ellos los que predicaran la conversión y cuidaran los enfermos
que encontrasen en su camino.
Fuerza que impulsa esa vocación apostólica de los seglares
es LA EUCRAISTÍA, porque no se puede participar de la Comunión en forma pasiva
de devoción espiritual.
A ti, Señor, levantamos nuestra alma
-
Que la Palabra de Dios mueva nuestros corazones. Roguemos al Señor.
-
Que los laicos tomen conciencia de su puesto activo en la trasmisión de
la Palabra. Roguemos al Señor.
-
Que los pastores sientan que los laicos son colaboradores en la misión
de la Iglesia. Roguemos al Señor.
-
Para que la Eucaristía nos sea una exigencia apostólica para trasmitir
el mensaje de Jesús. Roguemos al Señor.
Pedimos,
Señor, que la Palabra sea un estímulo en nuestras vidas, y que cada cual se
sienta miembro activo para proclamarla desde su realidad personal.
Lo pedimos por medio de Jesucristo N. S.
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