Mañana es PRIMER VIERNES,
Día de oración universal
por las intenciones del Papa
MÁLAGA: Reunión a las 17’30,
en el lugar y forma habitual
El evangelio del día
Mt 7, 24-27. Este Jueves 1º de Adviento nos pone ante un
tema muy actual. Dice Jesús: “no todo
el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el Reino de los cielos, sino el que
practica”.
Lo
que está de moda es definirse como “creyente no-practicante”. Jesús da un mentís rotundo. Son 2 términos irreconciliables. O se cree y se practica, o no se es creyente
en Cristo y en la obra de Cristo.
Muy
fácil de entender: si un matrimonio vive cada uno en una esquina de España y
jamás se ven, ni se buscan, ni se hacen los gustos del otro..., sino que cada
cual vive y “quiere a su manera”, tenemos un “matrimonio
no-practicante”. Es decir: como si no lo
fuera. Aunque se manden una postal para
Navidad.
Si
un Notario ni ejerce su profesión, ni estudia, ni se interesa por lo que es su
profesión, sería un “Notario no practicante”. O sea: no lo es, aunque tenga el título y lo
ponga en sus tarjetas
Un
taxista que no tiene taxi es un “taxista
no practicante”.
El ejercicio substancial de la fe son
LOS SACRAMENTOS, obra de Cristo, administrados por su Iglesia. Quien no practica los Sacramentos
habitualmente, aunque sea muy devoto de santos, lleve muchas medallas, haga
novenas, pertenezca a entidades piadosas, dirá mucho: “Señor, Señor”,
pero no es seguidor de Cristo. El seguidor
de Cristo ES EL QUE PRACTICA, tal como Él lo ha dicho. Y así está construyendo su casa sobre
cimientos firmes. Otra cosa son arenas
movedizas, que no cimientan nada. La comparación que Jesús ha puesto es muy
expresiva: sólo permanece en pie la casa con cimientos sobre roca.
Lc. 123-25.- No sé hasta qué punto se valora este comienzo de Lucas con la
narración de Zacarías o si generalmente la piedad prefiere arrancar desde los
versículos siguientes con el anuncio del ángel a María. Sin embargo este
comienzo es como la “situación” previa que va a dar explicación a diferentes
datos de lo que sigue. Por eso me gusta siempre empezar el adviento con el
episodio de Zacarías, para enmarcar sucesos que vendrán tras el anuncio del
ángel a María. De hecho, como ha quedado dicho, el ángel de Zacarías ya
relacionó la venida aquella junto al altar del templo con la llegada del
Mesías: Tu mujer Isabel te dará un hijo…,
que será grande a los ojos del Señor…, y precederá con el espíritu y fortaleza
de Elías.
Acabado el turno del servicio de Zacarías, marchó a la
montaña. Y se unió a su mujer, y todo fue como “el ángel” le había dicho.
Isabel ya está embarazada. Gozosa. Y gozoso Zacarías. Son
padres, lo más hermoso para un matrimonio israelita. Pero hay más: en la Biblia hay varios casos
como el suyo: matrimonios ancianos, estériles, ya aparentemente abandonados a
su desgracia, a los que viene el Dios Iahvé cuando menos lo esperan, y los visita
con la promesa de un hijo, con un hijo con nombre puesto por Dios. Éste es su
caso, pensaron Zacarías e Isabel. Piensan, con razón: “Aquí ya ha entrado Dios”.
Lo viven en el obligado silencio de la mudez de Zacarías, entrecortada por esos
signos cómplices de gozo profundo.
En la soledad de la montaña de Judea van pasando los días y
los meses. E Isabel se recluye en su casa, no sabemos si porque hasta siente
rubor de verse embarazada a sus años, o más bien porque está anonadada por lo
que en ella ha hecho el Señor. Lo que es evidente para Isabel es que el Señor lo ha hecho así con ella para
quitar mi afrenta ante el pueblo. Ha tardado en venir aquella liberación,
pero ha llegado cuando ha sido el tiempo de Dios…, nada menos que el tiempo de
la plenitud mesiánica. Porque a muchos kilómetros de distancia, en la región
norteña de Galilea, Dios iba a realizar el misterio más incomprensible, y
precisamente en la propia familia de Isabel. Ni podían sospecharlo así Zacarías
y su esposa. Pero el hijo que Dios les daba, eso sí, precedería… El Mesías estaba cercano, pues, y Juan iba a ser
heraldo de ese misterioso ser que vendría con
el poder de Elías para retornar los corazones de los padres hacia los hijos.
[Sobre la base del libro: QUIÉN ES ESTE]
Una persona puede edificar su vida sobre arena, sobre barro, sobre humo...Si quiere apoyarse con seguridad tiene que edificarla sobre roca, sobre la Roca permanente que es Jesucristo. Jesús nos advierte que estamos expuestos a muchas tempestades, muchos vientos y nos orienta para que aprendamos a defendernos y a cumplir la voluntad del Padre del cielo y su Hijo nos lo muestra con su vida y con su Palabra. No se trata de nuestra propia construción, también tenemos que ayudar a otras personas que andan desorientadas en un mundo que no les ayuda.
ResponderEliminar