El papa Francisco, en la audiencia general de este miércoles ha
iniciado una nueva serie de catequesis sobre la esperanza cristiana. Miles de
fieles, venidos de todas las partes del mundo han recibido al Santo Padre
en el Aula Pablo VI, con alegría y emoción. Banderas y pancartas ondeaban a la
llegada del Papa, y los peregrinos se acercaban a ambos lados del pasillo
para poder dar la mano y decirle algunas breves palabras.
En el resumen hecho en español de la catequesis, el Pontífice ha
indicado que en esta primera reflexión, “el profeta Isaías nos invita a llevar
el consuelo de Dios a nuestros hermanos”. Isaías –ha observado el Papa– habla
a un pueblo en el exilio y le presenta la posibilidad de regresar a su hogar,
que en definitiva es volver a Dios. Para ello “hay que eliminar los obstáculos
que nos detienen, preparar un camino llano y ancho, un camino de liberación y
esperanza que se extiende por el desierto”, ha subrayado el Papa.
De este modo, ha añadido que san Juan Bautista, retomando las
palabras de Isaías, “nos llama a la conversión”, para que “abramos un camino
de esperanza en nuestros corazones”.
En esta misma línea, Francisco ha señalado que el cristiano
necesita hacerse pequeño para este mundo, “como lo fueron los personajes del
Evangelio de la infancia”: María y José, Zacarías e Isabel o los pastores.
Eran insignificantes para los grandes y poderosos de entonces –ha aseverado–
pero sus vidas estaban llenas de esperanza, abiertas a la consolación de
Dios.
A continuación, el Papa ha dirigido un saludo a los peregrinos
de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y
Latinoamérica. Pidamos al Señor –ha exhortado– la gracia de trasformar el
desierto de nuestra vida, de nuestro sufrimiento y de nuestra soledad, en un
camino llano que nos lleve al encuentro con el Señor y con los hermanos.
Después de los saludos en las distintas lenguas, el Pontífice ha
dedicado unas palabras a los jóvenes, los enfermos y los recién casados. Así,
ha señalado que el tiempo litúrgico del adviento es una ocasión de particular
gracia para reflexionar sobre nuestro camino al encuentro del Señor. Del mismo
modo, ha pedido que la Virgen María, de quien mañana celebramos su Inmaculada
Concepción, sea “el modelo para la preparación interior a la Navidad” para que
“el corazón de cada uno se convierta en cuna que acoge al Hijo de Dios, rostro
de la misericordia del Padre, con la escucha de su palabra, las obras de
caridad fraterna y la oración”.
Al concluir la audiencia
general, el Santo Padre ha recordado que en los próximos días se celebran dos
jornadas importantes de las Naciones Unidas. El día 9 de diciembre es la
jornada contra la corrupción y el 10 de diciembre la de los derechos humanos.
Son dos realidades –ha explicado el Papa– estrechamente unidas. La corrupción
es el “aspecto negativo que debemos combatir”, comenzado por la conciencia
personal y vigilando los ámbitos de la vida civil, especialmente sobre los que
están más en riesgo. Los derechos humanos, ha precisado el Papa, son el aspecto
positivo, para promover siempre con decisión renovada, para que nadie sea
excluido del efectivo reconocimiento de los derechos fundamentales de la
persona humana. “El Señor nos sostenga en este doble compromiso”, ha concluido.
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