Hoy es PRIMER VIERNES.
MÁLAGA se reúne a las 5’30 en el
Acto de Oración del Papa
Liturgia
El ambiente que
se vive en este viernes de adviento es de esperanza, cuyos frutos se pretenden
tocar ya con la mano. Isaías (29, 17-24) anuncia que “pronto, muy pronto el
Líbano se convertirá en vergel”. Una figura expresiva de una nueva etapa,
porque la venida del Mesías cambiará todo el luto en risas y cantos. Como
figura significativa es esa otra que se anuncia ahí: verán los ojos de los ciegos.
El
Evangelio (Mt 9, 27-31) “atraído” por la
promesa que viene de atrás sobre los tiempos mesiánicos, presenta dos ciegos que acuden a Jesús. [Basta
que sea uno; la verdad es que la costumbre de Mateo es pluralizar]. Acuden a Él
como Hijo de David; por tanto como ciegos ante el Mesías..., el que daría
vista...
Comprueba
Jesús la fe de ellos que, aunque ciegos de los ojos, deben saber qué piden y a
quién lo piden. Pregunta Jesús: ¿Creéis que yo puedo hacerlo? Porque el
secreto de la oración es creer que ya se os ha concedido... Y los ciegos
afirman que si lo creen. Que, aunque sus ojos estén cegados, su
alma vive la esperanza.
Esto es lo que nos trae el Adviento:
puede ocurrir a nuestro alrededor lo que ocurra; puede parecer ennegrecido todo
el horizonte, y sin atisbo de sol. Sin embargo está ahí EL SOL que nace de lo
alto..., porque es un Sol que nunca se oculta, aunque haya eclipses por “interposiciones”
de elementos humanos o extraños. Pero quien permanezca en la fe-confianza, verá
abrirse la luz.
MYRIAM DE NAZARET
En el Cielo
eterno, y en esta plenitud de los tiempos, “algo se mueve”.
Ha llegado el momento eternamente previsto por Dios. En “Consejo Divino
Eterno”, el Padre dice que ya hay que echarle al mundo el ancla de salvación.
El Verbo, Hijo de Dios, da el paso al frente: “Yo voy, Padre”. El AMOR está ya
extendiendo su manto… El revuelo de felicidad recorre las estancias angélicas.
Gabriel se dispone a ser abanderado. Los ángeles, dispuestos a emprender su
vuelo hacia el mundo humano que podría acoger al Verbo como la perla a la que
defiende su concha. Y el Espíritu el Amor con su infinito manto, preparado para
cubrir la “nueva Tienda del Encuentro”.
¿Pero cuál es esa
Tienda?
Nazaret era una
aldehuela sin fama ni renombre, allá en el norte de Palestina. Había allí una
niña –una muchachita de 12 años-, honesta, fiel, obediente a Dios en todo.
Prometida a un muchacho, y ambos vivían soñando aquel hogar que un día tendrían
lleno de hijos: la aljaba llena de flechas… Ella era Myriam.
Y Dios miró en
aquella dirección… Encajaba muy bien con sus grandes infinitos proyectos…, en
pequeñas vasijas de barro.
Y el cortejo
divino se puso lentamente en marcha… Gabriel se adelantó. Debía ver…, hablar a
aquella joven… Hablarle sueños de Dios...
Myriam se encontró
ante Dios… Y Dios la piropeó: Alégrate, llena de
Gracia, el Señor está contigo… Pero ¿realmente
era a Ella? – Sí. Nadie más había allí. Ya era para sentir rubor y turbación,
emoción y lágrimas en los ojos. ¡Y no había acabado aquello!
Concebirás y darás
a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús.
María estaba
atónita. No sabía qué pensar ni qué decir. Le comunica Dios que ha hallado su
Gracia, y que no tema. A partir de ese momento María sólo necesita saber una
cosa: ¿Debe casarse ya con José? ¿El Hijo que se le anuncia, JESÚS, el
Salvador, el HIJO DEL ALTÍSIMO, ha elegido entrar en el mundo así…? Necesita
hacer esa pregunta para ser fiel con exactitud a los planes de Dios. No pide
una prueba para “saber” (como hizo Zacarías). Pero necesita saber lo que Dios
propone, lo que Dios quiere. Y la humilde palabra de María, que no tiene con
José relación marital, es sencillamente: ¿Qué tengo que
hacer?
[Del libro: QUIÉN ES ESTE]
El libro de Isaías nos habla de renovación, nos muestra un mundo nuevo y feliz, ya no habrá enfermedad; los ciegos ven, los cojos caminan... Las Lecturas invitan a fijarnos en el paso de las tinieblas a la Luz como signo de salvación. Jesús se mueve al milagro la buena disposición y la fe de los ciegos. Se acercan a Él pidiendo ayuda y Jesús valora y premia esta fe y la hace crecer devolviéndoles la vista y curando sus enfermedades; sobre todo llenándolos de una Luz interior que les ayuda a superar sus insuficiencias.
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