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by Redaccion on 4 December, 2016
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco,
como cada domingo, ha rezado el ángelus desde el estudio del Palacio
Apostólico con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro.
Publicamos a continuación las palabras del Papa para
introducir la oración mariana:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Evangelio de este segundo domingo de Adviento
resuena la invitación de Juan el Bautista: “¡Convertíos porque el reino
de los cielos está cerca!” (Mt 3,2). Con estas palabras Jesús dará
inicio a su misión en Galilea (cfr Mt 4,17); y tal será también el
anuncio que deberán llevar los discípulos en su primera experiencia
misionera (cfr Mt 10,7). El evangelista Mateo quiere así presentar
a Juan como el que prepara el camino al Cristo que viene, y los
discípulos como los continuadores de la predicación de Jesús. Se trata
del mismo alegre anuncio: ¡viene el reino de Dios, es más, está cerca,
está en medio de nosotros! Esta palabra es muy importante: “el reino de
Dios está en medio de vosotros”, dice Jesús. Y Juan anuncia esto que
Jesús luego dirá: “El reino de Dios ha venido, ha llegado, está en medio
de vosotros”. Este es el mensaje central de toda misión cristiana. Cuando
un misionero va, un cristiano va a anunciar a Jesús, no va a hacer
proselitismo como si fuera un hincha que busca más seguidores para su
equipo. No, va simplemente a anunciar: “¡El reino de Dios está en
medio de vosotros!”. Y así el misionero prepara el camino a Jesús, que
encuentra a su pueblo.
¿Pero qué es este reino de Dios, reino de los cielos? Son
sinónimos. Nosotros pensamos enseguida en algo que se refiere al más
allá: la vida eterna. Cierto, esto es verdad, el reino de Dios se
extenderá sin fin más allá de la vida terrena, pero la buena noticia que
Jesús nos trae — y que Juan anticipa– es que el reino de Dios no tenemos
que esperarlo en el futuro: se ha acercado, de alguna manera está ya
presente y podemos experimentar desde ahora el poder espiritual. Dios
viene a establecer su señorío en la historia, en nuestra vida de cada
día; y allí donde esta viene acogida con fe y humildad brotan el amor, la
alegría y la paz.
La condición para entrar a formar parte de este reino es
cumplir un cambio en nuestra vida, es decir, convertirnos. Convertirnos
cada día, un paso adelante cada día. Se trata de dejar los caminos,
cómodo pero engañosos, de los ídolos de este mundo: el éxito a toda
costa, el poder a costa de los más débiles, la sed de riquezas, el placer
a cualquier precio. Y de abrir sin embargo el camino al Señor que viene:
Él no quita nuestra libertad, sino que nos da la verdadera felicidad. Con
el nacimiento de Jesús en Belén, es Dios mismo que viene a habitar en
medio de nosotros para librarnos del egoísmo, del pecado y de la
corrupción, de estas estas actitudes que son del diablo: buscar éxito a
toda costa, el poder a costa de los más débiles, tener sed de
riquezas y buscar el placer a cualquier precio.
La Navidad es un día de gran alegría también exterior,
pero es sobre todo un evento religioso por lo que es necesaria una
preparación espiritual. En este tiempo de Adviento, dejémonos guiar por
la exhortación del Bautista: “Preparad el camino al Señor, allanad sus
senderos” (v. 3).
Nosotros preparamos el camino del Señor y allanamos sus
senderos cuando examinamos nuestra conciencia, cuando escrutamos nuestras
actitudes, cuando con sinceridad y confianza confesamos nuestros pecados
en el sacramento de la penitencia. En este sacramento experimentamos en
nuestro corazón la cercanía del reino de Dios y su salvación. La
salvación de Dios es trabajo de una amor más grande que nuestro pecado;
solamente el amor de Dios puede cancelar el pecado y liberar del mal, y
solamente el amor de Dios puede orientarnos sobre el camino del bien.
Que la Virgen María nos ayude a prepararnos al encuentro
con este Amor cada vez más grande que en la noche de Navidad se ha hecho
pequeño pequeño, como una semilla caída en la tierra, la semilla del
reino de Dios.
Después del ángelus, el Papa ha añadido:
Queridos hermanos y hermanas,
¡Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos!
Saludo en particular a los fieles venidos de Córdoba, Jaén
y Valencia, de España; de Split y Makarska, en Croacia; de las parroquias
de Santa María de la Oración y del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo en
Roma.
A todos os deseo un feliz domingo y un buena camino de
Adviento. Este preparar el camino al Señor, convertirnos cada día.
Hasta el jueves por la fiesta de María Inmaculada. En
estos días rezamos unidos pidiendo su materna internación por la
conversión de los corazones y el don de la paz.
Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen
almuerzo!
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