Liturgia del 2º domingo de Adviento, A
Repetimos hoy una de las lecturas que hemos tenido durante
la semana. Isaías -11, 1-10- anuncia al Mesías como imbuido de los “siete”
dones de Dios (=todos), concentrándolos en el “temor de Dios”. Un destacado especialista en Sagrada Escritura
dice: “se trata de la racional, vigilante y solícita disposición del alma de un
siervo con su señor, en orden a la voluntad plenamente declarada; equivale a
nuestra ‘religiosidad’, al latino
“religio” y nunca es mero sentimiento sino
inteligente y leal ejercicio de la confianza. Llega a confundirse con el
“culto a Dios” en inquebrantable confianza. Es rasgo fundamental del alma ante
Dios, que incluye una tensión entre distancia y atracción hacia Dios”.
Y otro autor especialista dice en su comentario al libro de
los Proverbios: “Temor de Yavhé es aproximadamente ‘servicio’ que se presta de
buena voluntad; ‘respeto’ en obediencia a la autoridad; ‘acatamiento’ (que
incluye los dos conceptos anteriores inseparablemente. En Proverbios aparece 16
veces la idea; en 3, encarece el servicio; en siete se refiere a las
bendiciones que el “temor de Dios” trae consigo; en una menciona la humildad
como fuente de ese “temor” y en 4 menciona el “temor” en orden a alcanzar la
Sabiduría.
San Pablo nos advierte que hemos recibido un espíritu de amor para no recaer en el
temor, y que ese Espíritu nos lleva a dirigirnos
a Dios como Padre. Lo que ya marca un claro sentido de AMOR, aunque es el
amor respetuoso, no de compadreo. Es, dice el escriturista de Proverbios, lo
más parecido a esa relación que establece Ignacio de Loyola en los Ejercicios: El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios, que
–tras todo un ejercicio ascético- desemboca en la “Contemplación para alcanzar amor”.
Es evidente, pues, que el anuncio esperanzador del Mesías
que hace Isaías, no podía fundamentarse en una relación de temor (=miedo) a
Dios, sino es una esperanza de encuentro con el Dios que ama a su Pueblo, y va
a hacer maravillas equivalentes a aquellas atrevidas comparaciones: el lobo habitará con el cordero, la pantera
con el cabrito, el novillo con el león, el muchacho con la serpiente. Aquel día
será gloriosa la morada del Señor.
Está anunciado a la inmediata todo lo que era promesa, en
la persona de Juan bautista que nos pone delante el evangelio de hoy (Mt. 3,
1-12). Juan grita en el desierto:
‘preparad el camino el Señor; allanad sus senderos’. Y la gente acudía a él
para ser enseñados. Y con su estilo seco y exigente llama la atención a
fariseos y saduceos, que venían a que los bautizara con su bautismo de
penitencia o deseo de cambio. Pero detrás
de mí viene quien puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias
(oficio de esclavos de un rey). Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego,
un bautismo que consagra y predispone hacia la obra sanadora mesiánica.
Como el domingo pasado, la 2ª lectura aterriza en una
realidad práctica para los que ya estamos en el orden de la fe y de la
esperanza en el encuentro con el Señor. Rom 15, 4-9 nos dice: Las antiguas Escrituras se escribieron para
enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan
las Escrituras, mantengamos la esperanza.
Dios es la fuente de ese consuelo y paciencia: Él os conceda estar de acuerdo entre vosotros, como es propio de cristianos.
Así, con una sola alma, un solo pensamiento, un solo querer y sentir, alabéis al Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo.
En una palabra: acogeos mutuamente como Cristo os
acogió para gloria de Dios.
Así, pues, se viene a hacer como una síntesis simple de los
muchos frutos que debe comportar el Adviento: que ya será muy positivo si se
concreta en la unión de ánimos entre los cristianos, que se apoyan y ayudan y
no se hacen la guerra, ni se desdoran con críticas y quejas.
Desembocamos en uno de los puntos de concreción del
Adviento que es nuestro encuentro personal con Jesucristo en LA EUCARISTÍA. Ahí
tenemos un punto central de expresar el amor a Dios mediante ese servicio
respetuoso y filial de que hemos hablado al principio. Y juntamente, porque los
hijos de un mismo Padre y hermanos de Jesucristo, somos hermanos entre
nosotros, una concreción de nuestro perfeccionamiento espiritual es esa unión
de ánimos y sentimientos entre nosotros, que es lo que expresa de una manera más
fuerte el sentido de la COMUNIÓN.
El amor vence
al temor. El amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento. Ahondemos en este
adviento en el amor a Dios y el amor entre nosotros, los hermanos.
-
Para que la Iglesia, bajo el Papa, camine a un encuentro más hondo con
el Señor Jesús, Roguemos al Señor.
-
Para que nuestra idea de Dios nos lleve al sentimiento de misericordia,
que supera todo temor, Roguemos al Señor.
-
Para que el anuncio de Juan Bautista de ‘preparar el camino al Señor’
lo acojamos como dicho a nosotros, Roguemos
al señor.
-
Para que la Eucaristía nos apremie a vivir el amor fraterno, Roguemos al Señor.
Que los afanes
de este mundo y de la vida diaria no nos cieguen en nuestra búsqueda de Jesús y
de encuentro amoroso con Dios, nuestro Padre.
Lo pedimos a Jesucristo que vive y reina con el Padre en la
unidad del Espíritu Santo.
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