El papa Francisco ha explicado en la homilía de la misa
celebrada esta mañana en Santa Marta que quien no conoce la ternura de Dios no
conoce la doctrina cristiana. En el centro de la predicación del Papa ha estado
el Evangelio de la oveja perdida con la alegría por el consuelo del Señor
que no deja de buscarnos. Él viene como un juez –explica Francisco– pero un
juez que acaricia, un juez que está lleno de ternura: hace de todo para
salvarnos. No viene “a condenar sino a salvar”, busca a cada persona, nos ama
personalmente, “no ama a la masa indistinta” sino que “nos ama por nombre, nos
ama como somos”.
El papa Francisco ha explicado que la oveja perdida no se ha
perdido porque no tenía una brújula en la mano, conocía bien el camino. “Se ha
perdido porque tenía el corazón enfermo” cegado por una “disociación interior”
y huye “para alejarse del Señor, para saciar esa oscuridad interior que la
lleva a la doble vida”: estar en el rebaño y escapar en la oscuridad. Así, el
Santo Padre ha recordado que el Señor conoce estas cosas y va a buscarla. “La
figura que más me hace entender la actitud del Señor con la oveja perdida es la
actitud del Señor con Judas”, ha reconocido.
La oveja perdida más perfecta en el Evangelio es Judas: “un hombre
que siempre, siempre tenía algo de amargura en el corazón, algo para criticar a
los otros, siempre”. No sabía –ha explicado el Pontífice– la dulzura de la
gratuidad de vivir con todos los demás. Y como no está satisfecha esta oveja
“escapaba”. Es la doble vida de muchos cristianos, ha advertido el Santo
Padre. “La doble vida de muchos cristianos, también, con dolor, podemos decir
sacerdotes, obispos…”. Y Judas era obispo, era uno de los primeros obispos, ha
observado el Papa.
En esta línea, el Obispo de Roma ha invitado a entender a las
ovejas perdidas. “También nosotros tenemos siempre alguna cosita, pequeña o no
tan pequeña, de las ovejas perdidas”, ha reconocido. Lo que hace la oveja
perdida –ha especificado– no es tanto un error sino una enfermedad que está en
el corazón y que el diablo se aprovecha. De este modo, Judas, con su “corazón
dividido, disociado”, es “el icono de la oveja perdida” y que el pastor va a
buscar.
Pero Judas no entiende y al final cuando vio “eso que la propia
doble vida hizo en la comunidad”, “el mal que sembró”, “con su oscuridad
interior”, que lo llevaba a “escapar siempre”, buscando luces que no eran la
luz del Señor sino luces como “decoraciones de Navidad”, “luces artificiales”,
se desesperó.
Por otro lado, el Pontífice ha señalado que hay una palabra en
la Biblia que dice que Judas se ha ahorcado, ahorcado y “arrepentido”. Yo creo
–ha asegurado– que el Señor tomará esa palabra y la llevará consigo, no lo sé,
puede ser, pero esa palabra nos hace dudar. Esa palabra significa, ha indicado
el Papa, que hasta el final el amor de Dios trabajaba en ese alma, hasta el
momento de la desesperación. Y esta es “la actitud del buen pastor con las
ovejas perdidas”.
Este es el anuncio, “el feliz anuncio que nos trae la Navidad y
que nos pide esta sincera alegría que cambia el corazón, que nos lleva a
dejarnos consolar por el Señor y no por los consuelos que buscamos para
desahogarnos, para huir de la realidad, huir de la tortura interior, de la
división interior”.
Jesús cuando encuentra la oveja perdida no la insulta, aunque
haya hecho mucho mal. De este modo, el Santo Padre ha recordado que en el
huerto de los olivos llama a Judas “amigo”. Así, ha explicado que “quien no
conoce las caricias del Señor no conoce la doctrina cristiana”, “quien no se
deja acariciar por el Señor está perdido”.
Finalmente, el Papa ha
pedido que el Señor nos dé esta gracia de “esperar la Navidad con nuestras
heridas, con nuestros pecados, sinceramente reconocidos, esperar el poder de
este Dios que viene a consolarnos, que viene con poder pero su poder es la
ternura, las caricias que han nacido de su corazón, su corazón tan bueno que ha
dado la vida por nosotros”.
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