Liturgia: TODOS LOS SANTOS
Un autor dice que él cambia
ligeramente el nombre de esta fiesta y que la llama la fiesta de TODOS SANTOS.
La diferencia está en el artículo. “Todos los Santos” reduce el campo y se
queda en esos 144,000 señalados (Apoc,7,2-4.9-14)
que, con ser un número bíblico de amplitud, no lo es de totalidad. Mientras que
el autor defiende que son TODOS SANTOS-TODOS PECADORES los que celebramos en la
realidad, porque en el Cielo no ha entrado nadie –excepción de María y Juan
Bautista- que no sean pecadores. Y el título que podemos esgrimir para estar en
el Cielo, no es el de nuestros méritos (que no los tenemos), sino el de
pecadores…, arrepentidos y admirados de la misericordia de Dios. Ese es
nuestro “carné de identidad” para gozar de la gloria eterna. Ese es nuestro
“derecho”, expresado por Jesús en el evangelio, donde los que se adelantan en
el Reino con los publicanos y las prostitutas, en tanto que reconociéndose
pecadores, se abren a la misericordia de Dios. El publicano del templo es
justificado; el fariseo que pretende presentar sus “títulos”, no. La pecadora amó mucho; el fariseo Simón no tuvo
deferencia con Jesús.
Las BIENAVENTURANZAS, escogidas para evangelio de la fiesta
(Mt.5,1-12) no son ni normas ni aspectos de vida que cumplir. Son en realidad
caminos trazados por Jesús para que los
recorramos a través de nuestra vida, en realidad de POBRES que han
escogido su pobreza y han renunciado a todo otro para hacer de Dios su
herencia: Dios es su rey. Y eso se
concreta en actitudes que se van desgranando a través de las 7 dichas o
felicidades que describe Jesús, y que formula un autor de la siguiente manera:
"¡Cuánto más felices seríais si no necesitarais tantas cosas, si no os
fiarais tanto de tener y consumir!"
"¡Cuánto más felices seríais si vuestro corazón no fuese violento!"
"¡Cuánto más felices seríais si aprendierais a sufrir!"
"¡Cuánto más felices seríais si tuvierais hambre de un mundo justo!"
"Cuánto más felices seríais si aprendierais a perdonar!"
"¡Cuánto más felices seríais si tuvierais un corazón transparente!"
"¡Cuánto más felices seríais si trabajarais por la paz!"
"Y si tenéis que sufrir algo por ser así, ¡mucho más felices todavía!"
"¡Cuánto más felices seríais si vuestro corazón no fuese violento!"
"¡Cuánto más felices seríais si aprendierais a sufrir!"
"¡Cuánto más felices seríais si tuvierais hambre de un mundo justo!"
"Cuánto más felices seríais si aprendierais a perdonar!"
"¡Cuánto más felices seríais si tuvierais un corazón transparente!"
"¡Cuánto más felices seríais si trabajarais por la paz!"
"Y si tenéis que sufrir algo por ser así, ¡mucho más felices todavía!"
Queda la 2ª lectura (1Jn.3,1-3) donde se describe cuál es
la suerte del SANTO. Y es nada menos que ver
a Dios tal cual es, y poder ser
llamados ‘hijos de Dios’, porque verdaderamente lo somos.
Quiere decir que en esa realidad de TODOS SANTOS-TODOS
PECADORES, pero precisamente por ello pudiendo entrar a la presencia de Dios,
están tantas almas santas de la historia que no están declarados santos de una
manera oficial, pero que vivieron su vida en acuerdo con la voluntad de Dios, y
fueron ejemplo vivo de bondad y de sacrificio, de amor y de entrega, tantas
veces sin apariencias ni a bombo y platillo pero que bien lo pudieron gozar quienes
convivieron y que estuvieron bajo la influencia de esas personas. Personas que
no son para nosotros tan innominadas, a las que podemos poner nombres muy
concretos porque fuimos beneficiados de su influencia, posiblemente muy
cercanas y a las que nos hemos sentido muy afectiva y familiarmente unidos.
Personas que vivieron nuestra misma Eucaristía y que nos
dieron ejemplo de cómo darle un sentido de comunión
que sobrepasa lo que separa y que extiende la mano del perdón allí donde sea
necesario. Que nos enseñaron a hacer de la participación en la Misa una
exigencia para que –al salir a la calle- siga actuando la fuerza de lo vivido y
participado sacramentalmente, y que no se quede en una mera celebración y menos
aún en un cumplimiento del precepto. Nada tan lejano a la intención de la
Iglesia al ponernos delante esta fiesta, y hacernos rememorar el ejemplo de
tantos santos y santas, los oficialmente reconocidos y elevados a los altares,
como los que fueron al Cielo de incógnito para nosotros, pero recibiendo el
inmenso abrazo de Dios.
Con la intercesión de los Santos que gozan de la presencia
de Dios, elevamos nuestras peticiones al Señor.
-
Que seamos felices sin necesitar
muchas cosas y sin tanto tener y consumir. Roguemos
al Señor
-
Que nuestro corazón no sea violento, y que sepamos aprender a sufrir. Roguemos al Señor
-
Que tengamos hambre de un mundo
justo y aprendamos a perdonar. Roguemos al Señor.
-
Que tengamos un corazón transparente
y sepamos trabajar por la paz. Roguemos
al Señor
Concédenos, Señor, la fortaleza para responder a tu
invitación, aunque hubiera que sufrir algo por ser así. Y así sentirnos más
felices.
Por Jesucristo N.S.
Entran en una Iglesia un padre con su hijo.
ResponderEliminarEl niño observa las grandes vidrieras, algunas de ellas deterioradas por el paso del tiempo, y pregunta a su padre: ¿Quiénes son esos?
El padre responde: -Son los santos.
Al día siguiente la Maestra pregunta en clase a los niños:
-¿Qué es un santo?
Y el niño n cuestión levanta la mano y responde:
-Son hombres muy grandes, con rotos y que dejan pasar la luz.
Buena descripción de lo que es un SANTO: Una persona MUY GRANDE; que al mismo tiempo es FRAGIL, y QUE DEJA PASAR LA LUZ.
Materia para pensar.
UN SANTO ES UNA PERSONA MUY GRANDE, MUY FRÁGIL Y TRANWSPARENTE...
ResponderEliminarSi el Reino de Dios es un banquete y el Anfitrión es el propio Dios, hoy no nos fijamos en Él ni en la mesa presidencial sino en la multitud de anónimos invitados. Todos estos han sido invitados a la santidad en el Monte de las Bienaventuranzas. Por eso hay gentes de todos los países, que se han santificado escuchando a Jesús que les propusiera varios caminos. Cuando reflexionamos sobre ellas nos parecen un reto; pero Jesús las propone como caminos seguros por los que podemos conseguir la felicidad eterna. Porque, aunque ya somos hijos de Dios, todavía no se ha manifestado como seremos. El reto es dejar atrás el pecado y empezar a vivir de acuerdo con lo que esperamos ser. Pertenecemos al Pueblo de Dios. Es muy importante que sepamos la importancia de ser Hijos de Dios. En este camino hacia la plenitud, recibiremos las ayudas necesarias para no desfallecer.