Liturgia:
La historia de Matatías es muy
semejante a las que nos han dejado los días anteriores Eleazar y los hermanos
Macabeos: una fidelidad plena a la ley de Dios, aunque les pueda costar la
vida. Todo menos ceder a las costumbres paganas y sacrílegas que imponía el
invasor. Matatías (1Mac.2,15-29) pasa a la acción. Y aparte de negarse
abiertamente a sacrificar sobre ara sacrílega, se lanza contra el judío que
intentaba hacerlo. Es un arrebato de celo religioso por la gloria de Dios.
Habían pretendido los paganos que Matatías se adelantase a
ofrecer esos sacrificios, y le prometían muchos privilegios. Es que al ser un
personaje principal, lo que él hiciera iba a repercutir en otros de su pueblo.
Pero Matatías, sus hijos y familiares no consienten en esa falsa actitud y se
oponen drásticamente a los halagos y promesas que les hacían.
Finalmente, mientras él hacía su protesta de fe a favor de
la ley de Dios, aquel judío se adelanta a sacrificar al ídolo de Modín, y
Matatías no soporta ya más y lo degüella sobre el ara, y mata al funcionario
real que estaba encargado de aquellas apostasías.
No le queda otra salida a Matatías que reunir a su familia
y huir al monte, dejando en la ciudad todas sus cosas. Muchos fieles a la ley
de Dios le siguen y se van con él.
Aparte de los extremismos, hay que honrar la memoria de un
hombre convencido de su fe, que no está dispuesto a desviarse de ella, y que
acaba por arriesgar todo con tal de poder vivir en la práctica de sus
convicciones religiosas. Un ejemplo que puede sernos muy útil y que manifiesta
el celo por la gloria de Dios en medio de un mundo paganizado, donde el nombre
de Dios ni se respeta ni se reconoce por tantas personas, donde el nombre de
Dios se blasfema tan a menudo, y donde no surge el Matatías de turno para
defender el nombre del Dios Altísimo.
El evangelio es corto (Lc.19,41-44) y no deja de tener
cierta conexión de fondo con el tema que ha quedado expuesto en la 1ª lectura.
Porque nos presenta a Jesús llorando porque Jerusalén
no ha querido comprender en ese día lo que la conduce a la paz. Estamos en territorio judío. En
hombres y mujeres que deberían vivir la ley de Dios y aceptar los caminos de
salvación que Dios ha diseñado. Y sin embargo ese pueblo que es por tradición
religioso, no ha querido aceptar a Cristo que le traía su felicidad, su
salvación.
Jesús no actúa a lo Matatías, pero sufre con el sentimiento
propio del hombre fiel a los caminos de Dios. Jesús llora la desgracia de
Jerusalén, que se le viene encima. Y no es solamente la destrucción de la
ciudad y del templo (decíamos ayer en la parábola); lo que le duele a Jesús es
la desgracia que se cierne sobre el pueblo judío que no ha sabido aprovechar lo
que le conducía a la paz: la acogida de Jesús y el seguimiento del ámbito nuevo
que trae Jesús.
Es verdad que la primera desgracia, la que van a padecer
aquellos contemporáneos, es la destrucción del templo y la ciudad, rodeada de
trincheras, cercada y arrasada, de modo que no va a quedar piedra sobre piedra.
Pero todo eso sería soportable. La gran desgracia de Jerusalén es que no ha
reconocido el momento de la venida del Señor, esa venida que se completará al
fin de los tiempos y que necesita del día a día en que se vaya templando el
alma de sus habitantes. En concreto, en el momento presente, la acogida de
Jesús Mesías, su doctrina y su nuevo modo de enfocar el modo de relacionarse el
hombre con Dios…, el paso del antiguo al Nuevo Testamento. Esa es la salvación
que no ha acogido aquel pueblo al que se refiere y por el que llora Jesús. Porque no conociste el momento de mi venida.
No se me hace muy distante el momento actual de la sociedad
occidental. ¿Cómo mirará Jesús a este mundo europeo, y qué sentirá el Señor
ante pueblos que lo habían acogido y lo habían adorado y que ahora se han
alejado tanto que casi se pone en duda la misma existencia de Dios, la
redención de Cristo, la Iglesia como sacramento de salvación, la doctrina
evangélica como exigencia de vida práctica? También cabrá ahí oír la voz de
Jesús que dice: Porque no conociste el
momento de mi venida. O peor: lo conociste, lo disfrutaste…, y has
abandonado el camino. Yo pienso muchas veces en cuál sea la mirada de Dios
sobre este mundo occidental en los momentos concretos que estamos viviendo.
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