Liturgia:
San Pablo se justifica ante los
fieles de Roma del modo y forma en que se ha dirigido a ellos. Estoy convencido personalmente de que
rebosáis buena voluntad y que os sobre saber
para aconsejaros unos a otros. Y sin embargo Pablo se ha arriesgado
a sobrepasarse en su instrucción porque es ministro de Cristo Jesús para los
gentiles, y tiene que anunciar la buena noticia de Dios. Su finalidad es que
los gentiles –y los romanos pertenecen a la gentilidad, según la nomenclatura
de Israel- ofrezcan una ofrenda que agrade a Dios.
Es el orgullo de Pablo, que concreta en los renglones
finales: anunciar el evangelio de Jesucristo allí donde nadie ha predicado
todavía. Habla lo que viene de parte de Cristo para que los gentiles respondan
a la fe. Y ha llenado la geografía de ese mensaje de Jesús, habiendo dejado
todo lleno del evangelio de Cristo. Era para él una cuestión de amor propio.
Ese amor propio que es amor abierto a Jesucristo, a quien pone en el centro de
su enseñanza.
Una parábola. Una de esas parábolas que no tienen su acento
en lo que parece el cuerpo central, sino en la conclusión. Tras contar el caso
hipotético del administrador infiel y astuto, que al ser denunciado de tramposo
y saber que lo van a despedir, crea una trama de nuevas trampas para ser
acogido en casa de los deudores de su amo.
Uno espera que la conclusión de la parábola va a ser la
condena del tramposo (que bien merecida la tenía), pero extrañamente la
conclusión se fija en el arte que tuvo para buscarse la vida. Y el propio dueño
que había sufrido las consecuencias, alaba la astucia del hombre aquel que ha
sabido granjearse amigos con el dinero que ha trampeado.
¿Qué pretendía Jesús con esa parábola desconcertante?
Indicar que la misma astucia que tuvo el hombre para resolver favorablemente su
vida, es la astucia con que las personas rectas han de proceder para ganar el
favor de Dios. Y es que precisamente el dinero, que es el fondo de la cuestión
–y que es llamado “injusto”- el que hay que saber aprovechar para hacer el bien.
Y de lo “injusto” hacer cosas justas. Que es la lección que tienen que aprender
los hijos de la luz para ganarse el Reino y con ello el cielo. [Será la lección
que nos queda para el día siguiente, pero que había que adelantar para tener la
visión completa de la parábola].
Por poner un ejemplo que nos haga ver la finalidad de Jesús
en esta parábola, bajo a un caso muy concreto: al médico solemos acudir a los
primeros síntomas de alguna carencia física. Sabemos que puede ser
contraproducente dejar pasar el tiempo porque el fallo puede hacerse crónico.
¿Acudimos a la confesión o al acompañamiento espiritual con la misma rapidez
para que no se haga “crónico” un defecto?
Buscamos pronto la medicina que nos receta el médico,
aunque muchas veces esa medicina sea mala de tomar o aplicar. ¿Ponemos el mismo
interés en aplicar los remedios que nos recomienda el acompañante espiritual?
Esa es la parábola y esa es la astucia que nos pide el
Señor. Y esa rapidez y sagacidad es la que alabó aquel amo en el administrador
injusto, y lo que nos pide el Señor a los
hijos de la luz
Lo que el Señor quiere hacernos ver es que somos
administradores de sus bienes. Somos responsables de cómo los hacemos fructificar. Necesitamos esa astucia
que nos lleve a luchar por alcanzar los caminos de Dios. Y habrá que sortear
muchas dificultades, muchos escollos, muchas oposiciones de una sociedad que
sólo conoce los placeres que le da el dinero. Hay que hacerle la contra a toda
esa maraña que nos trata de envolver desde la publicidad y los engaños de la
televisión. Tenemos que ser astutos como serpientes a la vez que prudentes como
palomas. Pero no para usar de medias tintas y disimulos sino para acabar
dejando en alto el pabellón de la verdad y de lo justo. No pringarnos las manos
en la suciedad reinante, y saber granjearse amigos con los medios justos que
podamos usar.
Que el Señor pueda felicitarnos al final, porque supimos
bandearnos en medio de la injusticia que abarca tanto, y mantuvimos abierta la
puerta para vivir en todo momento el agrado de Dios. Que fuimos meritoriamente
astutos para seguir el camino del bien en medio de tanto engaño y medias
verdades como nos acechan.
El texto de hoy está en plena actualidad. El administrador es absolutamente indecente. Si nosotros nos empeñáramos en obrar así, necesitaríamos más tiempo y esfuerzo para agradar y parecer buenos que pra avanzar realmente en la vida espiritual. El administrador se da cuenta de sus fallos y quiere arreglarlo. Bueno, no es del todo correcto; es mejor estar al tanto para distinguir en cada momento lo verdaderamente importante. Muchas veces nos mantenemos en nuestros errores por puro orgullo...
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