Liturgia:
De todo el texto de Sab.6,2-12, yo me
quedaría con el final, que da la pauta de todo lo demás; A vosotros, pues, soberanos, se dirigen mis palabras para que aprendáis
sabiduría y no caigáis; porque los que guardaren santamente las cosas santas,
serán reconocidos santos, y los que se dejaren instruir en ellas, encontrarán
defensa. Desead, pues, mis palabras; ansiadlas, que ellas os instruirán.
Es cierto que ahí se ha dirigido a los “soberanos”. Pero es
una verdad tan clara que les vale a todo el mundo. Con más razón a los que
están en poder. Pero saberse dirigir por las palabras del sabio para aprender
sabiduría, es algo que atañe a toda persona, y algo tan importante que ayuda a
no caer. Guardar santamente las cosas santas no es algo que corresponda sólo a
los soberanos. Cierto que se le podrá exigir menos a quienes menos capacidad
tienen. Pero cada cual desde su capacidad, todos tenemos que vivir santamente,
desear las palabras sabias y dejarse instruir por ellas.
Lo de la menor responsabilidad (y por tanto que se le exija
menos a los menos instruidos) está en el mismo texto: al pequeño, por piedad se le perdona. Mientras que los poderosos serán poderosamente castigados
(=corregidos).
Una vez más, el texto es tan denso en ideas y argumento que
pretender explicarlo es ponerse a copiarlo. Y desisto de ello. Creo que es una
síntesis suficiente lo expuesto hasta aquí.
Lc.17,11-19 es el relato conocido de los diez leprosos que
se presentan a Jesús, a distancia, puesto que los leprosos no podían entrar en
contacto con las otras gentes. Pero guardando la distancia, pueden gritar y
esperar que el bondadoso Jesús les oiga y les atienda: Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.
Los leprosos levantaban en la gente dos sentimientos
encontrados: uno era la repulsa, el asco, el temor al contagio y, por tanto, el
preferir no encontrárselos en el camino. Otro era la compasión: pobres
criaturas a las que una enfermedad tan humillante les apartaba de la vida
normal.
No cabe duda que a Jesús le levantaba esa segunda reacción.
Por eso los diez leprosos que se le ponen delante pidiendo esa misericordia,
hallaban acogida en Jesús. En los apóstoles no sería de extrañar que el primer
sentimiento de repulsa les era más normal. Y que ahora mismo se sitúan detrás
de Jesús, como quienes quieren defenderse del peligro que tienen delante.
Jesús no ha dado paso atrás. Levanta la voz y les dice a
los leprosos que vayan a presentarse a
los sacerdotes…, lo que equivalía a decirles que había tenido la compasión
que ellos pedían y que estaban curados. Ir a los sacerdotes era la forma de
recuperación oficial de sus derechos civiles, cuando los sacerdotes
dictaminaran que habían quedado libres de su enfermedad.
De hecho, yendo de camino advierten que están curados.
Nueve continúan felices su camino hacia los sacerdotes, porque era su vuelta a
la civilización.
Pero uno, al descubrir que está curado, vuelve grupas
adonde estaba Jesús y viene a darle las gracias. “Era un samaritano”, dato que no recoge por causalidad el
evangelista, sino como una advertencia a los judíos que tan mal se llevaban con
los samaritanos.
Y Jesús expresó sus sentimientos: ¿No fueron diez los limpiados de la lepra? Los otros nueve, ¿dónde
están? Jesús se dirige a él y le dice al que se había postrado en el suelo:
Levántate, vete, tu fe te ha salvado.
Suele ser la coletilla de Jesús, que remite el milagro a la fe de la persona.
Jesús ha sentido en su corazón la menor gratitud de aquellos nueve. No por eso
el milagro se vuelve atrás. No se trata de eso, sino de aprender a ser
agradecidos con el Señor.
Un cuentecillo aleccionador se dice por ahí: en el cielo
hay una enorme sala, atendida por miles de angelitos, que recogen las
peticiones que van llegando a Dios. Otra gran sala con muchos ángeles que, de
parte de Dios, dan respuesta a esas peticiones. Y una salita pequeña con sólo
unos cuantos ángeles que recogen las acciones de gracias de los que han
recibido los favores de Dios. Es un cuentecillo pero no deja de tener su valor
de parábola para avisarnos de la necesidad de ser agradecidos con Dios. Porque
Dios tiene también sus sentimientos (digámoslo así) y le gusta que seamos gente
fina y delicada que sabe volver a dar las gracias por los favores que
continuamente recibimos.
Las personas agradecidas se han ido educando a lo largo de los días a través de las cosas pequeñas: ceder el paso,sonreir al llegar al trabajo, dar las gracias amablemente a alguien que te presta algún servicio. "Gracias", es una palabra muy simple; pero muy difícil de pronunciar para algunos. La gratitud también se vive en la vida espiritual: Sentir a Dios siempre a nuestro lado es un buen motivo para estar feliz y darle las gracias por el don de su Presencia.
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