Liturgia:
Sab.18,14-16: La liturgia de la
Navidad aplica a la llegada del Verbo a la tierra esos primeros versículos, de
donde surge la idea del nacimiento de Jesús a media noche (“al mediar la noche su carrera, tu Palabra todopoderosa se abalanzó
desde el trono real de los cielos…”). El texto en sí, sin embargo, es mucho
más complicado de entender, por su misma redacción. Y puesto a seguir con la
imagen de la llegada de la salvación a la tierra, la Palabra sería el paladín
inexorable que se viene “al país
condenado” (el mundo que había perdido a Dios) para llenar de muerte a lo
que es el enemigo de la salvación y dar vida a quien recibiera esa Palabra.
De hecho, la continuación del texto, tomado del cap. 19
(6-9) va expresando la vida nueva que la Palabra ha creado, hasta el punto de
que la naturaleza ha cambiado su ritmo y, bajo las órdenes del Señor, la nube
protege al campamento hebreo y el Mar Rojo se hace practicable para liberación
de las huestes de Israel, y siendo así un pueblo alegre y vivo que está alabándote a ti, Señor, su libertador.
Con razón el versículo escogido en el SALMO (104) nos
invita a recordar las maravillas que hizo
el Señor.
Finalmente el evangelio (Lc 18,1-8) es una invitación a la
oración de petición, expuesta por Jesús con su parábola correspondiente y su
modo extremo de presentar las cosas para llamar más la atención.
Se trata de una viuda que viene al juez pidiendo que le
haga justicia contra su enemigo. El juez no la toma en serio y no le hace caso,
pero la viuda reclama fuertemente su derecho a ser atendida y le insiste al
juez, que acaba pensando que tiene que hacer esa justicia, no sea que la viuda
acabe arañándole en la cara. Jesús lo pone en el extremo: al juez aquel no le
importaban ni Dios ni los hombres, pero le importaba su físico. Y acaba
haciendo justicia.
Sobrarían los datos de posible violencia de la viuda, pero
Jesús los ha puesto para llamar la atención y poner delante que la insistencia
de la mujer es lo que le da la respuesta que ella deseaba.
Concluye Jesús exhortando: Pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?
¿O les dará largas? Os digo que le hará justicia sin tardar. Evidentemente
nuestra oración debe ser insistente, pero no araña. Pide y suplica, insiste y
clama día y noche, sin violencia. Es una petición que debe llevar una inmensa
dosis de fe porque todo lo confía a Dios y de él espera.
La pregunta que se hace Jesús es si, al presentarse al
final de los tiempos, encontrará él esa fe en la tierra.
La respuesta está en nuestra mano. Ojalá nuestra oración
sea tan decidida y confiada e insistente como la de aquella viuda. Es a lo que
nos quiere llevar Jesús con su parábola.
La oración nos une al Padre, nos da seguridad aunque no consigamos lo que le pedimos. Si pedimos a Dios imposibles, El nos escucha y nos hace que nos escuchemos a nosotros mismos y que cambiemos de actitud; Él quiere nuestra felicidad y nos inspira todo lo que nos ayude a conseguirla. Creo que para Dios no hay ni buenas ni malas peticiones, creo que nos da todo lo que necesitamos sin que tengamos que pedírselo; pero le gusta que le tratemos como a un padre, que le tengamos confianza, que de vez en cuando nos acerquemos a Él y le pidamos que nos trate como a unos pequeños hijos que aún no saben lo que les conviene.
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