Liturgia: FIELES DIFUNTOS
La Iglesia conmemora, junto a todos
los Santos, a los FIELES que ya murieron y cuyo destino final es el Cielo. Y
por tanto que –prácticamente- pertenecen ya al grupo de los salvados, de los
Santos. Pedimos por ellos porque fueron FIELES, y porque su camino está trazado
hacia una eternidad feliz. Si hipotéticamente nos constara de alguno que se hubiera
condenado, por ese no podríamos pedir, porque ese tal no tendría ya redención.
Si pedimos, y la Iglesia nos enseña pedir- es porque son fieles que salieron de
este mundo y “están en camino”. Y algunos pueden haber necesitado de estos
sufragios que los vivos ofrecemos, para haber encontrado la dirección hacia
Dios. A ellos se les habrían aplicado estas gracias para que su paso de este
mundo al otro fuera en la dirección buena, y así hoy día ya caminen hacia la
gloria del Padre, o la hayan alcanzado. Que si la han alcanzado, su fiesta fue
ayer, entre los santos del cielo.
Jesús dibujó la muerte con expresiones confortadoras.
Primero porque Él dijo de sí que es LA VIDA. Cuanto caminamos hacia él,
caminamos en el vehículo de la vida y desembocamos en los brazos de Jesús, que
es LA VIDA. Porque es LA RESURRECCIÓN, y cuando nos toque el momento de pasar
de este mundo al Padre, lo haremos en brazos de quien nos acompaña en nuestra
resurrección a la vida.
No describe Jesús la muerte con ropajes de luto. La
presenta como UN ENCUENTRO CON EL ESPOSO, como el de aquellas muchachas que
salen a recibir a sus novios…: con la misma alegría, con el mismo sentido de
fiesta, con la entrada en el banquete…
La describe como LA LLEGADA DEL AMO… Y dichosos aquellos
criados que velan lo que haga falta en la noche de la vida, para abrirle en
cuanto llegue. ¿Y cuando llega? No se sabe ni el día ni la hora, ni el modo ni
el dónde. Lo que hay es que estar en vela para abrirle en cuento llegue y
llame. Y con una belleza imponente nos dice Jesús que el amo al llegar los hará sentar a la mesa y él se pondrá a servirles.
En la muerte somos servidos por el Señor. Él nos lleva de su mano y el nos
convida al banquete.
El secreto está en el comportamiento de la espera. Porque
lo mismo que a los que vigilan les hace sentar y les sirve, a los que se
comportan indecentemente los expulsa de su casa y los echa fuera. Tanto nos va
en vigilar y vivir la vida vigilantes, y estar siempre preparados. No da tiempo
para prepararse a última hora, porque se corre el riesgo de que la puerta se
cierre y ya no se pueda entrar.
Los evangelios que la Liturgia señala para las Misas de
difuntos en general, dan una variedad muy grande. Empezando por LAS
BIENAVENTURANZAS, con lo que se identifica este día con el de ayer. El de la
ACCIÓN DE GRACIAS porque estas cosas se las revelas a la gente sencilla, y la
invitación a ir a Jesús que alivia a los cansados y agobiados. La parábola de
las DIEZ DONCELLAS a las que ya he hecho referencia. El JUICIO FINAL donde
quedarán patentes las realidades de la vida. La MUERTE DE JESÚS, depositando su
alma en los brazos del Padre. La resurrección del HIJO DE LA VIUDA de Naím. Los
CRIADOS VIGILANTES, que ya he referido y que es una de las parábolas más
expresivas para presentar la realidad de la muerte. EL BUEN LADRÓN que obtiene
la misericordia cuando recurre a Jesús en su último momento. Los DICÍPULOS DE
EMAÚS que pasan de la desesperanza a la alegría porque la muerte se ha
convertido en vida. LÁZARO, su muerte, el diálogo de Marta con Jesús, o el
llanto de Jesús por el dolor de aquellas hermanas con las que le unía una
amistad cordial. El GRANO DE TRIGO QUE MUERE y así da fruto. Las MUCHAS
ESTANCIAS en la casa del Padre, y la oración de Jesús para que los que me
diste, ESTÉN CONMIGO.
Puede, pues, verse a las claras que no hay lutos en todos
esos evangelios. Que, contando con el dolor de la pérdida de seres queridos, y
el llanto, hay siempre una salida gozosa, y que Jesús está siempre del lado de
la vida. Se explica la angustia de muchos ante la incertidumbre del momento,
ante esa duda posible de no hallarse preparados para afrontar el camino… Pero
en la fe cristiana está el hacer lo que se puede y se tiene entre manos…, y el
abandonarse luego confiadamente en los brazos de la misericordia. Dios es el
que salva. A nosotros nos toca que tener las manos limpias. Llenarlas
corresponde a Dios que es quien nos da lo que no tenemos. Pero las manos
limpias para recibir esas gracias que Dios nos tiene preparadas. Queda, pues,
no la angustia sino el santo temor de nosotros mismos, que somos capaces de
fallar. Pero que también podemos erguirnos en la plena confianza de que no
fallaremos por la mucha misericordia y gracia de Dios en nosotros.
El mundo de hoy nos da unas imágenes terroríficas de la Muerte. Ayer me encontré un grupo de jóvenes que salían del Cementerio de "rezar" por sus difuntos, casi todos oraban por sus abuelos. Estaban muy serios ante los panteones y hablaban con ellos.Iban disfrazados, dos de ellos de Demonio. Los invité a entrar en mi casa para que me dijeran qué celebraban disfrazados así.¡QUÉ JUVENTUD TAN SANA Y TAN INOCENTE! Son grandes amigos de Jesús, aunque son de los "Verdes"; no creían en la existencia del Demonio y se asustaron mucho cuando les dije que era dañino y hablamos de las formas de hacer caer a los jóvenes. Estos muchachitos tampoco saben ¿Qué es la Muerte? Ya no se habla de los Novísimos. Mi mamá me dijo que "un dia llegaremos a casa y Papá Dios nos estará esperando" Aquel día empecé a contar los `peldaños que me faltan para sentirme rodeada por los Brazos de Dios. El Señor nos ayuda de mil maneras. Jesús es el Camino.
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