Liturgia:
San Pablo a los fieles de Roma
(11,29-36) les lleva la idea de que la desobediencia de los judíos se ha trocado
en misericordia para ellos, los romanos. Y ahora esa misericordia de Dios para
con ellos, se trocará en misericordia para el pueblo judío.
Y con una de esas expresiones llamativas del Apóstol, dice
que Dios ha encerrado a todos en la
desobediencia para tener misericordia de todos. De hecho la misericordia de
Dios viene a caer sobre nuestras miserias. Judíos o gentiles, blancos o negros,
hombres o mujeres, jóvenes o mayores…, todos hemos pecado. Y de esa realidad
miserable es de la que Dios saca a relucir su infinita misericordia. ¡Qué abismo de generosidad, sabiduría y
conocimiento el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables
sus caminos! Pablo se ha exaltado ante el pensamiento que se le ha venido
sobre Dios. ¿Quién conoció su mente?
¿Quién su consejero? Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria
por siempre.
No es fácil añadir algo nuevo sobre este evangelio
(Lc.14,12-14) que es continuación de los dos anteriores y forman un todo. La
división que ha hecho la liturgia en tres días consecutivos ha sido de orden
práctico, pero la explicación no puede variar mucho. El primer día era la
sanación del hidrópico en sábado, en casa de un fariseo, mientras los
comensales se mantenían en silencio ante la pregunta de Jesús, si se podía
curar en sábado. Y ante el silencio de todos, Jesús tomó la iniciativa y curó,
sin ningún tipo de trabajo, más que el “tocar” al enfermo.
Pero Jesús no se quedó ahí. Jesús era observador y vio a
los invitados que se buscaban los primeros puestos en la mesa. Y Jesús les dio
una lección práctica de que la actitud que debe guardar todo invitado es
situarse en los puestos de abajo. Que ya se encargará el anfitrión de hacer
subir más arriba. Pero colocarse a la cabecera corre el riesgo de que venga
otro de más categoría y entonces haya que bajar –abochornados- hasta el último
lugar. No era precisamente el banquete lo que Jesús estaba mirando. Miraba a la
actitud de la persona que nunca debe considerarse más ni pretender sobresalir.
Que la verdad es que la vida pide la humildad de ponerse atrás, y ya vendrá la
oportunidad de subir, porque el que se humilla será enaltecido.
Pero Jesús se va todavía más a la raíz y advierte ahora al
anfitrión y a los propios comensales que cuando inviten, no lo hagan a los
conocidos y familiares o amigos, porque entonces la recompensa va a ser que
ellos organicen otro banquete y te inviten a ti. Esa será tu paga, tu exigua
paga.
Cuando des un
banquete invita a lisiados, cojos y ciegos (lo desechado de la sociedad y
mucho más llamativo en aquella sociedad). Porque ellos no podrán pagarte. Y tu
paga la tendrás en la resurrección de los muertos.
Yo sé que leemos esto y que uno entre mil lo toma en serio.
No sería muy difícil ponerse en el caso, si de pronto Jesús nos dijera: Invita
a un inmigrante a tu mesa… Y eso, no sólo el día de Nochebuena… De seguro que
no entenderíamos este evangelio y que le buscaríamos algún rincón de
escapatoria. Es cierto que a Jesús le gusta irse a los extremos para provocar
las reacciones, pero es cierto que nosotros “no entendemos este lenguaje” como
para llevarlo a la realidad. Es lo que suelo decir que “es una zona ‘no
bautizada’ en nosotros”, y que corresponde a la primera zona de la parábola del
sembrador…, una simiente que cae en tierra dura y que no llega a producir
fruto.
No sé decir más. Lo que dijo Jesús, así lo dijo. Y tiene
que aplicarse de una u otra manera. En el fondo es que todo favor que se hace,
hay que ofrecerlo a fondo perdido. Que no vayamos con la idea de recibir agradecimientos
ni reconocimientos. El bien que hacemos debe tener la paga del gozo de haber
hecho el bien, y luego decir: somos siervos inútiles que hemos hecho lo que
teníamos que hacer. Y ya sería una manera de empezar a aplicar ese evangelio
que hoy hemos tenido ahí delante.
El amor gratuito tiene poca acogida en una sociedad comercializada como la nuestra. Esta lista de invitados que Jesús propone, es poco presentable en sociedad. Tenemos entre nuestros vecinos personas discapacitadas, personas cojas, ciegas o sordas. Personas que se sienten solas,incomprendidas. Hace falta un gran amor a "uno mismo y a los demás" para estar con ellas y no humillarles. Los cristianos debemos ejercitarnos en este amor gratuito, de agape.
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