Liturgia:
La 1ª lectura (1Mac.6,1-13) tiene un
colofón que es el que merece la pena comentar. Antíoco ha fracasado en sus
campañas contra Elimaida y contra Judea. Pero sobre todo le aplasta el recuerdo
del daño infringido a Jerusalén, en el que había robado el ajuar de plata y oro
del templo, y exterminado a sus habitantes sin ningún motivo. Todo esto le
produce una depresión mortal, una desgracia, que ahora le lleva a sentirse
morir de tristeza.
Malo había sido el intento de conquistar Elemaida, pero fue
rechazado sin poder entrar en la ciudad. No había podido hacer allí un daño.
Naturalmente había fracasado en su intento bélico y eso ya le afectaba. Pero en
Judea había hecho mucho daño y allí se jugaba ya un aspecto religioso. Y eso le
hunde más en su depresión.
Mirado desde un planteamiento cristiano y actual, habría
que comprender que no se puede atentar contra Dios y quedar impune. El mundo de
hoy, con sus continuas noticias deprimentes y violentas, nos está poniendo ante
los ojos lo que es un mundo del que se ha apartado a Dios, y ese mundo grita
desde el fondo porque le falta el oxígeno. Como no sabe volver a Dios, su
respiración se hace mucho más angustiosa y violenta y se trata de tapar una
víctima con otra víctima, un dolor con otra tragedia más fuerte, y el mundo
deja la evidente impresión de que se ha vuelto loco, ha perdido el sentido, y
se ahoga chapoteando en su propia sangre.
Si Antíoco cae en depresión mortal, el mundo de hoy ha
entrado en una vorágine de exaltación del YO, que le conduce al mismo derrotero
de una agonía de muerte. Y así se suceden las noticias de asesinatos,
violencias, ataques terroristas, y toda esa gama de maldad brutal o refinada
con que nos dan el postre los telediarios o el desayuno los periódicos. ¿Qué
podemos esperar de un mundo al que le han quitado los frenos y lleva la
pendiente abajo a velocidad de vértigo y sin airbag protector? ¿Qué cabe
esperar de un mundo sin Dios, sin referencia superior, sin conciencia que
frene? Sólo cabe la locura que estamos viendo y padeciendo…, y que padece en
medio de su borrachera el mundo desgraciado e infeliz, que pretende mostrarse
contento y sin embargo experimenta un espantoso vacío que no hay nada humano
que lo pueda llenar.
A los saduceos le pasaba algo de eso. Una casta que no cree
en la resurrección…, que vive la vida como un perrito sin alma, que acabará en
el hoyo sin más esperanza ni más sentido del más allá, es una casta abocada a
la desesperanza y a querer justificarse poniendo por delante razonamientos
absurdos en los que el prejuicio base está en que lo sobrenatural es imposible.
Así, en Lc.20,27-40, lo que plantean como caso absurdo es
el que se deduce de la ley del levirato, por el que un hermano debía casarse
con la cuñada cuando el marido había muerto sin descendencia.
Lo llevan al absurdo planteando el caso de siete hermanos
(=muchos) que han ido casándose con la mujer del primero, pero todos han ido
falleciendo uno tras otro sin dejar hijos. Y el ridículo que ellos quieren
demostrar es que si hubiera resurrección de muertos, ¿de cuál de los siete era
mujer. Y así se lo plantean a Jesús para pretender ridiculizar la resurrección.
Jesús les responde sencillamente que no tienen idea de lo
que es el mundo sobrenatural y la realidad del Cielo.
Yo me sumo a esa respuesta cuando alguien me viene con planteamientos de lo que será la vida del
más allá. Porque lo primero que hay que establecer como base es que del “más
allá” no hay nada que poder decir porque es otra realidad que no se corresponde
a los baremos y medidas del “acá” donde vivimos.
Para un creyente no hay más respuesta sino que es el
encuentro con Dios o la pérdida de Dios. Y pare Vd. de contar. Todas las demás
elucubraciones sobran. Porque ni el ojo
vio ni el oído oyó, ni el entendimiento alcanza a comprender lo que Dios tiene
destinado a sus escogidos. Sobra toda otra imaginación. Y cuanto puede
alguien querer imaginar es materializar una realidad puramente espiritual y
misteriosa.
Para un no creyente, ha de tragarse que su vida, sus
afanes, sus ansias de felicidad innatas, la capacidad de amor, quedan
enterradas o incineradas el día siguiente a su muerte y ya no tienen más.
Penosa conclusión que derrota por completo todo el sentido de la persona y la
reduce al puro fin animal. ¿En qué quedaron todas las luchas y aspiraciones y búsquedas
de su vida? Muerto al hoyo y vivo al bollo.
El mundo está muy enfermo, se le ha endurecido el corazón, se ha empeñado en hacer lo que se opone a la voluntad de Dios: Crimen, aborto, guerras....Sus válvulas no funcionan y muchísimos hombres sufren una axfisia total; así no es posible la vida ...hay que recogerlos y ponerlos en las manos deL Creador a la mayor brevedad posible...
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