Liturgia:
Comenzamos con el libro de la
Sabiduría: 1, 1-7. Partamos de centrar el objetivo: habla la Sagrada Escritura
de una Sabiduría que no es la que se aprende con estudios y aprendizajes sino
la que viene de Dios. No es una sabiduría humana sino divina, Que empieza por
la JUSTICIA (en el sentido bíblico de santidad,
bondad…) y se desarrolla en pensar
correctamente del Señor y buscarlo con un corazón entero, no dividido, no
perdido entre otras cosas. Esa sabiduría que no necesita pruebas porque es una entrega plena en los brazos de
Dios, y se revela a los que no desconfían.
La verdadera sabiduría
no entra en almas de mala ley ni habita en cuerpo deudor del pecado. Y como
proviene del Espíritu de Dios, rehúye la
estratagema, el engaño, los apaños, y levanta
el campo ante los razonamientos sin sentido. Todo lo contrario de “la mano
izquierda”, de las medias verdades y las medias tintas, de las razones
engañosas con la que uno trata de justificar en sí lo que no es justificable.
La sabiduría es amiga de los hombres y no
deja impune al deslenguado. Si es verdadera amiga, no admite la verborrea,
la palabrería, todo ese conjunto que lía en vez de aportar pensamiento de Dios.
El espíritu del Señor, llena la tierra
y quiere envolverla en verdadera sabiduría, acorde con el pensamiento de Dios.
Lc 17,1-6 encierra tres temas: de una parte, el tema del escándalo. El escándalo no es sólo la
inducción al pecado mortal. El escándalo se da allí donde hay un mal ejemplo
que rebaja en su intento a quien procedía en el camino del bien. El escándalo
puede darse lo mismo en palabras, que en malos ejemplos, que en omisiones. Es
sencillamente una realidad con la que se hace perder fuerza o hace desistir de
un buen camino, de una ilusión legítima.
Sabe Jesús que eso es mucho más peligroso cuando se tiene
delante a un débil (un “pequeño”) porque tiene menos defensas, menos dónde
apoyarse, y es más fácil de sufrir las influencias. Sobre todo cuando esas
influencias provienen de quienes deberían dar buenos impulsos y buenos
ejemplos. Por eso Jesús ha puesto el caso en el escándalo a los pequeños,
porque es más dañino. “Pequeños” no son solo los niños. Son los que tienen
menos formación, menos carácter, son más influenciables. Aquellos sobre los que
se puede ejercer una cierta “autoridad”, porque los “pequeños” los creen más
formados, más en posesión de la verdad.
Por eso, y porque se puede hacer mucho daño, Jesús llega a
decir que más les valía a esos que escandalizan, que le encajaran al cuello una
rueda de molino y lo arrojasen al mar… Es tremenda la sentencia pero revela algo
muy serio en la mente de Jesús.
El segundo tema es el de la ofensa. Ofendidos una o siete veces, la reacción que se pide para el
ofendido es el perdón. ¡Siempre el perdón! Basta que el ofensor pida su
disculpa y pida perdón. No puede el ofendido permanecer en su ser de ofendido
sino que tiene que perdonar. ¿Y si el otro no pide perdón? ¿Y si no reconoce su
culpa? La realidad es que prevalece siempre la actitud de personar, como Dios
perdona, como Dios usa de la misericordia, y no porque el hombre haya manifestado
su arrepentimiento, sino porque Dios es Dios. Así nos quiere Jesús. Aunque
seamos ofendidos “siete” veces (que indica tantas cuantas veces pueda ser uno
ofendido).
El tercer tema es la
fe. La fe que no se limita a creer una verdad y admitir un dogma, sino la
fe que se entrega y se pliega plenamente a la palabra de Dios, y la acoge sin
sordinas ni “explicaciones” que rebajan el tono. La fe contra toda razón. La fe
abandonada en brazos del Señor. El que tiene esa fe, podrá hacer que la morera
que está plantada en el monte, se arranque de raíz y se plante en el mar. Esa
fe, aunque fuera como un granito de mostaza, esa diminuta semilla a la que
Jesús recurre más de una vez para explicar sus cosas.
San Leandro, Obispo de Sevilla; un gran santo español que participó en el tercer Concilio de Toledo. Predicaba sobre la unidad de los pueblos y recomendaba una única semilla: sembrarla dulzura de la caridad.
ResponderEliminarCallar ante situaciones complicadas puede ser humildad...También puede ser el modo para no complicarnos la vida. Modo cómodo y soberbio de persistir en el propio egoismo. Humildad es ir decididamente y hablar. Pedir disculpas es fácil si se va con el corazón en la mano; un simple gesto, una sonrisa...un beso. Todos deseamos solucionar las situaciones tensas. Perdonar los errores es el primer paso para vivir en paz.