Durante los días 7, 8 y 9 no voy a
poder poner el blog porque estoy en lugar sin cobertura de Internet.
Sí os pido
que me ayudéis con vuestras oraciones en el ministerio que voy a desarrollar,
Dios mediante.
Liturgia
Otro relato ejemplarizante del libro de Tobías (2, 10-23):
el hombre que –en la desgracia- no protesta contra Dios ni culpa a Dios de lo
sucedido. El relator indica que Dios
permitió que le sucediese esta desgracia para que, como Job, diera ejemplo de
paciencia. Lo que le había ocurrido era precisamente efecto de su constante
trabajo a favor de los demás: que se sentó a descansar junto a una tapia y allí
le cayó en los ojos excremento de una golondrina, por cuya causa quedó ciego.
La tentación no se dejó esperar y llegó de parte de parientes
y gentes importantes, que vienen a echarle en cara que no le ha servido de nada
su fidelidad al Señor. Pero Tobías no se rebela contra Dios por su ceguera sino
que siguió imperturbable en el amor a
Dios, dándole gracias todos los días de su vida. Éste es el mensaje que
quiere dejarnos la narración que tenemos entre manos; que a Dios no se le culpa
de las desgracias, y que lo que sucede malo no vuelve contra Dios el alma de
una persona bien formada y sinceramente religiosa. Respondía a los que le
incitaban: No digáis eso, que somos
descendientes de un pueblo santo y esperamos la vida que Dios da a los que
perseveran en su fe. Es una teología perfecta, una verdadera avanzadilla de
la teología que nos legó Jesucristo, que siempre estuvo a lo que Dios quería,
recibido con una profunda fe.
Tobías era delicado de conciencia y –a juzgar por lo
siguiente- rayando en lo escrupuloso. Su mujer tuvo que salir a ganar el pan de
la familia, y un día le regalaron un cabrito. Cuando lo lleva a casa y lo
escucha balar el bueno de Tobías, llega a temer que haya sido robado y pide su
devolución. Lo cual exalta más aún a la esposa contra él, y le ataca –cosa muy
corriente- por el sentido religioso: ya
ves de lo que te ha servido hacer limosnas. Aparte de la suspicacia que ha
supuesto su imaginación de robo, adonde conduce el relato es a esa paciencia
con la que sobrelleva el ataque constante que recibe contra su fe. Y en ello
hay una buena oportunidad de hacernos pacientes ante los ataques fáciles con
que pretenden ridiculizar nuestra fe, cuando en realidad esa fe es
profundamente arraigada en una certeza absoluta de que DIOS ES BUENO Y HACE
TODO BIEN.
El evangelio de Marcos (12,13-17) nos sitúa ante una
“tentación” que le ponen delante a Jesús a propósito del pago del tributo al César:
¿Es lícito pagarlo o no? Si dice que
sí, se echa encima al pueblo. Si dice que no, lo acusan ante el poder civil.
Y Jesús se vale de una estratagema. Pide que le enseñen la
moneda del tributo, y pregunta de quién es la imagen y la inscripción: “Cesar,
divino emperador”. Y seguramente muy extrañados de aquella pregunta tan
infantil, le responden: ¡Del César!.
Con lo que Jesús se escapa aparentemente por la tangente, diciendo: Pues al César dad lo que es del César. Y
aquí venía la parte fuerte de la respuesta: la inscripción era falsa en su
contenido, porque el César no es “divino”. Más bien la verdad es que el César
es tan humano como los demás en su relación con Dios. Y por tanto lo mismo que
al César hay que pagarle su tributo para las mejoras sociales y las obras
públicas, el propio César debe pagar el
tributo de dar a Dios lo que es de Dios.
Por tanto, una cosa es el tributo o impuesto que debe pagar todo buen
ciudadano, y otra cosa es que el César es ciudadano respecto de Dios y le
corresponde rendir también tributo a Dios: no tiene nada de divino.
Se me antoja práctica esta respuesta de Jesús para nuestra
vida diaria. Muchas personas “no tienen tiempo para lo espiritual”. Tienen
muchas cosas que hacer…, y todas van antes que lo que corresponde a Dios. Lo “de
Dios” va dejándose para “después”…, con lo que acaba por no hacerse. La
respuesta de Jesús debe reflexionarse: al “César” (lo humano y material) hay
que darle “lo suyo”, pero a Dios hay que
darle las cosas y el tiempo de Dios. Habrá que compaginar tiempos y orden,
para que Dios no quede sinb lo que es suyo.
Ser cristiano es ser una persona comprometida consigo misma y con la Comunidad. El cristiano, fiel a su Bautismo,sabe que tiene una misión en el mundo: collaborar con Jesús en su Plan salvífico de todos los hombres y, para eso tiene que estar "metido en Dios" a través de la oración, de los sacramentos y de la santificación de sus quehaceres, sin olvidarse que es levadura, metida dentro de una humanidad que tiene que transformar Siempre con Jesús, nuestro Maestro, el Faro que ilumina todas las realidades creadas, no nos faltarán las fuerzas y el amor para proyectarlo sobre la Comunidad.
ResponderEliminarAma y respeta las normas de una convivencia honrada, y no dudes de que tu sumisión leal al deber será,también vehículo para que otros descubran la honradez cristiana, fruto del amor divino, y encuentren Dios.
ResponderEliminar