Liturgia.- San Juan Bautista
San Juan Bautista es el único santo del que se celebra su
nacimiento. Se celebran el de la Virgen y el de Jesús. El de la Virgen, porque
fue concebida y nació sin pecado original. El de Jesús, porque era Hijo de Dios
y no podía tener pecado. Y el de Juan Bautista porque el llegar María a la casa
de Zacarías en la montaña de Judea y saludar a Isabel, ella fue llena del
Espíritu Santo y el niño fue santificado en el seno de la madre y nació ya sin
pecado. Los demás santos celebran el día de la muerte porque su santidad es el
resultado de una vida, mientras que Juan Bautista ya nació libre del pecado.
En la 2ª lectura de su fiesta (Hech 13,22-26), Pablo habla
de la descendencia de David
(Jesucristo), Salvador de Israel.
Pero antes de que él llegara, dice
Pablo, Juan predicó a todo el pueblo de
Israel un bautismo de conversión. El papel de Juan fue el de preparar la
venida de Jesús, tratando de que aquel pueblo y aquellos dirigentes se
dispusieran a aceptar un nuevo camino. Y
eso necesitaba de una penitencia, un
cambio muy radical. De ahí que el propio Juan Bautista fuera un hombre muy
extremoso en sus modos de vivir y en su comer (se alimentaba de saltamontes y miel silvestre y vestía piel de camello),
exigiéndose a sí mismo un cambio muy fuerte que se expresaba en esa austeridad.
Bien podía exigir a los demás que ellos también fueran más
austeros y vivieran una penitencia. Todo para preparar el camino al Señor, enderezando lo torcido, allanando los
valles y terraplenando los montes… [Es lo que se hace aun hoy cuando un
personaje llega a un lugar: que primero le han preparado el terreno de la mejor
manera posible]. Juan Bautista quería dejar al futuro e inmediato Mesías un
pueblo bien dispuesto. Ese Mesías venía
detrás de él, y Juan no se ve digno ni de ser su criado para desatarle las
correas de sus sandalias.
Jesús tuvo en mucha estima al Bautista, y les hizo ver a
los propios discípulos de éste que Juan
no era una caña agitada por el viento, ni un cortesano que viste de sedas.
Para Jesús es un Profeta y más que
profeta. Tan es más que cualquier profeta de Israel, que Jesús lo define
como el mayor de los nacidos de mujer.
Y fue el hombre que acabó su vida degollado por defender ante Herodes una
situación moral, que Herodes tenía conculcada por vivir adúlteramente con su
cuñada.
Por algo Juan fue uno de esos personajes bíblicos a los que
Dios mismo asignó un nombre propio, que fue el de Juan, tal como el ángel le
anunció a Zacarías en el templo, mientras el anciano sacerdote oficiaba el
incienso de la tarde. Y Zacarías no se lo llegó a creer porque él era anciano y
su esposa estéril y lo que menos podían esperar ahora era descendencia. El ángel le dio la señal de una mudez hasta
que llegara el día en que él pondría a su hijo el nombre de Juan, contra toda
la costumbre existente de llamar al hijo con el mismo nombre del padre.
El evangelio de la fiesta (Lc 1, 57-66. 80) nos aporta ese
momento especial, con ocasión de la circuncisión del niño, ritual de
incorporación al pueblo judío. Los parientes y conocidos llamaban al niño
“Zacarías” (como su padre), e Isabel se planta delante para decir que no; que
se va a llamar Juan. Testimonio de una
mujer y tan contrario a la costumbre, no le dieron crédito, y le preguntaron a
Zacarías, quien pidió una tablilla y escribió una frase lapidaria, porque no
dijo que “se iba a llamar Juan” sino JUAN ES SU NOMBRE. Ya lo traía
puesto, porque venía a realizar la misión a la que Dios le había destinado. Y
el nombre de Juan es “misericordia de
Dios”, y Dios lo tenía destinado a ser el anunciador de Jesús, que traía la
misericordia definitiva de Dios a la humanidad.
No me resisto a una consideración que hizo el propio Jesús
al elogiar a Juan y considerarlo “el mayor de los nacidos de mujer”, que era
una alabanza sin precedentes. Y es que Jesús añadió entonces, que el que sigue
ya a Cristo en el Nuevo Testamento, es ya más importante que Juan. Es que Juan
es el hombre que está a caballo entre la antigua etapa sin Cristo y la nueva
etapa cuando Cristo ya ha nacido. Y entonces el discípulo de Jesús está en
ventaja porque pertenece a una “nueva generación”, el Testamento de la Gracia,
cuando Jesús ya ha redimido y salvado a la humanidad. Y en esa situación tan
superior estamos nosotros. Ojalá que sepamos seguir aquellas huellas del gran
Bautista, en lo que se refiere a fortaleza, seriedad de sus compromisos,
fidelidad a su misión, y perseverancia aun cuando las cosas se vuelvan
difíciles.
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