Liturgia
Hoy la Iglesia está de fiesta. Celebramos la solemnidad de
los Santos PEDRO Y PABLO, los dos apóstoles puntales de fe cristiana, Pedro en
la parte más centralizada en el mundo judío, y Pablo en el gentil. Pedro, como
Piedra fundamental (Tú eres Pedro y sobre
esta piedra edificaré mi iglesia), y Pablo recorriendo otros lugares y
siendo “el evangelizador”, el incansable comunicador de la doctrina de Jesús,
que va explicando y concretando mucho de lo enseñado por el Maestro.
La liturgia de la solemnidad divide la materia entre los
dos, aunque llevándose Pedro la primacía. En Hech.12,1-11 se nos describe la
liberación milagrosa de Pedro, encerrado en la cárcel por Herodes. Ni el propio
Pedro llegaba a creerse aquella liberación, y pensó que se trataba de una
visión. Pero el hecho fue real: Pues era
verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y
de la expectación de los judíos.
Luego en el Evangelio (Mt 16,13-19) encontramos el texto
base en el que Jesús declara a Simón que es PEDRO (=Piedra) sobre quien
edificará Jesús su Iglesia, declarándole que la confesión que ha hecho Simón
sobre Jesús, como “Mesías, el Hijo de
Dios vivo”, era mucho más que lo que Simón podía ver, tocar y palpar: en
realidad era una revelación que había venido de Dios, por lo que Simón dejaba
de ser simplemente Simón para ser el dichoso
Simón, hijo de Juan, que quedaba convertido en Pedro, que recibía las llaves del Reino de los Cielos, con las que
ataba y quedaba atado en el cielo; desataba y quedaba desatado en el cielo,
es decir, recibía plenos poderes como continuador y vicario de la obra de
Cristo, la Iglesia de Cristo.
Con la particularidad de que no era sólo la persona de
Simón Pedro la que recibía aquella autoridad, sino todos sus sucesores que
habían de ocupar el lugar de Pedro.
Por su parte, Pablo es el inseparable en la construcción de
esa Iglesia, aunque no caminara al lado de Pedro, porque sus trabajos
apostólicos se habían ido dirigiendo por caminos muy distintos, aunque acordes
en la doctrina y en el amor a Jesucristo. Que allí donde surgieron iniciales
diferencias en una obra tan ingente que estaba haciéndose, dos hombres de Dios
dialogaron y estudiaron el espíritu imbuido por el Maestro, para acabar
confluyendo en unos puntos comunes esenciales.
Escribiendo a su discípulo Timoteo (2ª, 4,6-8.15-18),
define Pablo lo esencial de su personalidad: Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es
inminente, He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido
la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor me premiará en
aquel día. Pablo mira ya hacia atrás. Hace su examen de conciencia y tiene
la satisfacción del deber cumplido. Puede esperar con confianza la corona
definitiva, que Jesús le va a entregar.
¿Por qué puede cantar victoria? Porque el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el
mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Ese fue su título. El
que sacó de una de sus conversaciones con Pedro: que él se dedicaría a los
gentiles. Ahora esa es su honra y su corona. Puede esperar el premio merecido.
La Iglesia de Jesucristo está asentada sobre esas dos
columnas. Lo que quiere decir que nosotros nos alimentamos de esos dos
cimientos. Las cartas de Pablo son prácticamente alimento constante en la
liturgia y en la enseñanza. Y en cuanto a Pedro, sus cartas son menos conocidas
y menos usadas, pero “PEDRO” sigue alentando la Iglesia cada día desde la
acción del magisterio papal.
Y hoy día sería muy a tener en cuenta porque el PEDRO
ACTUAL está dando una ingente catequesis diaria, desde sus cortas
intervenciones diarias en Santa Marta, a sus más amplias catequesis de
miércoles y domingos. Y lo que es inadmisible es que haya católicos en “guerra”
mental (y a veces no tan mental) contra las enseñanzas del Papa, precisamente
porque este PEDRO se ha tomado en serio el Evangelio de Jesucristo y está
buscando conducir las actuaciones eclesiales por la línea de la misericordia,
la comprensión, la compasión, el respeto a las otras formas. Lo que hizo
Jesucristo frente a los ancianos de las piedras contra la adúltera, o con la
prostituta en casa del fariseo, o de cada sábado saliéndose de la “norma” para
presentar a las gentes la grandeza del Corazón de Dios. ¡Pero todavía hay “más papistas
que el Papa”, y más falsos profetas con piel de oveja!
Sólo añadir un matiz acerca del último párrafo. Todos los Papas que yo he conocido, que no han sido muchos, concretamente dos, se habían tomado en serio el Evangelio de Jesucristo. Y los anteriores de los que he leído un poco, también, como fueron Juan Pablo I y Pablo VI. El asunto es que cada Papa tiene una forma de ser y expresar, y Francisco tiene la suya. En cualquier caso, Cristo que es el que conduce su Iglesia, nos ha dado en este momento de la historia a Francisco, por una razón.
ResponderEliminarYo invitaría a los pastores de la Iglesia (en general) y de mi Diócesis en particular , (porque para invitar a los seglares ya están los pastores), a que confíen más y traten de impregnarse del aire fresco que Francisco ha traído a la Iglesia, porque su pontificado es ahora, no es eterno, y hay que aprovechar el tiempo de Gracia.
Le mando un abrazo.
"Estos son los que mientras moraron en la tierra con su sangre plantaron la Iglesia: bebieron el Cáliz del Señor y consiguieron ser amigos de Dios"(Entrada).
ResponderEliminarLos dos, son testigos de que para ser verdadero discípulo de Cristo, hay que aprender a afrontar todas las tribulaciones, enfermedades, persecuciones y, hasta el martirio si llegara el caso. Pablo reconoce haber combatido bien su combate y ahora lo que quiere es unirse del todo a Cristo y ,por eso esperaba, sin amargura, su liberación definitiva.
Ya están los socialistas poniendo su granito de arena para crear problemas a nuestro PEDTRO. Confio en el poder del Espíritu Santo que es Quién se cuida de su Iglesia y vamos a pedirle que interceda ahora por España. Creo que tenemos que unir nuestrs oraciones a las oraciones sacerdotales para que tengan más eficacia ante Dios porque necesitamos un "milagro grande" para luchar contra las políticas que favorecen al sector LGTBI.
La verdad es que desde León XIII todos los Papas han sido buenos, casi todos santos; y, el Papa Francisco no tiene ni que morir para ser un santo.Hay mucho y muy bueno que hablar de nuestros Papas y de sus Encíclicas. Les mando un abrazo. MªJosé Bermúdez.