NOVENA al
Sagrado Corazón
Día del
Sagrado Corazón de Jesús
Sin
metáforas, San Pablo escribe a los Romanos (5, 5-11) que “el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones”. Y se ha
manifestado en la muerte de Cristo que murió
cuando todavía éramos pecadores”. En su Resurrección somos salvados por su vida.
Ese Jesús resucitado se aparecerá a sus apóstoles siempre con su paz y
amor: Paz a vosotros, saludo con el
que sigue ayudándonos desde el Cielo.
Sigamos
las lecturas de la fiesta de hoy en el Ciclo A.
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Y si
pasamos a la 2ª lectura (1Jn 4, 7-16) tenemos ya todo “traducido” a Jesucristo:
En esto se manifestó el amor que Dios nos
tiene: en que Dios mandó al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio
de él. En esto consiste el amor: no en
que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo
como propiciación por nuestros pecados.
San
Juan saca la conclusión de ese amor inmenso de Dios, manifestado en Cristo, y
es que también nosotros debemos amarnos
unos a otros. Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su
plenitud.
No
expresa la Sagrada Escritura que todo eso sea el Corazón de Jesús, pero el amor
se simboliza en el Corazón, y el lenguaje normal hace decir que alguien ama
“con todo su corazón”. Y el Corazón de Dios se ha hecho patente en el Corazón de Jesucristo. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios
nos tiene y hemos creído en él. Dios es
amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.
El
Evangelio (Mt 11,25-30) encierra uno de los párrafos más hermosos que pronunció
Jesús desde el fondo de su corazón: Venid
a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi
yugo y aprended de mí, que SOY MANSO Y
HUMILDE DE CORAZÓN, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es
llevadero y mi carga ligera. ¡Ahí ha salido directamente el Corazón de
Jesús!, MANSO y HUMILDE…, pacífico y acogedor, tierno y amplio. Que no niega
que su seguimiento lleva el yugo del dolor, pero que sabe hacerlo suave con el
ejemplo de su vida y de su propia muerte por amor. Sobre todo POR AMOR, porque
su obra está movida siempre por el amor
En la
fiesta del Sagrado Corazón, hemos de agradecerlo y alabarlo, y formular deseos
y propósitos de que este amor se haga realidad en nuestra vida. Que tengamos la
experiencia personal de sentirnos objeto particular del amor de Jesús, y que
esa experiencia nos arranque amor afectivo hacia él. Como decía del amor de
Dios la 1ª lectura: porque se ha
enamorado de ti, así sea nuestra respuesta al Corazón de Jesucristo:
respuesta de enamorados que nos sentimos envueltos en ese caudal de afecto
hacia quien lo merece todo.
Comenzábamos
la novena pidiendo CONOCER A JESÚS para SEGUIRLO. Y ya entonces desembocábamos
–con la petición de San Ignacio de Loyola- en que todo eso era PARA AMARLO. Y
es que Jesús, una vez conocido, bien conocido, conocido al modo que se nos
presenta él mismo, no puede dejar de ser amado, por ser la Persona que en todo
es buena, que en todo actúa como tal persona buena y que pasa por la vida
haciendo el bien. Eso lleva consigo una necesaria respuesta de amor. Y ahí
confluyen los dos amores y ahí se polariza el culto verdadero del Corazón de
Jesús. El elemento del amor extendido hacia el prójimo va inmerso en el amor a
Jesucristo, porque no podría entenderse ni una letra del evangelio si no
estuviera nuestro corazón abierto al otro, al hermano, al “otro cristo” que
queda ante nosotros. Y ahondando en su verdadera dimensión, sobre todo cuando
ese hermano es el débil, el necesitado, el que tiende su mano hacia nosotros
porque espera de nosotros lo que aquellos leprosos, ciegos, cojos,
paralíticos…, esperaron de Jesús.
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