NOVENA AL
SAGRADO CORAZÓN.- Día 2º
Más de una vez he observado
los rostros de gentes espirituales, y he podido comprobar que hay un rictus de
caras serias, por no decir tristes. Parece que la espiritualidad tiene que
vivirse en la expresión de la tristeza como si ello diera más empaque a la
profundidad del espíritu.
Sin
embargo nuestra idea y nuestro sentir sobre Dios ha de ser siempre EN LA
ALEGRÍA. Dios es alegre. Así, con
ese título, publicó una editorial muy conocida un libro de chistes religiosos,
haciéndonos sentir que la vida espiritual y la fe y el sentido de Dios en un
creyente de verdad, no sólo es compatible con la alegría sino que se
desenvuelve mucho mejor en la alegría. La alegría da alas para vivir la vida
espiritual, para potenciar la fe profunda de la persona, que muchas veces
necesita ir acompañada del sentido del humor.
Yo recomiendo muchas veces a
determinados penitentes que “se miren al espejo”. Que sepan dejar una sonrisa
ante la propia imagen macilenta que se asoma al espejo. Y que con el espejo por
delante sepan echar sentido del humor ante los sucesos personales, que tantas
veces se consideran terribles, y la verdad es que no son nada trágicos
objetivamente, sino en esa visión tétrica con la que los enfoca la mirada
pequeña que no deja ver más allá de la propia nariz. El espejo debe devolver la
imagen con las comisuras de los labios extendiéndose hacia las orejas,
esbozando esa sonrisa sobre uno mismo, que es –testificado por los psicólogos-
un gesto de destensamiento de esas tensiones interiores que se padecen sin
necesidad, por la sobrevaloración que se da a hechos o dichos o situaciones que
no tienen en sí mayor trascendencia.
El Corazón de Jesús nos impulsa a la alegría.
Porque el Corazón de Jesús –ya lo insistíamos ayer- es el AMOR PERSONIFICADO, y
el amor no produce nunca tristeza, máxime cuando es un amor sin fronteras que
se desparrama por todas partes y crea alrededor un círculo de bienestar. Y ese
bienestar produce alegría interior, felicidad, estado placentero. El Cielo, que
es precisa y esencialmente DIOS, la presencia permanente de Dios, es ese estado
de supremo bienestar que nunca se acabará, y que mantiene el gozo intenso del
alma. Si alguien vive aquí abajo el estado habitual de alegría interna, está
adelantando el cielo a esta tierra. O bien puede decirse que ha adelantado su
vivencia de amor gozoso de su alma y, por consiguiente, le ha unido al Sagrado
Corazón de Jesús.
He repetido más de una vez
lo de “alegría interior”. La alegría no se confunde con la carcajada, ni todas
las personas expresan por fuera su alegría. Hay semblantes que parecen tristes
y que sin embargo bullen de paz y gozo interior intensos. En ellos también hay
alegría de muchos quilates aunque no salga expresada habitualmente al exterior.
Lo que distingue a esas personas de las otras macilentas son la fuerza de sus
obras exteriores. El que lleva su alegría dentro, está abierto a la alegría y
tiene una visión optimista de la vida, y tiene sentido del humor y sobrepasa
las dificultades. El otro es el que ve siempre la media botella vacía y no
tiene el impulso de reír porque todo le huele a cuerno quemado.
Dios se manifiesta en sus
obras, y su obra es SU AMOR PARA CON
NOSOTROS. O sea: Dios se nos manifiesta visiblemente en JESÚS y en el amor de
Jesús hacia nosotros. Y como el amor –ya lo dijimos- se simboliza en el
corazón, las obras amorosas de Dios para con la humanidad están expresadas en
EL CORAZÓN DE JESUCRISTO. Eso es lo que explica precisamente el sentido del
Corazón de Jesús: Corazón abierto por amor; Corazón signo de amor… ¡y eso nos
produce alegría! Realmente el Corazón de Jesús es alegre… La imagen habitual
del Corazón fuera del pecho, nos está revelando que la alegría del amor sale
hacia afuera y se manifiesta a nosotros para hacernos siempre alegres, y para
que el culto que rendimos al Corazón de Jesús, vaya expresado en sentimientos
de alegría.
Podemos mirar a fondo
nuestras obras y el motor interior que las impulsa…; el bien que hacemos y el
cómo se vive ese gesto de amor que empleamos con alguien. Y debe de responder a
un sentimiento interior de alegría. Ya lo dice la Sagrada Escritura: Dios ama al que da con alegría, al que
su generosidad le brota de una fuente interior de alegría. Y las obras no se
convierten nunca en un mero compromiso que cumplir sino que salen del fondo del
alma que se hace generosa desde la alegría profunda que anida en su corazón. Y
de corazón a Corazón se establece una comunicación que tiene por manantial el
AMOR. Y el AMOR queda patente en ese CORAZÓN DE JESÚS, que se hace contagioso a
todo el que se acerca a él y bebe de él. AMOR ALEGRE, sentimientos gozosos, que
nos contagia el amor sin fronteras que brota del CORAZÓN SAGRADO DE JESÚS.
María
TRADUCE su alegría en SERVICIO y así lo hizo marchando a ayudar a su pariente
Isabel, encinta ya de seis meses.
Todavía no conocemos a Dios; pero Él nos hace sentir hambre y sed de Dios.Sabemos que Él se vale de signos, de acontecimientos, de mediaciones para buscarnos y señalarnos el camino que nos tiene que llevar a CASA. Yo recuerdo muy bien cuando fui alcanzada por Dios , recuerdo aquella noche que me desperté "bañada en sangre.." Aquella "herida",aún está abierta; no la he podido curar con otras cosas. Desde entonces soy feliz y vivo en Su Presencia de noche y de día. Ningún hijo puede estar triste si está con su Padre que es AMOR.
ResponderEliminar