Como Jesús, dar alivio a
los necesitados
Invitó a no pesar sobre los demás con nuestros puntos de vista,
nuestros juicios, nuestras críticas o nuestra indiferencia
06 de julio de 2014 (Zenit.org) - El papa Francisco rezó este
domingo el ángelus desde la ventana de su oficina en el Palacio Apostólico, que
da hacia la plaza de San Pedro en donde le esperaban miles de fieles. Con
motivo de la oración dirigió las siguientes palabras
«Queridos hermanos y hermanas, ¡buen día!
En el evangelio de este domingo, encontramos una invitación de
Jesús, dice así: 'Vengan a mi todos ustedes que están cansados y opresos, y Yo
les daré alivio'.
Cuando Jesús decía esto, tenía delante de sus ojos a las personas
que encontraba cada día por las calles de Galilea, tanta gente simple, pobres,
enfermos, pecadores, marginados. Esta gente lo seguía para escuchar su palabra,
que daba esperanza. Las palabras de Jesús dan siempre esperanza. Y también para
tocar aunque fuera solamente el borde de su vestido. El mismo Jesús buscaba a
estas muchedumbres, cansadas, acabadas, como ovejas sin pastor. Así lo dice Él,
y las buscaba para anunciarles el Reino de Dios, y para curar a muchos en el
cuerpo y en el espíritu.
Les llama a todos a sí, vengan todos a mí, y les promete alivio y
consolación. Esta invitación de Jesús se extiende hasta nuestros días para
llegar a tantos hermanos y hermanas oprimidos por las condiciones de vida
precaria, situaciones existenciales difíciles y a veces sin válidos puntos de
referencia. En los países más pobres, pero también en las periferias de los
países más ricos se encuentran tantas personas cansadas y acabadas debajo del
peso insoportable del abandono y de la indiferencia, ...la indiferencia. Cuanto
mal le hace a los necesitados la indiferencia humana, y peor aún, la de los
cristianos.
Al margen de la sociedad, hay tantos hombres y mujeres probados
por la indigencia, pero también por las insatisfacciones de la vida y la
frustración. Tantos se ven obligados a tener que emigrar de su patria, poniendo
en peligro la propia vida, muchos más llevan cada día el peso de un sistema
económico que explota al hombre y le impone un yugo impensable que pocos
privilegiados no quieren llevar.
A cada uno de estos hijos del Padre que está en el Cielo, Jesús
les repite: “Vengan a mi todos ustedes”. Pero también lo dice a aquellos que
poseen todo y su corazón está vacío. Está vacío, corazón vacío y sin Dios.
También a ellos Jesús le hace esta invitación: “Vengan a mi”, la invitación de
Jesús es a todos. De manera especial para estos que sufren más. Jesús les
promete dar alivio a todos, pero también nos hace una invitación, que es como
un mandamiento: “Tomen el yugo sobre ustedes y aprendan de mi que soy manso y
humilde de corazón”.
¿En qué consiste el yugo del Señor? En cargar el peso de los otros
con amor fraterno. Una vez recibido el alivio y la consolación de Cristo
estamos a su vez, llamados a ser consolación y alivio para los hermanos, con
actitudes mansas humildes a imitación del Maestro. La mansedumbre y humildad
del corazón, nos ayudan no solamente a hacernos cargo del peso de los otros,
pero también a no pesar sobre ellos con nuestros puntos de vista, nuestros
juicios, nuestras críticas o nuestra indiferencia.
Invoquemos a María Santísima, que acoge bajo su mato a todas las
personas cansadas y acabadas, para que a través de una fe iluminada,
testimoniada con la vida, podamos ser alivio para quienes necesitan ayuda,
ternura y esperanza».
Después de rezar el ángelus, el Papa saludó a todos cordialmente
“romanos y peregrinos”, a los fieles de diversas diócesis allí presentes, entre
los cuales a los de la parroquia de Salzano, en la diócesis de Treviso, en
donde fue párroco Giuseppe Sarto, después papa san Pio X, de quien se cumplen
100 años de su muerte.
Y también “de manera particular y afectuosa “a todos los
pobladores de la región italiana de Molise, “que ayer me han recibido en su
tierra y también en su corazón”. Y se despidió pidiendo: “no se olviden de
rezar por mí, y lo también lo hago por ustedes”. Y concluyó con su ya conocido
“¡Buona doménica e buon pranzo!”.
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