TESTIGO DE LA
FE
Celebra
hoy España la fiesta de Santiago, el apóstol de Jesús, constituido Patrón de
España, y en ella venerado su sepulcro, centro de peregrinaciones de ese
ingente número proveniente de todas partes, y -habrá que decirlo también- de
toda creencia e increencia. Pero de cuya experiencia no quedan indiferentes
quienes hicieron esa famoso “camino de
Santiago”, en sus múltiples recorridos y trayectos.
Lo
que impetramos hoy en la Oración de la Misa es que sea fortalecida la fe en España y, por su patrocinio, España se
mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos. No es pequeña petición,
ni ajena a una realidad actual.
Perdida
ya la fecha como FESTIVIDAD PLENA, y dejada a día laboral, es evidente que queda perdida para la reata de las
mentes que no han tenido ni sentido el calor de una fiesta de todos,
precisamente FIESTA porque viene a ser germen de la fe cristiana, cuna de esa “nueva
España” que recibía la fe apostólica, la fe en Jesucristo.
Quienes
seguimos en esa línea creativa de la fe, y con la esperanza de una España que “se mantenga fiel a Cristo hasta el final de
los tiempos”, vivimos hoy la ilusión de un nuevo milagro de siembra
evangélica, desde el patrocinio del primer apóstol mártir, cuyo sepulcro se
conserva en España.
La
Liturgia solemne comienza describiendo (Hech 4) aquella situación de una vida “política”
en la que estorbaba el recuerdo del nombre de Jesús. Los dirigentes religiosos
habían prohibido a los apóstoles nombrar a Jesús. Era la gran táctica (por si
nos sirve pensar y comparar), porque no nombrándolo se convierte en un “inexistente”,
y detrás de eso ya se extingue todo lo que se refiere a Él. Y no habiendo quien
tenga y mantenga los principios fundamentales de Él, quedan hechos unos
corderitos mansos, manipulables, para todos los efectos espurios que quiera el
gobernante (o el mafioso antirreligioso, ateo, o belicosamente hostil contra la
Iglesia de Jesús).
Los
apóstoles no cayeron en esa trampa, y como llevaban a Jesús prendido en sus
almas, siguieron predicándolo. Y hubieron de volver a los tribunales… Y allí –ante
el tribunal- se pronunció una respuesta que buena falta nos haría experimentar
a todos los creyentes en Cristo: Hay que
obedecer a Dios antes que a los hombres, sin necesidad de estar ante los
tribunales. ¡O en ellos!
El
hecho fue que Herodes acabó decretando la muerte de Santiago, el hermano de
Juan. No se explican más razones ni porqués en ese plano civil (incivilizado).
El hecho es que Santiago (Mt 20-28) respondió así al reto que le lanzó Jesús
aquel día en que los dos hijos de Zebedeo –Santiago y Juan- azuzados por su
celosa madre, pretendieron hacerse con los puestos de privilegio de un supuesto
reino humano (“mesiánico”) de Jesús, en el que ellos ocuparan los primeros “ministerios”.
Jesús
les retó. “¿Podéis beber el cáliz que yo
he de deber?”. Y estoy seguro que no tenían ni idea de lo que Jesús les
decía. Y no porque Jesús les hubiera ocultado nada –que hacía pocos minutos que
le había expresado “el camino” de persecución y cruz al que se dirigía-, sino
porque también ellos quisieron seguir la táctica del avestruz, e ignorar lo que
no les gustaba saber.
Pero
la pregunta, con ese componente personal afectivo: “el cáliz que Yo he de beber”,
les hizo mella hasta el punto de responder decididamente: “Podemos”. Y así le encontró
a Santiago el martirio, con su “PUEDO” en toda regla, y siendo realmente el “privilegiado”
primer apóstol mártir de Jesucristo. PUDO. He ahí la fuerza imponente de Jesús
(a la que el “mundo” tiene tanto miedo, y por cuya razón se va “cepillando” la fe del pueblo, disimulada y alevosamente…
Lo que se busca es el achicamiento de unos cristianos que van dejando de ser
verdaderamente fieles, para convertirse en borreguitos mansos, cuando no sea
que están “huidos” de su fe, de su Bautismo, de su FIDELIDAD.
Cuando
Pablo describe al apóstol 2Cor 4, 7-15) dice, con un dramatismo impresionante: Llevamos este tesoro en vasijas de barro,
para que se vea que una fuerza tan extraordinaria no procede de nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos
aplastan; estamos apurados, pero no desesperados (=desesperanzados);
acosados pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda
ocasión y por todas partes llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que
también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
Nos
sonará a narración épica. Que se lo digan a los cristianos que hoy están
viviendo estas situaciones abiertamente en sus países africanos, y no por ello
se refugian en sus casas para no complicarse la vida. Ahí les sale el “PODEMOS”
con una fuerza que nosotros tendremos que recuperar para hacer nuestra fe
verdaderamente vital. Santiago no renueve a todos los niveles y en todos los
estamentos, edades y situaciones.
San
Ignacio nos hará pedir –ante la Pasión- experimentar
y sentir dolor con Cristo doloroso,
quebranto con Cristo quebrantado; lágrimas y pena interna de tanto como pena
Cristo por mí…
RECUERDO QUE NO SÉ SI ESTOS PRÓXIMOS DÍAS PODRÉ ACUDIR A LA CITA DIARIA, por ausentarme de la base y desconocer las condiciones que me vaya a encontrar para "emitir".
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