10 oct.- ORAR
SIEMPRE
Orar
“siempre” puede tener doble sentido: no
dejar de orar en ninguna circunstancia; no
cesar de estar orando a cada instante. Los dos son válidos, pero no
posibles al pie de la letra. Ni Jesús pretendía decir un imposible.
“No dejar de orar” es la conciencia de
cualquier creyente que se sabe dependiente de Dios, colgado de la mano de Dios.
En cualquier circunstancia y situación, en lo benéfico y en lo adverso, el
corazón se va a Dios. Es como un resorte interior que lleva a la persona a esa
elevación de su mente: “¡Dios mío…!” En la salud y en la enfermedad, cuando se
vive la vida normal y cuando se entra en el riesgo, en la situación imprevista…
Es ya como in instinto interior espiritual, que va impulsado por el motor de la
fe.
En el Evangelio
de hoy –Lc 11, 5-13- Jesús está en otro aspecto muy importante: la plena
confianza en ese Dios que Él acaba de mostrar como PADRE, para saber, gustar y
sentir interiormente que puedo y debo dirigirme a Él siempre, insistentemente,
y –si usáramos expresiones humanas- pesadamente.
Si
bien Jesús concluye en tres modos de lo mismo: Pedid y recibiréis, buscad y
hallaréis, llamad y se os abrirá…,
el grueso de su enseñanza lo ha expresado como a él le gusta: con un
cuentecillo…, metiendo por los ojos lo que quiere que quede diáfano: que
tenemos que ser constantes y permanentes en nuestra insistencia al Padre. Como
aquel amigo A que se ha encontrado con una visita inesperada y se dirige al
amigo B (a horas intempestivas) porque necesita unos panes para atender a los
visitantes. El amigo B se escuda en la hora, en los hijos, en estar acostado…,
para decirle que no. Pero el amigo A está en una necesidad y acaba haciéndose
pesado y “molesto”…: hasta ahí le lleva su necesidad.
Como
el amigo B, al fin y al cabo es humano, acaba levantándose por la impertinencia
del amigo A, y dándole los panes. Y
Jesús concluye: Pues hacedlo así con Dios…,
hasta “importunándolo”… ¡Preciosa imagen para ponernos delante la grandeza
del Corazón de Dios, que no se siente importunado…, que le agrada nuestra
confianza, que escucha con gusto… Hay quien dice: tengo ya cansado a Dios de tanto pedirle. Se equivoca. Dios no se siente cansado
por ello. Diremos –si usamos nuestros sentimientos- que se siente halagado. Se
goza. Le encanta. A esa oración
sin intermisión es a la que Jesús se refiere. Y en la que concluye con
su triple modo de incitarnos a pedir, llamar, buscar…
La
conclusión que Jesús ofrece es que Dios siempre da cosas buenas a quienes le
piden, o como dice este texto de San Lucas, Dios da Espíritu Santo.
Es la contraposición a esa observación de Jesús sobre el padre que si su hijo
le pide pan no le da una serpiente, ni si le pide un huevo le va a dar un
escorpión. (Las típicas hipérboles de Jesús –exageraciones andaluzas- para
dejar evidencia de que nunca se pierde nuestra petición a Dios, y que toda
petición tiene una respuesta positiva y buena). Y al mismo tiempo una
conclusión a tener muy en cuenta: que Dios dará, abrirá…, no equivale a
convertir se una máquina a la que se le echa una moneda y da el chiche
apetecido. Porque Dios es Dios y ve con mucho más horizonte, y sabe lo que realmente
necesita la persona, y puede cambiarle el DON.
En
la oración que se ha hecho, el peticionario va modificando su primer objetivo;
va centrándose más en lo principal; va abandonándose más en la voluntad amorosa
y sabia de Dios; va rindiéndose ante lo inesperado y va experimentándolo con
paz, con profunda paz. No le han dado “los panes” que pedía…, pero el amigo le
ha ofrecido su propia mesa.
Un
aspecto que puede ser interesante: el orar sin interrupción puede pensarse por
alguien como un poco angustioso. ¡Y lo sería si se toma materialmente la
expresión! ORAR INSISTENTE no significa
estar como una cinta sin fin repitiendo la petición. Se trata de un estado de oración: una forma es el
ofrecimiento a Dios cada mañana de todo el día que empieza entonces, de modo
que –con el dicho de Pablo a los colosenses- todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del
Señor. Desde l comienzo, todo ya está depositado en sus manos. Durante el
día podré ir actualizando en momentos puntuales. Pero todo lo que hay en medio,
ya es oración sin intermisión. Lo
que sería estresante, imposible, inhumano, es que el médico que está en plena delicada
intervención quirúrgica, o el contable que está con sus cinco sentidos sobre
los números, tuviera que estar “orando” a la vez. Lo que pasa es que esa intervención que se
pone desde el comienzo en manos de Dios, o ese zambullirse en las cuentas
porque esa es la obligación…, ya es orar continuadamente.
Al
final Jesús ha puesto a la persona ante una serie de grandes convicciones y
valores: el hijo de tal PADRE cuenta con agradar a su Padre; cuenta siempre; se
siente siempre dependiente de su Corazón de Padre; se siente seguro confiando
en Él; se abandona completamente, porque sabe que tiene ese Padre en los Cielos
(y junto a él aquí en la tierra), y que siempre ese Padre le dará cosas buenas…
Y sobre todo, le dará Espíritu Santo…,
se dará el Padre a sí mismo, PORQUE ES PADRE.
Dios es mi seguridad . Mi roca firme .
ResponderEliminarEn la oración constante,es donde el Señor da luz para entender las verdades.Y sin esa luz,caminamos a oscuras.Con ella,penetramos en el misterio de Dios y de la vida.
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