15 oct.: Santa
Teresa de Jesús y sinceridad por delante.
Fiesta
litúrgica y –por tanto- con Lecturas propias. Una primera lectura [Ecclo 15,
1-6] acentuando la sabiduría (término
bíblico de orden muy significativo en la dirección hacia a Dios…, o proveniente
del mismo Dios). Se compone de sensatez, prudencia, confianza en Dios, firmeza…
Y un nombre perdurable (Con todo lo que ese “nombre” significa en el
sentido espiritual). Y pasando al Evangelio [Mt 11, 25-30], la clave de toda sabiduría es conocer a Dios, “y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y
nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel
a quien Él se lo quiera revelar”. Estamos en eso: cómo Jesús quiso revelar a
Teresa al Padre, y como ella –con su nueva sabiduría- pudo escribir esas joyas
descriptivas autobiográficas, o esos pozos sin fondo de sus manifestaciones
místicas. No cabe duda que Teresa había
recibido esa gracia de la revelación de
Dios por parte de ese Cristo que le enamoró y por el que ella fue lo que
fue.
Sus
escritos, de alto valor teológico, espiritual, descriptivo y místico, le
llevaron a ser considerada Doctora de la
Iglesia.
La lectura continua (Lc 11,
17-41]
Habría momentos
en que no variaría mucho si se prescinde un día de la “lectura continua”. Pero el capítulo 11 de Lucas forma un
conjunto que es un todo, si se quiere
entender en su contexto cada narración, aunque pudiera aparecer como relatos
separados, como un mero mosaico variado de exposición de sucesos.
Lucas
no ha perdido el hilo desde que acusaron a Jesús de echar demonios con poder
diabólico. Han sucedido reacciones, y ayer veíamos la misma reacción de Jesús,
muy dolido. Hoy un fariseo invita a su mesa a Jesús, cuando Jesús había acabado
de hablar. ¿Por qué aquella invitación? ¿Qué pretendía aquel fariseo, tras esas
situaciones tan recientes?
Ya
puede intuirse que el fariseo no fue precisamente delicado con Jesús. No
aparece ninguno de los signos propios de recepción del huésped, cuando esos
detalles de acogida eran tan normales. En cambio sí está pendiente el fariseo
de que Jesús se dispone a comer y no hace
los lavados rituales para la comida, ni limpia por fuera la copa y el plato.
Todo eso era no mera higiene, sino “ritual religioso”…, obligación “de
conciencia”. ¡Y Jesús no lo hizo! Y se sintió observado y juzgado por los
comensales y por el mismo anfitrión!
Jesús
no se deja dominar por el respeto humano, y no se calla por el hecho de estar
allí como invitado. No se queja de los detalles
que no tuvieron con Él. Pero se queja de
la hipocresía de aquellos hombres, y se lo dice: vosotros
limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y
maldades. Jesús va al grano. Con Él
no va la mentira, la apariencia, lo ritual… Lo de fuera puede estar brillante,
pero ¿y dentro?, ¿y el corazón?, ¿y los sentimientos, los juicios…? Ahí está el meollo de la enseñanza de Jesús.
Basta ir a los capítulos 5, 6 y 7 de San Mateo para ver que Jesús está haciendo
aflorar todo lo oculto –lo íntimo de la persona-, frente a la apariencia de las
bondades externas.
Lo
de fuera es muy fácil de presentar con brillo…, y además darle ellos un sentido
“espiritual” ritual. Pero todo eso es falso si no entramos en las bases mismas
del corazón: nuestras miradas “a bote pronto”; nuestros enjuiciamientos
rápidos, nuestros juicios desde ese fondo sucio nuestro, las palabras que
brotan instintivas… Todo eso interno es
el verdadero retrato de la persona. Lo de fuera puede ser un reflejo…, pero
también puede ser una hipocresía, un aparentar, una falsa bondad.
Por
supuesto que esta mañana ya he orado largamente sobre esa realidad en mí. Y
ahora proyectaría hacia afuera porque debe ayudar a otros. No lanzo dardos (que
serían un boomerang contra mí mismo), sino tiendo puentes de sinceridad de cada
cual. Todos nos consideramos buenos (y
por eso somos como somos y nos mantenemos siendo así). ¿Está limpio el corazón?
Cuánto hacemos, omitimos, hablamos, corregimos o enseñamos, ¿es realmente
salido de la limpieza de un corazón, libre de prejuicios, de celos, de orgullos
personales, de complejos? En palabras de Pablo: ¿Cuánto hablamos o hacemos está
hecho a pura gloria de Dios?
Jesús
transigió con todo y con todos. ¡Menos con la hipocresía!, la apariencia falsa
que engendra mentira y se pone caretas para disimular el verdadero rostro.
Y
ahora sería el momento de entrar en esa revisión
de vida…, de los entresijos hondos que mueven nuestra vida, nuestra
religiosidad, nuestra “verdad”, nuestro sentido de hermandad, asociación, comunidad, “colectivo”, familia, relación hacia
afuera… Cada uno empezaríamos por la mirada a ese peculiar pozo personal
que es nuestro propio corazón…, nuestras intenciones, nuestros
sentimientos. Luego puede ser bueno mirar
cómo nos proyectamos…, si “a pecho descubierto” o con la “careta” de turno para
hacer “nuestra representación cómica”.
¿O a lo peor…, la llevamos puesta?
O nuestra satisfacción es que tenemos bien lavada la cara y no hay
maquillaje alguno que disimule lo que verdaderamente somos cada uno.
Un
aspecto que resaltan los escritos de Santa Teresa es su sinceridad. Teresa de
Jesús es la que ella misma retrata. Ese es su magisterio espiritual.
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