3 octubre: San
Francisco de Borja
el hombre que pasó de la Corte real al
servicio de Dios, en la Compañía de Jesús, ante la visión de lo efímero de las
glorias y bienes humanos.
No
hace muchos días vimos a Jesús enviando a sus Doce apóstoles con una misión
evangelizadora. Por lo mismo, con poderes sobre el mal, y con una base de PAZ
para llevar a cabo su misión. Tan era obra de Dios, que ellos no debían ir
apoyados en algo humano que los respaldase. Sólo LA PAZ. Y de ella habían de hacer bandera de
presencia y de acción de Dios.
Hoy
ensancha Jesús el círculo de los misioneros que han de ir delante, a las aldeas
y pueblos adonde Jesús iría después (Lc 10, 1-12). Son 72: por tanto no se
habla de los apóstoles. No llevan poderes extraordinarios contra los males del
cuerpo o del alma. Tampoco llevan pertrechos para su seguridad. Lo que llevan
son dos valores inalterables: uno es la consabida PAZ con la que deben llegar a
cada sitio, con la que deben permanecer, o –cuando no haya gente de paz- de
donde deben salir. Y precisamente porque
su riqueza es la paz, no deben ni llevarse los polvillos de impaciencia pegados
a sus pies. El otro valor es su anuncio
cierto de que –se les reciba o no- está
cerca el Reino de Dios. A la llegada de ese Reino no le va a hacer de obstáculo
que haya una parte del mundo que no quiere vivir en paz, que no son agentes de
paz. Ya se llevan tragado –Jesús se lo
ha advertido- que los envía como corderos
en medio de lobos…, una herencia que no se acaba en aquel grupo de
misioneros, sino que se sigue prolongando a través de los siglos, y que hoy día
tiene un repunte muy notable en las actuales persecuciones y matanzas que se
están dando contra los católicos en diversos lugares de Asia y África,
especialmente. Y dado que es mucha la
mies a recoger, y muy pocos los segadores, hay
que pedir al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. [Próximos ya a la semana misionera del
DOMUND, tiene una especial fuerza esta palabra de Jesús].
De
los detalles de la narración se pueden ver algunas iluminaciones para el
momento actual. Estamos en la que
podremos llamar la era de los laicos.
En esos 72 es evidente que los laicos son enviados por Jesús. Que en el grupo
de discípulos –no apóstoles- había un plantel de seglares que podían hacer una
labor directa de preparación a la llegada de Jesús.
Aquí
–como queda dicho- no hay poderes para obras extraordinarias. Pero el contagio
de esta forma de vida que ha inaugurado Jesús no necesita de poderes que no
sean el testimonio de personas decididas e ilusionadas con la misión que llevan
adelante. O quizás podría decirse mejor:
están atraídos por Jesús…, han entrado de tal manera en su Corazón, en sus
sentimientos, en su valentía y en su capacidad de sacrificio, que esos 72 van
entusiasmados a poder comunicar el gran
valor que tienen en sus manos: van a comunicar A JESÚS, preparándole el terreno.
Han
escuchado el dolor de Jesús ante la carencia de misioneros, y han dado el paso
adelante, como aquel profeta: Aquí
estamos; envíanos. Y Jesús acepta el ofrecimiento de aquellos seguidores
suyos, pero lealmente les advierte que no van en paseo triunfal, sino como corderos en medio de lobos. Y aceptan el envite.
Y
lo aceptan tal como Jesús lo diseña: sin apoyos que ellos pudieran procurarse. Ni talega ni alforja en la que pudieran
llevar pertrechos por si las cosas no van bien… Algo más extraño: sin sandalias. Sería como el símbolo de
la carencia de lo más normal para quienes han de ir por diversos lugares. Y finalmente: no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Con aparecer como cosa rara, en realidad es
una recomendación muy inteligible: que vayan al grano; que vayan a lo que
van. Y si tenemos en cuenta que entre
aquellas gentes los “saludos” podían durar una hora, la encomienda de Jesús es
comprensible.
La
recomendación básica: ir siempre en son
de paz y alejarse de los que no la tienen o no la quieren. Norma característica de quien tiene la fe de
Cristo. Y cuando surgiera una hostilidad a la fe, salirse cuanto antes, sacudir
los pies para que no quede ni rastro de esa impaciencia, y marchar a un lugar
de PAZ. Entonces, quedarse. En región y clima de paz, ya se puede todo.
Aunque
con gentes de paz o ante quienes ni la tienen ni la dejan tener, un anuncio
esencial: De todos modos, el Reino de Dios está cerca. Ese mensaje es para esculpirlo en todos
nosotros, que nos debemos sentir metidos en esos 72… Y nos queda que orar a toda marcha por ese
campo tan ancho y tan necesitado de segadores.
Es curioso cómo se queda ahí –sin decirlo expresamente- que los 72
llevan misión de sembrar y preparar el terreno, y sin embargo Jesús ya está
mirando al desarrollo y recogida de esa siembra. ¡Es precisamente la fuerza
íntima que lleva el Reinado de Dios!, el que Jesús viene a poner de manifiesto,
el que Él viene a enseñar y establecer de forma definitiva. Pero –como en tantas cosas- lo que Él podría
hacer solo, no quiere hacerlo sino con hombres y mujeres que colaboran y dejan
ahí lo mejor de sí mismos. Se me viene
una ráfaga al pensamiento: ESO ES PRECISAMENTE EL APOSTOLADO DE LA ORACIÓN.
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