25 oct.: Saber
“leer” los SIGNOS
Hoy
he recurrido a un comentario porque sé que hay una continuidad en el
pensamiento de Lucas, pero estamos caminando los últimos días con apariencia de
“saltos”. El comentarista ve en el evangelio de ayer –el fuego para que arda el mundo”…, “la guerra” que se opone a la paz
del orate (carente de entendimiento y reacciones), van más dirigidos a sus apóstoles.
No es simplemente el fuego del entusiasmo, de ardiente entrega a causa del
reino de Dios, sino el fuego de la
discordia: Jesús desea ya que empiece la
lucha, porque esa es su misión y para eso ha venido. Significa que –a pesar
de todo- “la gente” aún no se ha movido, y Él quiere que empiece ya a ponerse
en movimiento. Él es el que se mete en
ella yendo delante. Pero esa ida de avanzadilla supone sacrificio para Él y
para quienes le sigan.
Por eso,
ahora se dirige al pueblo, a los oyentes que se vienen a Él. Y les dice que no
quiere aquí hablar de paz (su PAZ es otra) sino de la guerra, la división, porque el mundo (las formas del mundo) se han
hecho enemigas de Dios, y eso empuja a cada cual a decidirse por Dios o contra Dios. De
ahí las divisiones en la, misma familia…
Y cuando
ahora –en el evangelio de hoy (Lc 12, 54-59) se va a hablar de los signos externos, está totalmente dentro del
mismo discurso de ayer. Somos muy capaces de barruntar lo que va a suceder en
cosas materiales y humanas. Tenemos “olfato” de fututo…: va a suceder tal cosa Allí
habla Jesús de algo tan natural como el aspecto del, cielo. ¡Y acertáis! Entonces, ¿cómo
es que no barruntáis la llegada de la novedad del tiempo mesiánico, siendo
así que tenéis tantísimos signos para poder colegir que ya ha llegado? Pretende Jesús que tengamos criterio, “capacidad crítica” para descubrir un tiempo nuevo, y –por tanto-
unas necesidades nuevas, unas exigencias nuevas.
Esto es lo
que está hablándoles a las gentes de a pie. No hace falta haber estudiado
teología para tener ese olfato interior que le descubre a cada uno que su
actitud, su modo de estar, su manera de vivir, su forma de enjuiciar, sus
reacciones…, deben entrar en la “criba” de los
signos evangélicos… Que ya no se es “bueno” por rezar, dar limosna, ofrecer
Misas… Que los signos del tiempo presente
piden una capacidad crítica, sin
escudos de autodefensa, para afrontar la realidad que tenemos por delante. No cabe la menor duda que el Papa se ha
lanzado a la piscina con decisión, y que está incitando a hacerlo. Porque él ha
concluido claramente que el tiempo se ha
cumplido ya.
A la vez, la gran humanidad de Jesús añade una explicación que va con
lo anterior…: cuando alguien te pone pleito, y vais ya camino del tribunal, procura avenirte por el camino con tu
adversario…, que más te vale que llegar al final, con tantas imprevistas
consecuencias. Es precisamente un nodo
de echar un cable a aquella gente, sabiendo que los cambios profundos de la
vida no se dan como el que le da a un interruptor y se hace la, luz. Hay un camino… Hay que dialogar [oración que busca la voluntad y los gustos de Dios], cuestionarse a sí mismo las “seguridades” [saber
dudar, porque ninguno tenemos la
verdad absoluta], contar con la lucha [si
quieres de verdad LA PAZ]… Todo eso se
puede ir resolviendo en el día a día, con la buena fe y la sincera honradez de
quien reconoce y acepta que aún le queda para llegar. Y en ese trayecto de la vida, ir encontrando
el punto en que los signos vayan suscitando posibilidades que yo tengo delante.
[Los signos no tienen que venir “del Cielo” con un angelito rubio. ¡Cuántas
veces el signo surge en una discusión, en que el interlocutor echa
mano de lo que puede picarle al otro…,pero le está diciendo la impresión mala
que le produce! ¡Cuántas veces el signo viene de un amigo que –por serlo-
advierte al otro amigo! El signo puede
surgir viendo una película, o yendo por la calle. El tema es si somos capaces
de “traducir esos signos”, o por el
contrario ponemos “el mosquitero” para que “no nos molesten”.
Una vez más, y aprovechando ese símil de “mientras vais de camino”, mi
recomendación es que sepamos tener mucha paciencia y no pretender solucionarlo
todo…, que es la manera de no solucionar nada.
Ni caer en la estupidez de que “no tengo que cambiar nada” porque lo
evidente es que hay que modificar “algo”. ¿Por qué no señalarse un “pequeño
algo” como objetivo de “un trecho del camino” en que se puedan ir haciendo
paces con el adversario? Y no me refiero
al pasteleo de “la mitad para ti, la mitad para mí”. En el “camino” avanzamos hacia el tribunal, y
hemos de ser muy honrados para buscar una solución justa…, que es la que a mí me va a ir haciendo JUSTO, con esa Justicia
que imita y reproduce la de Dios, que es el totalmente SANTO, el plenamente
VERDADERO. Ahí está el punto para contrastar –por “el camino”- mi propia vida…,
barruntando en los signos del tiempo
presente que hay un camino por recorrer. Ni por “sabios”, ni por “mayores”,
ni “por jóvenes”…, tenemos ya el camino hecho…, ¡pero ni conocido del
todo! La labor que Jesús nos pone delante es muy humana…, y muy sinceramente
CRISTIANA (al modo de Cristo).
El otro día me contaban que alguien dio un testimonio en radio María de como una familia entera que solía ir a la Iglesia, terminó por hacerse atea. Sólo uno de sus miembros tiempo después, regresó. Podemos culpar a la familia, o podemos mirarlo más bien desde el prisma que nos ofrece esta reflexión del P. Cantero. Yo me decanto por la segunda opción. De hecho, aquí estoy yo, a mis 42 años, después de casi diez intensos años de vida comprometida con la Iglesia, y jubilado para muchas cosas, tareas y actitudes en la Iglesia, en parte por voluntad propia, y en parte empujado por las circunstancias que movieron mi voluntad en una dirección concreta, lo cual no deja de ser una pena, y ya me lo dice a menudo mi madre. Pero esa es la realidad, y mientras muchos no vea n , seguirá sucediendo. Y el problema, es que el tiempo se acaba, y lo que se pierde por el camino, luego no se puede recuperar, al igual que en un campo de batalla, mueren muchos inocentes, simplemente porque pasaban por allí y les alcanzó la bala, a veces porque el que tenía al lado no se percató y no le cubrió el flanco.
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