22 oct.:
Servidor de sus siervos
Jesús
nos trasmitió esta parábola de Lc. 12, 35-38. Que si observan y comparan, dice
algo distinto de otra similar. En esa otra, el amo regresa y hace que le sirvan
sus buenos y fieles criados que han aguardado su regreso. Aquí, con ese estilo de Lucas que va por lo
llano, el amo llega, y no se sienta él a comer, sino que él se ciñe el mandil,
y hace sentarse a sus criados porque se lo han ganado por su fidelidad,
constancia, y esa espera sin bajar la guardia.
El amo es quien sirve y –por decirlo de alguna manera- “paga” a sus criados
el haber sabido esperar decididamente.
Cuando
pasamos esta parábola a la realidad –contada por el propio Jesús- la vida ha de
ser una espera serena, laboriosa, aprovechada. El día que el Señor se presenta
(no sabéis ni el día ni la hora), es
Él quien viene al encuentro del servidor
bueno y fiel, para inmediatamente pasarlo al banquete de su Señor,
ese BANQUETE que representa la eternidad, el abrazo del Dueño, del Padre del
Cielo.
La
exhortación que hace Jesús a tener las
luces encendidas y la cintura ceñida –dos condiciones de disponibilidad-,
es lo que ahora tenemos delante. La espera es nuestra propia existencia, que
nunca sabemos en qué punto estamos…, ni cuánto nos queda. Pero lo que sí es
digno de reflexión es la actitud de la persona ante ese pensamiento. Admira esa
serenidad y naturalidad de tantas personas, que no se han puesto a dramatizar
el instante que –por lo demás- desconocen. Apenan esos otras que viven en la
angustia de la muerte que vendrá… Y
apenan porque sufren antes y sin necesidad, lo que no saben de qué modo se va a
presentar. Sería mucho más pacífico para el alma y beneficioso para el cuerpo
dar por sentado que vamos abocados a la muerte, y que es mucho más hermoso
saber darle sentido AHORA a la vida.
Vivir
la vida con la suficiente fidelidad como para no tener que hacer otra cosa que
gozarla lo más dignamente posible, y tenerla ya entregada en los brazos de
Dios, Padre y misericordioso, conducidos por ese gran AMO que viene a sentarnos
a la mesa y hacernos paladear EL BANQUETE que nunca acabará.
Estoy
viendo a los insatisfechos de la vida, los que acentúan sus carencias, los que
pasan hasta angustias pensando en ese punto cero…,
o punto
plus de su existencia terrena. Precisamente la 1ª lectura de hoy
vendría a darles respuesta, con la insistente contraposición que hace Pablo de “lo
que damos los humanos”…, de lo que pone
Dios. Y Dios desbordó su benevolencia
enviando a Jesucristo para que donde
abundó el delito, sobreabundara la Gracia.
Y la Gracia es DON, puro DON. Y a
eso es a lo que no llega el que pone los prismáticos del revés. ¿Qué el pecado trajo la condena? – La JUSTICIA (=misericordia
plena de Dios) traerá la salvación”.
¿Que la desobediencia de uno nos
convirtió en pecadores? – La obediencia
de OTRO nos convierte en JUSTOS.
Precisamente por eso El propio
Señor nos sienta a la mesa del Banquete y se pone a servirnos. ¿No estamos viviendo una Historia de
SALVACIÓN? ¿Por qué nos empeñamos en
hacer de la vida una checa de temores?
Decididamente
no ha de ser el momento final del cuerpo mortal ni un centro de meditación, ni
una preocupación, ni una obsesión. La consabida frase de San Luis Gonzaga
expresa la mejor verdad para ese momento.
Estaba en recreo, jugaba alegremente… Un pio compañero se tira “su
bigote espiritual” y le pregunta: - Hermano Gonzaga: ¿qué haría Vd si le dijeran
que iba a morir ya? Y el Hno. Gonzaga,
con toda parsimonia, respondió: “Seguiría jugando”. ¿Esperaba el pío compañero que el santo
Hermano Luis saliera por un “irse a la
capilla” o cosas semejantes? Pues
no: lo hermoso de la vida es vivirla en cada instante con la plenitud que exige
el momento en que se está. Lo que venga, cuando venga, como venga…, ni lo
sabemos, ni nos hace falta saberlo. ¡Sigamos JUGANDO! Démosle a la vida diaria el inmenso valor de iluminar con nuestras lámparas y tener ceñida
la cintura. Lo demás, es cosa del
Señor. ¡Y del Señor, nos podemos FIAR a
pie juntillas! [Y saldrá por ahí el que
diga: “si del Señor me fío…; de quien no me fío es de mí”. Habríamos vuelto al “protagonismo del YO” y
de “nuestras maldades”…, casi anulando al Señor
que se ciñe, sienta a la mesa y sirve a sus leales criados que supieron
aguardar su llegada. ¿Ninguno se
había dormido antes? ¿Ninguno se habría quejado algo de su suerte? Eso ya no
cuenta. Cuando llega el Amo y encuentra a sus siervos en vela, ese Amo es fiel
y tiene un Corazón infinito, a la vez que humano…, y por tanto, sabiendo lo que
hay en el hombre. Pero Él no se
escandaliza. Dios tiene mucha paciencia,
nos enseña también la revelación.
Y
para que quede todo dicho y tampoco se escandalicen otros: ¿hay criados capaces
de emborracharse, dormir, maltratar, no aguardar la llegada del Amo? -Por supuesto que los hay. Son holgazanes,
malos servidores, encerrados en lo suyo sin dejar siquiera resquicio a esa
entrada de la sobreabundancia de la
sangre de Jesús. Por eso son expresados
con la palabra: malditos, que se
compone de “mal” “dichos”…: que no se puede decir bien de ellos, ni siquiera en
un instante final, porque se empeñaron en vivir “en el lado de allá”. Pero para eso es menester estar mucho más locos
de lo normal. De ahí ese dicho de un autor: para ellos no sería menester el
Infierno. Les basta un manicomio.
La anecdota de S. Luis Gonzaga muestra a una persona que tiene una paz interior grandisima y una confianza enorme en Dios y cree que lo está sirviendo debidamente. Influye también la juventud del santo.
ResponderEliminarPor contraste cuando se es mayor al mirar atrás no pueden dejar de ver las veces que el servicio a Dios no ha estado a la altura que debiera, que si... que pensemos que eso ha pasado, que en el momento actual es mejor el servicio, pero yo al menos no puedo olvidar mi incorrecto comportamiento con el Amo. Si yo me envcontrara satisfecho sería un acto de soberbia por mi parte, solo queda esperar en la misericordia de Dios.