26 oct.: EL
MAL realidad y problema
Jesús se planteó –en su modo- lo que nosotros ahora
llamamos: el problema del mal. Una
triste realidad que existe, y que es –en sí- insoluble. Pero la que Jesús quiso
dejar claro que ni venía de Dios, ni la quería Dios.
Se
corta el discurso de todo este tiempo, en el que San Lucas ha ido desarrollando
una catequesis magnífica de la verdad y la honradez, frente a la hipocresía y
la falsía. Han sido dos capítulos [11 y 12], concatenados y aleccionadores].
En
13, 1-9 surge unos que vienen a contar un trágico suceso que ha ocurrido, y con
culpas humanas: Pilato ha sacrificado a varios galileos, que ofrecían
sacrificios…, y ha mezclado la sangre de los animales con la de ellos, que los ofrecían.
Jesús
se vuelve a su audiencia y les dice: ¿Creéis
que esos eran peores que otros, y por eso les ha ocurrido esa desgracia? Se responde a sí mismo: -Os digo que no. El
sacrificio de esos galileos ha venido por una causa humana…, por una decisión
civil…, por los motivos últimos que Jesús desconocía. Pero ahora, aprovechando
la circunstancia, Jesús estimula a sus oyentes a obrar bien, porque obrando mal
pueden tener peores males que los ocurridos a los galileos. Lo de los galileos ha ocurrido. Ellos no eran
más culpables. Pero si fuéramos a hablar
de culpas, ahí cada uno tenéis que cuidar vuestra vida para vivirla recta y ser
honrados ante Dios y ante los demás.
Jesús ha aprovechado la ocasión para excitar a la conversión. En ella está el punto verdadero de cada cual.
Nuevamente
se pone Jesús ante otro suceso que podríamos llamar más impersonal. La torre de
Siloé se desploma un día y coge debajo a 18 personas, que murieron en el acto. Aquí no hay culpa de nadie. Aquí ha jugado
mala pasada la casualidad de esos 18 que estaban allí o caminaban por allí. - ¿Pensáis
que esos 18 eran peores que otros y por eso les ocurrió a ellos? - Os digo que no. Vuelve Jesús a dejar claro que las desgracias
no tienen que ver con la maldad o la bondad. Suceden y han sucedido. No eran
peores. No han sido víctimas de sus pecados. Han sido víctimas del azar, de la
mala suerte, al coincidir su paso por allí en el momento en que la torre se
cayó.
Pero
Jesús aprovecha para advertir que le puede pasar a cualquiera, porque una
desgracia ocurre cuando ocurre. Pero ya sería distinto si vosotros no os
examináis y no os convertís. Ahí ya depende de vosotros, y sois vosotros los
responsables de vuestra propia vida y futuro. Y lo que pasa a quienes viendo,
no se convierten, es peor y más lamentable que lo de la torre aquella.
Pero
Jesús no deja así la cosa. Como decía ayer, Jesús hace camino para antes de que
podamos “ser entregados al juez, alguacil, carcelero…” Hay camino y por el
camino caben muchas cosas. Y Jesús da
ejemplo de lo que es “hacer camino”. Recurre a la parábola, como su mejor arma
para expresar caminos y sentimientos.
Un
dueño de un campo tenía una viña hermosa (símbolo de la prosperidad de un
familia judía). Y en la viña, una higuera (también típico del bienestar). Vino
a la higuera y se encontró que no tenía higos. “Haciendo camino” le dice al labrador
que la corte, porque está chupando jugo y haciendo daño a otras plantas. ¿Para
qué seguir ahí si no da fruto?
La
ventaja del “camino” es que nada está hecho ni urge de pronto cortar la
higuera. Más aún: el labrador es siempre un enamorado de sus plantas. Para él,
ni la higuera –aun estéril- le estorbaba. Y entonces le propone al dueño una
especie de trato: Déjala todavía un año;
yo le voy a dedicar más tiempo; la voy a regar, a abonar, a cuidar… Si en este
año no da fruto, la cortarás. [Imagino cómo sería la conversación al cabo
del año…]
A
través de eso ha explicado Jesús que Dios no es el que mete la guadaña a la
primera de cambio, ni el que deja que otros la metan… ¡Qué Dios no es autor del
mal!..., aunque el mal exista. Y que “el mal moral”, en que la persona ha de
cambiar y ha de dar fruto, tampoco es cuestión de prisas ni miedos. Hay que “hacer camino” y aprovechar ese
caminar junto a Dios para que se vayan resolviendo tantas higueras que no dan el fruto necesario… La paciencia de Dios es
infinita. Pero la persona ha de aprovechar “su camino” para cuidar, regar,
abonar…, para que esa “su higuera” responda a las expectativas del Dueño. A más
cultivo, más se alejará el momento de ir
al tribunal, al juez, al alguacil, al carcelero”, a que lo que tiene
remedio, se le busque y se alcance el final gozoso.
Del
“problema del mal”, ni Jesús ha podido dar respuesta. Ha dejado claro que no se
padece el mal ni por buenos ni por malos. Ni Dios lo hace ni lo quiere. La
naturaleza de las cosas y las personas es la que es, y el mal sucede. Distinto
es –a eso sí apunta Jesús- que ante las circunstancias de mal que puede ir
viniendo, sirvan a las personas sensatas para preguntarse: Qué puedo yo aprender de esto… Incluso ya desde la fe: ¿Qué
me quiere enseñar el Señor, a partir de esas realidades penosas que suceden o
me suceden? Porque lo que es
importante al final de todo, es “hacer camino” provechoso, y aún de los mismos
males, saber sacar bienes. Esto lo consiguen
los inteligentes y las personas que tienen una arraigada fe.
No
renunciamos ni a lo uno ni a lo otro.
Que eso es hacer camino…
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