7 octbr.:
Nuestra Señora del Rosario
Hoy
es un día muy señalado para la amplia Orden Dominicana. El Rosario tiene cuna
en ella, y es proyectado al mundo como modo de orar sencillo, agradable a la
Virgen, y germen y escuela de almas de oración, que hallaron en esa práctica
religiosa su alimento espiritual.
No
soy ajeno a los aires de fiesta de este
día, en que fui incorporado a la Compañía de Jesús hace ya… Un donde Dios, un beso de María, y como una
evocación de mi padre, que fue el paladín del rezo del Santo Rosario en nuestra
vida de familia.
Don
Ginés R. García Beltrán es el Obispo
actual de Guadix. En sus intervenciones periódicas en “Alborada” –breves minutos
de reflexión que ofrece Radio Nacional- tiene chispazos interesantes que
enriquecen muchas interpretaciones del Evangelio. Y como hoy se ha encontrado
con Lc 10, 25-37, ha hecho un comentario que enciende un matiz en la conclusión
del texto. Vayamos por partes.
Empezamos
por el doctor de la ley que viene a preguntar a Jesús una pregunta muy simple;
diríamos que innecesaria. Pero lo hace –dice el evangelista- para poner a prueba a Jesús. Como la
casta farisaica estaba tan reñida con todo lo que pudiera venir de Jesús, el
doctor de la Ley quiere comprobar si Jesús está en la ortodoxia de la doctrina.
Y le hace una pregunta de niño: Maestro:
¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Jesús le devuelve la simpleza y pregunta Él
al doctor: ¿Qué lees en la Ley? Y el doctor responde lo que estaba en su
mente de niño y en sus responsabilidades de mayor: Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, y con toda tu alma, y con
todas tus fuerzas, y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.
Jesús
se limita a decirle: Haz esto y tendrán
vida.
Es
evidente que el letrado se sintió ridículo porque había venido con una “trampa”
para Jesús en la que él mismo había caído. Y de alguna manera había que salir
de allí. Entonces pregunta: ¿Y quién es
mi prójimo?
Ahí
es donde Jesus tiene su terreno…, donde el doctor tendrá que retorcerse su
mentalidad. Jesús no le define al “prójimo”. Jesús era poco amigo de conceptos mentales. Y
se lo explicó con una parábola que, en realidad echaba chispas. Un hombre es
atacado por ladrones en pleno camino. Nadie alrededor. Nadie le puede socorrer.
Los ladrones le roban, le apalean y le dejan medio muerto. Y ahora viene la intencionalidad de Jesús: Acertó a pasar por el lugar un sacerdote.
Vio de lejos al caído…, y dio un rodeo y se marchó. Y viene más tarde un levita (servidor del
Templo) y hace lo mismo. Para saber más el sentido de esas “huidas”
del lugar del suceso hay que tener en cuenta que los que iban a servir al
altar, quedaban impurificados (y no podían servirlo) si tocaban un cadáver.
Ellos, de lejos, no saben si aquel desgraciado del camino está muerto o vivo.
Para ellos vale más su servicio al altar que acudir a una necesidad (que puede
ser vital). [Ya bastaba con ese “dibujo”
para que Jesús le preguntara: ¿quién es el prójimo? Pero Jesús llevó el “cuadro a unos trazos
mucho más fuertes]. Quien baja ahora es un samaritano (despreciable para los
judíos y tanto más para los defensores de la Ley); un hombre que viene a hacer sus negocios…
Pero que ante el caído en el camino, deja de pensar en lo suyo y se va directo
al pobre herido. Le presta primeros auxilios desinfestándole y suavizando sus
heridas con aceite y vino (su aceite y su vino, que podían ser parte de su
mercancía). Y luego lo sube a su propia cabalgadura, lo traslada a la posada.
Allí sigue cuidándolo. Y como necesita irse, encarga al posadero, le adelanta dinero
y le dice que si gastara algo de más, se lo pagará al regreso.
Bien
se ve que Jesús utilizó pinceles finísimos para perfeccionar el cuadro. El doctor tragaba saliva porque le estaba
dando Jesús donde más le dolía a su autosuficiencia de doctor judío. Pero Jesús
acabó el cuadro siendo Él quien preguntaba al doctor: ¿Quién crees tú que se portó
como prójimo? Más saliva tenía que tragar el doctor que
había venido a “probar a Jesús”… Tendría que haber respondido una palabra
abominable para él: ¡el samaritano! Y
la eludió. Aunque daba igual, y casi que la mejoró al expresar el fondo de la
cuestión: El que practicó la misericordia con el herido. Jesús se limitó
a decirle: Anda; haz tú lo mismo. [Ya llevaba bastante con tener que hacer lo
que un samaritano había hecho, y que servía de modelo…]
Don
Ginés se fijaba expresamente en que “el prójimo” no era el herido, como
normalmente se puede aplicar. El PRÓJIMO era el samaritano. Él fue quien se
hizo próximo, cercano, inmediato. Él fue quien acudió como la sangre a la
herida. Él no preguntó quién era, de qué casta era… Él sintió el instinto natural
de ser PRÓXIMO a la necesidad de quien estaba herido. Y todo su ser se puso en
movimiento, y todas sus capacidades, y su mismo dinero y tiempo. Él fue
PRÓJIMO.
La
palabra final de Jesús es muy escueta: “Anda,
y haz tú lo mismo”.
Hablamos
naturalmente para inteligentes. No valdría sacar la conclusión del metomentodo al
que le faltara la sindéresis de la razón y anduviera con las narices en medio
de cualquier situación.
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