24 oct.: Fuego
y Sangre
Lc
12, 49-51 nos trae esos modos de hablar de Jesús que levantaba a la gente de
sus asientos. Se lanza al ruedo con una expresión llamativa. “He venido a traer fuego al mundo, y ¡ojalá
estuviera ya ardiendo!” A boye
pronto podrían traducirlo algunos como la frase de un desesperado que quisiera
ver arder el mundo como Nerón gozó con el incendio de Roma. Nada más diferente
a una desesperación… Un ansia profunda de ver a un mundo ardiendo en las llamas del Reino, Reino salvador…, reinado de Dios,
en donde cada uno sintiera en sí los ardores de una novedad maravillosa, la que
Él quería implantar.
Pero
no es la expresión de un pirómano despechado sino la de un mártir que prevé ya
lo que va a ser todo eso…: “Tengo que pasar
por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!”. No era una desesperanza sino un dolor
angustioso ante un bautismo de sangre…, de su Sangre, al que va con un doble
sentimiento: la angustia de una vida que se truncará en plena flor; la angustia de que –pese a ello- el mundo no
se deja abrasar por ese fuego en el que Él quisiera envolverlo como envuelven
los brazos de una madre… Siempre es doloroso morir sin tener que morir…, pero
cuando se ve que el mundo no va a dejarse envolver por ese abrazo amoroso
salvador, el sentimiento de angustia es mayor aún.
Nueva
expresión, que trastorna y despista a simple vista: “¿Pensáis que he venido a traer paz? – No, sino división”. Otra vez nos dejas perplejos, Señor. Tu
lucha, tu recomendación, tu carné de identidad es LA PAZ. ¿Cómo es posible que
salgas ahora con esto?
Muy
sencillo: porque cuando el mundo se pone del revés, no se puede vivir del
revés, con la paz absurda de quien prefiere que lo dejen dormir… Hay que “empuñar
las armas”…: las de la propia voluntad que tiene que despertarse; las que
combaten el YO; las que no enmudecen ante tanta situación absurda… Jesús no pudo permanecer como un bobo
resignado ante el mundo fariseo. Sus apóstoles, discípulos…, su Iglesia, no
debe quedarse “resignada” (cómoda, tranquila…) mientras el Reino es avasallado
por las fuerzas contrarias. Y Jesús levantó la bandera de una “guerra” a favor
de la verdad. Y aquí está diciendo, por boca del Papa: ¡Hay que armar lío! [¿Cómo
estamos viviendo eso “los veteranos” de otras guerras? ¿Qué nos ha parecido ese
slogan? ¿Cómo nos sentiríamos enrolados en él? ¿O eso se queda “para los
jóvenes”? ¿No nos sentimos más bien tentados a no movernos de nuestro sitio…, a
verlas venir? Pues Jesús ha proclamado
ya la declaración de guerra…]
Y
como Jesús no habla por hablar, nos proyecta de inmediato a una realidad que no
hay que buscar lejos: “En adelante, una
familia de cinco estará dividida dos contra tres y tres contra dos…, el padre
contra el hijo, la hija contra la madre…”
Y cuando leemos esas expresiones nos repelen…, o las echamos a “frase”,
o decimos que “no lo entendemos”. Pero
Jesús nos señala nuestras familias…, esas mismas en las que estáis leyendo
ahora mismo: ¿no se ha producido ya una tensión a costa del modo de vida de un
hijo o una hija…, a costa de la “incomprensión” de una madre o un padre? ¿Y no
es cierto que muchas “guerras santas” de esas están “apoyándose” en la
Religión? ¿No está en esa alteración de moralidad, de expresiones religiosas,
en el modo de respuesta a una fe…, a una no-fe…, a una “fe-a-mi-manera”?
¡Pues
eso es lo que Jesús ya nos advirtió!
Entonces, en su momento, era la abismal diferencia de los planteamientos
judíos y el Reino que Él venía a traer…; entre el “se dijo” y el “pero Yo os
digo”…, todo un cambio “incómodo” porque a partir de ahora “los verdaderos adoradores, adorarán al
Padre en espíritu y verdad”. Y ese “vivir en verdad” y vivir con las
raíces ahondadas en el espíritu, pide mucho más que la falsa paz que nos es tan
fácil preferir para “que no nos metan en líos”.
Pues ahora el Papa proclama “la
era del lío”, un momento de revolución profunda. Él ya la está llevando a
cabo. Pero todo eso quedará en un “gesto” que se abortará antes de su tiempo de
madurez, si no somos nosotros los que ponemos también “guerra” dentro de
nosotros, y un poquito de más osadía cuando “salimos fuera”.
Entiendo
ahora que Jesús llegara a decir que “sentía
angustia” hasta que se cumpla el fruto de su BAUTISMO DE SANGRE…, que Jesús
se expresara con palabras que hoy puede ser que las sienta así más de uno. Y es
que, mirando el cotarro, no está el mundo por dejarse arder en ese incendio
salvador de Jesús.
Y
sin embargo, “He venido a traer fuego al
mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! No lo ha dado Jesús por perdido… Sencillamente,
aún no arde. Pero Jesús es el mismo ayer,
y HOY, y siempre…, y seguirá con su tea en la mano para crear nuevos focos
de fuego… ¿No es un anuncio de ello, y hasta una realidad, la obra del Papa
Francisco? Quizás necesite muchos más
apoyos de los católicos que los que esté recibiendo. Que para “cortafuegos”, ya
hay quienes trabajan dentro y fuera.
La verdadera paz no es la ausencia de guerra (CIC 2304). Pongámonos todos a las órdenes de Cristo nuestro Señor, y colaboremos en la noble tarea de reconstruir lo que ha sido destruido por el enemigo, y luchemos valientes y confiados en que la victoria es nuestra, porque Dios está de nuestra parte.
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