28 oct.: Apóstoles
Simón Zelotes y Judas Tadeo
Hoy
es la fiesta de dos apóstoles de los que apenas tenemos más noticia que la de
su elección. Y de San Judas Tadeo hay una pregunta que el hace a Jesús, y una
carta que está entre las cartas del Nuevo Testamento, poco conocida por poco
utilizada. Pero de lo que podemos estar seguros es que ellos, como los otros,
fueron brazo derecho de Jesús, y luego –como lo proclama la primera lectura en
la Misa de estos dos apóstoles, fundamentos
de la Iglesia, integrados en la
construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.
En
el Evangelio está el momento de la elección en el Monte (relato de San Lucas),
concluyendo con la bajada desde el monte al llano, donde entran en medio de una
turba numerosa, venida de muchos lugares, que habían venido a oír a Jesús y a
presentarle sus enfermos. Él pasaba entre ellos y los curaba.
Quiere
decir que la enseñanza que dan estas lecturas, en este contexto de la fiesta de
San Simón y San Judas, es que son llamados “arriba”, en el monte, pero que la
práctica de su vida empieza bajando al llano, entremezclándose con la gente, y encontrándose
con la realidad, y que la obra de los apóstoles –continuando la de Jesús- es
entrar en el mundo necesitado y enfermo y sanarlo de sus dolencias y carencias,
liberándolo de tantos malos espíritus como hay..., esclavizado ese mundo por
las cadenas que conlleva haberse alejado de Dios.
La verdadera
imagen de la Iglesia es ese ensamble con Cristo “en el monte”, el lo más alto,
en su realidad medular…, y esa bajada al “llano” donde la Iglesia ha de
sobrenadar y –yendo adelante- sanar desde esa realidad misma en la que está
viviendo.
En las
lecturas continuadas que hubieran correspondido a este lunes, hay dos momentos
también muy especiales: en la primera, está esa preciosa declaración de Pablo a
la comunidad de Roma, llevándolos a una elevación de la mente y de la vida
diaria porque ya no somos deudores del cuerpo para darles todos sus gustos. ¡Es
que hemos sido invadidos por el Espíritu Santo, que nos ha puesto en lo más
noble de nuestras posibilidades. Ese Espíritu que nos saca del temor y nos abre
el alma hasta poder sentir y hablar a Dios con sentimiento filial. Nos brota
desde lo hondo de nuestras entrañas la necesidad de decirle: ¡Padre!,
y se sentirnos verdaderamente hijos.
Luego, el
Evangelio recupera HECHOS de la vida de Jesús. Era sábado. Acuden los judíos a
la sinagoga. Nada más llegar, descubre Jesús a una mujer encorvada, por razón –dice
el texto- de un espíritu. Jesús –podríamos
decir que “antes de saludar”, la llama a ella y le dice: Mujer, quedas libre de tu enfermedad. En realidad parece como que la prisa del
evangelista es poner por delante la liberación “de la enfermedad”. Luego desarrolla el cómo: Jesús le impuso las manos, y en seguida se puso
derecha. Ya veremos después que eso es lo que entusiasma a la gente.
Pero había
quedado “roto” el “principio legal”. Y el jefe de la sinagoga se disgusta mucho
con aquello, y se dirige a la gente allí reunida para dar un aviso: Los que tengáis que ser curados, venid otro
día de trabajo y no el sábado. Estas
cosas eran las que más levantaban en ascuas a Jesús, mucho más amante de las
personas y las obras de misericordia que de las leyes. Y entonces se dirigió al
Jefe y le dijo: Hipócritas: cualquiera de
vosotros ¿no desata la mula o el buey para llevarlo a abrevar también el sábado?
Y a esta hija de Abrahán, atada por las cadenas de Satanás 18 años, ¿no había
que soltarla en sábado? Dice el
evangelista que quedó abochornado
Doy por
supuesto que habría un puñado de “exactos” que se pondrían de parte del Jefe de
la Sinagoga. ¿Cómo no? Eso siempre se dará.
Pero había
allí un “pueblo” sencillo, que entendía muy bien “la teología del amor”, de la
compasión, de la ayuda al que lo necesita. Y sabía que todo eso está muy por
encima de leyes (y más, cuando aquellas estrecheces las habían incorporado los
propios dirigentes). Que Jesús lo
hiciera con esa espontaneidad del que sabe lo que hace, y sabe que primero está
la persona, provocaba en las gentes una emocionada alegría por causa de los milagros
que Jesús hacía, y que en realidad eran los signos que hacía Jesús
para hacer presente el Reino…, el tiempo mesiánico.
La “actualización”
de eso está servida. Bien podemos constatar las dos líneas de criterio en
nuestro mundo actual religioso. La “exactitud” por encima de la misericordia y la comprensión. Bajo ese
prisma ya surgen voces disidentes de las actuaciones del Papa. Al otro lado
están los que sienten en su alma aquello de “misericordia
quiero y no sacrificios”. Y Con ellos el Papa, que busca imprimir en las
mentes y corazones de los fieles, el espíritu del Evangelio…, el espíritu de
Jesucristo, que primero atiende a la mujer encorvada y luego…, lo demás. Aunque
lo criticaran los que querían “leyes”. Pero se llevó grabados los rostros de
alegría de las gentes sencillas.
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