13 oct.:
Expresar agradecimiento
San
Pablo escribe a sus fieles de Colosas que sean
agradecidos. El mensaje de este Domingo 28-C es poner un acento sobre ese tema
de finura espiritual.
Naamán,
pagano, ha sido curado de su lepra por una indicación que le ha hecho el profeta
Eliseo. Ni siquiera salió Eliseo a ver al oficial sirio. Pero lo que el profeta
indicó da el resultado pleno, y Naamám es curado de su lepra. Naamán quiere
pagar el gran favor recibido pero Eliseo no acepta ninguna recompensa. En
realidad el dador de aquella gracia de curación es Dios. Y Naamán agradece a ese Dios de Israel,
primero con su reconocimiento de que es el Dios verdadero. Y segundo con el “detalle”
de agradecimiento de pedir llevarse unos sacos de tierra de Israel para que, en
adelante, toda su vida religiosa pueda ejercerla él sobre “tierra sagrada”.
El
Evangelio repite el dato de un extranjero agradecido. Entraba Jesús en un
pueblo. Diez leprosos –que no podían entrar en el pueblo a causa de su lepra-,
se presentan ante Jesús, pidiendo compasión.
Y Jesús, como en otro momento Eliseo- no hace más gesto de acercamiento sino
que les da la pauta de su curación: Id y
presentaos a los sacerdotes. De hecho era lo mismo que decirles que “quedáis
curados”, puesto que a los sacerdotes se iba para que ellos certificaran la
curación.
Y,
en efecto, conforme van caminando hacia ese destino que Jesús les ha marcado, se
dan cuenta que están curados. Todos tan contentos, siguen nueve hacia ese punto
decisivo de su regreso a la vida normal. Uno, sin embargo, samaritano (y por
eso con marchamo de “extranjero” para aquella sociedad judía), no sigue hacia
los sacerdotes. Se vuelve a Jesús, que ha sido quien tuvo la compasión que todos pedían, y vine a dar las gracias. Jesús expresa su sentimiento porque los otros
nueve ni se han hecho eco de aquella curación recibida, y se pregunta dónde
están. Por tanto, le ha dolido en sus sentimientos la falta de agradecimiento.
Y al samaritano –que ha vuelto- le da el gran certificado; Tu fe te ha salvado; vete en paz.
A
Jesús ni le daba ni le quitaba que aquellos diez supieran agradecer. Pero es evidente
que echaba en falta ese gesto.
A
mí me ha evocado mucho esa palabra de Pablo que he citado al comienzo.
Expresando aspectos substanciales de relaciones humanas, viene a caer sobre ese
punto específico: Y sed agradecidos.
Que no es sólo serlo sino también expresarlo.
Y a eso es a lo que dirige Pablo su palabra: una finura, un detalle, una
expresión…, de agradecimiento. Ese saber ponerse en la piel de la otra persona,
y comprender que –aunque ella no lo ha hecho para que se le agradezca, cae de
su peso que le agradará que se le reconozca lo bueno que hizo. Hablamos de “detalles”…, pero es evidente que
esos detalles hacen la vida más “sabrosa”. Y crean lazos de unión que pueden
parecer invisibles…, y sin embargo son muy favorables.
He
contado alguna vez que en las “oficinas del Cielo”, miles de ángeles en una
inmensa sala, tienen que atender tantas y tantas peticiones que llegan al día.
Pero cuatro ángeles se bastan en una pequeña petición para recoger la gratitud
de quienes se acuerdan de agradecer cuando han recibido los favores. Y también Dios tiene un Corazón y le gusta
hallar esa palabra del que sabe ser agradecido.
Cuando
Pablo exhorta a Timoteo a “hacer memoria
de Jesucristo el Señor, resucitado de entre los muertos”, en realidad le
está incitando a un saber agradecer
la inmensa obra de Jesús. “Hacer memoria” no es un simple recordar… Es recordar
agradeciendo.
Nosotros,
cumpliendo el mandato de Jesús de “hacer esto en conmemoración mía”,
realidad que vivimos en cada Eucaristía, estamos yendo muchísimo más allá que “tener
un recuerdo”. Lo que hacemos es vivir el
inmenso agradecimiento de nuestra salvación…, de nuestra incorporación a esta
nueva etapa de ALIANZA DE AMOR. Y
participar en la MISA no es un favor que le hacemos a Jesús, sino un vivir
agradecidos a Él por el gran don que nos dejó.
Me
deja cierta pesadumbre esa manera “actual” de los que han dejado a un lado la
participación dominical en la MISA. No es cuestión de “cumplir” o no “cumplir”:
¡es la insensibilidad a la finura de saber agradecer! ¡Es el endiosamiento
egoísta de una generación que no piensa en que tiene que agradecer a Dios! Pero voy más lejos (o más cerca, según se
mire): ¿tienen las parejas –hoy- ese recuerdo de fechas…, esos gestos de
ternura, ese reconocimiento del valer de la otra persona, ese “detalle”
obsequioso (que nada tiene que ver con el precio)…, que indica que “te tengo presente y me acuerdo, y por eso
te obsequio, como una expresión agradecida?
Porque
posiblemente no es sólo el menor aprecio a “las cosas de Dios”, sino la deshumanización
de la vida, el egoísmo que se cierra sobre sí mismo, el mundo que tiene tantas
cosas “importantes” que hacer, que ha dejado atrás el detalle, la manifestación
del cariño, el saber agradecer, la expresión de sentir al otro como mayor que
uno mismo…, como persona con su corazoncito, que se sentiría más feliz si
hubiera esos rasgos HUMANOS que hacen la vida más bonita.
El Evangelio trae a mi mente esa frase de S. Agustín, "De las aguas tranquilas líbrame Señor, que de las turbulentas ya me libro yo". Y es que en los momentos de necesidad (sea por el motivo que sea), acudimos a El. Pero cuando la vida nos sonríe, cuando todo nos va bien... nuestra autosuficiencia Le hace estar en un segundo plano (y con el agravante de pensar que todo se debe exclusivamente a nosotros). En todos los casos, en todas las circunstancias, hemos de refrendar ese refrán tan popular con sentido divino... "Es de bien nacidos, ser agradecidos". Dar gracias al Señor a diario, debe formar parte de nuestra oración.
ResponderEliminarCuando nos encontramos en una necesidad de la ayuda divina, nos acordamos de pedirlo a Dios, con mas frecuencia de lo que creemos Dios nos ayuda, pero no toca campanillas ni se abre el cielo para prestarnos su ayuda, para hacer un milagro, Dios se vale de los medios mas naturales, incluso de sus enemigos y así no nos damos cuenta que se ha producido un milagro y nuestra soberbia hace que nos olvidemos que se lo pedíamos a Dios y fue quien nos ayudó.
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