19º domingo,
ciclo C.
Dos
temas están remarcados en las Lecturas de hoy: de una parte, que ser fieles es
una actitud de respuesta personal. De otra, que Dios nos asiste con la fe, que
nos da la seguridad de alcanzar lo que esperamos.
La
1ª lectura afirma que se ha avisado de
antemano la necesidad de vivir con buen ánimo para que se pueda vivir la
fidelidad con Dios. Y que en el mismo acto de aceptar lo que Dios dice, está
incluida la realidad contraria de los que no aceptan. Es un tema de elección libre. Dios ha
ofrecido igual a todos, y el que rechaza es que elige contra Dios (o al margen
de Dios), y el que elige de acuerdo con Dios vive la solidaridad propia de las
almas santas. O dicho de otra manera: la forma de vivir le fe con más garantía
es vivirla en grupo, vivirla solidariamente con otros. [Lo que también ayuda a “purificar”
aristas de la propia fe…, a enriquecer cada uno su fe con la variedad de los
otros].
En el Evangelio Jesús nos dice la actitud que tenemos que tener quienes
elegimos el camino de Dios: tenemos que estar vigilantes para ir recibiendo las
diferentes llegadas del Señor a nosotros.
Es cierto que un día elegimos y que la elección permanece. Pero hay que
estar vigilantes porque en la viña del Señor entran alimañas. La comparación que usa Jesús es la del siervo
que permanece en vela, aguardando la llegada de su amo. No es que está con ello
haciendo un acto heroico. Está haciendo lo que le corresponde. Pero así ha de hacerlo. Y el amo mismo, al llegar, va a hacer sentar
y descansar a esos siervos fieles y el amo se va a poner a servirles la
mesa. [Aquí Jesús ha cambiado un modo de
exposición, porque en otro lugar dice expresamente que primero se sienta el amo
a cenar y luego comerán los siervos, puesto que esos criados que han esperado
al amo, no han hecho sino lo que tenían que hacer]. Aquí Jesús añade una pincelada
del corazón de ese amo y señor que realiza aquello de no haber venido a ser servido sino a servir… Por eso son dichosos aquellos siervos fieles
que saben aguardar cuanto sea necesario, y permanecen en su fidelidad aunque el
amo se retrasara hasta la madrugada.
La 2ª lectura ha centrado la atención en la fe y
los efectos de la fe. Cuantos personajes del Antiguo Testamento va citando, en
todos destaca la fe plena y abandonada con la que hicieron su camino, cogidos a
la mano de Dios. Una fe que comienza describiendo el autor como la seguridad de lo que se espera y prueba de
lo que no se ve. Aún no se ve, pero
se vive ya eso futuro en plena seguridad de la fidelidad de Dios. Y siempre encierra una acción por parte de la
persona que se relaciona con Dios.
Observemos la incongruencia de los que se definen a sí mismos como creyentes-no practicantes. ¿Cabría pensar en dos personas que se aman,
pero que no se da entre ellas ninguna expresión de amor, que suponga tomar en
cuenta a la otra parte? Si un esposo o
una esposa viven a su aire, sin tener presente el gusto o el disgusto que sufre
la otra parte, ¿se podría decir que se aman?
¿Puede entenderse el amor cuando una parte no tiene en cuenta los deseos
de la otra?
Pues en la fe ocurre exactamente
igual. La fe se da en la relación de dos personas: de una parte,
el sujeto que cree. De otra parte, Dios en quien se cree. Dios ya cuenta con la
persona y se dirige a ella y quiere comunicarse con ella. La persona que tiene
fe en Dios, no puede prescindir de ese Dios que se ha comunicado y ha
comunicado su voluntad, su deseo, su camino.
Por tanto es una quimera, o un engaño, o una falsía o una hipocresía, o
una ignorancia, creer en Dios y no vivir
la práctica que se deriva de ese amor a Dios.
[He escrito en
negrita la palabra “relación” al
hablar de la “relación con Dios”. Es que la palabra RELIGIÓN va en esa línea de
re-ligar; relacionarse; re-leer la vida
con otros ojos. “Religión no es un
conjunto de prácticas simplemente; es todo un modo de vivir el amor mutuo entre
el hombre y Dios. Dios ya ha dado el
primer paso y se ha venido a nuestras manos. La persona re-ligiosa es la que responde a esa llamada e invitación personal…,
que afecta al todo de la persona, en todos los ámbitos de su desenvolvimiento].
La EUCARISTÍA, como Sacramento de la fe, no se reduce a
una “práctica dominical”, a un “cumplir una obligación”, a un “no pecar” si no
se va a Misa… La Eucaristía es el núcleo del encuentro personal de dos amantes
que tienen el deseo de encontrarse, abrazarse ( =Comunión), influirse…, de modo
que participar una vez, llama a volver… Y Jesús, al venir, impele a la persona
a seguir viniendo. Una fe que se
autoalimenta a través de ese encuentro sagrado
que es el SACRAMENTO.
Y que, por el mismo entusiasmo del
amor vivido, lanza a la persona a comunicar a otros el gozo vivido en ese
encuentro personal con Jesús y, por tanto, en esa íntima relación CON DIOS, en el que se cree, y en el que se cree
así, al modo de ese Dios que se hace
el primer referente de toda siguiente realidad…
Y cuando el fiel creyente sale a
la calle, leva encendida la mecha de su fuego interior, y con ella va ilusionado
a prender fuego en la tierra…, con ansias
de que toda ella se incendie. O sea: ya ocupa el CREYENTE el propio lugar
de Jesús. Y realizada aquello del “ID AL
MUNDO ENTERO A ANUNCIAR EL EVANGELIO A TODOS”… ¡Verdaderamente que eso es IR EN PAZ…,
esparcir la paz y el amor por dondequiera que se vaya!
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