14 agosto- S. Maximiliano
Mª. Kolbe
Un Evangelio “difícil”
Mi primer recuerdo va hacia San
Maximiliano Mª. Kolbe, un hombre, un sacerdote, que ofreció su vida para
liberar a otro. Uno que murió por otro, evocándonos así la expresión de San
Pablo sobre Jesús: “Uno que murió por
todos”. Y el punto de arranque: que fue ofrecimiento libre y voluntario,
que se podría no haber hecho.
La otra nota característica de
este santo es su profundo amor a la Inmaculada Concepción de María.
He escrito en la cabecera que
estamos ante un “evangelio difícil”.
Y lo ilustro desde una curiosa expresión de un formador mío, de gran veteranía
en esa labor, quien a la hora de explicar una determinada Regla, decía: “vamos a ver cómo la explicamos de manera
que se falte menos a ella”. Me sospecho que ocurre eso con el evangelio de
Mt. 18, 15-20, que solemos nombrar como el
de la corrección fraterna.
El supuesto base es una comunidad: el hecho de un grupo
concreto que vive su fe como personas comprometidas con un todo. Y habla Jesús
de modo de proceder entre hermanos,
con conciencia de hermanos.
Un día uno ofende a otro. Para
Jesús hay una sencilla manera de actuar (en ese supuesto ya dicho): el ofendido va al ofensor y le advierte de la
anomalía que se ha producido. Y entre
hermanos y con la buena fe de quienes forman unidad común, el ofensor podrá ofrecer sus disculpas.
No lo hace así (que la verdad es
que debía haber salido de él buscar al ofendido y pedirle perdón). El ofendido
necesita que quede patente su espíritu fraternal en la búsqueda de una
solución. Busca un tercero para que sea buen testigo del desenlace. Si el ofensor
se disculpa y pide perdón, dice Jesús: has
ganado un hermano.
No dio resultado tampoco:
entonces el hermano ofendido acude a su gran fuerza que es la Comunidad, lugar
de la presencia de Jesús, porque están reunidos en el nombre de Jesús. El ofensor se encuentra ahora ante una responsabilidad
muy fuerte: es la comunidad la que pide que haga las paces con otro miembro de
la comunidad. Si eso no valiera, quedará el ofensor fuera de la comunidad,
porque él ha procedido como gentil y
publicano (= pecador). Ha pecado contra el hermano, contra la Comunidad y
contra Jesús. Jesús estaba en medio, y dio a la comunidad un poder de atar y desatar (actuar para
resolver). [La COMUNIDAD es algo tan
substancial para Jesús que Él mismo empezó su ministerio público rodeándose de
una comunidad de doce hombres. Ahí
estaría la fuerza de la formación, de la responsabilidad, de la fuerza para
mantener y aumentar la fe].
He dicho evangelio “difícil” y a lo mejor acierto más si digo “anti-evangelio”. Primero porque habría
que analizar nuestro concepto de “grupo de fe”, de “comunidad estable”, de
respeto y dependencia de ese grupo o comunidad… Y no digamos del sentido de comunidad
abierta, de comunidad que no se encierra en sí misma, que tenga conciencia de
que todos somos necesarios y que todos hemos de apoyarnos. [Por supuesto que en
el orden de la formación y de la diversificación de tareas, cada grupo lleva su
carisma y autonomía. Pero se verá claro
el sentido de “pequeña comunidad” en la “gran comunidad” que es la Iglesia, en
la medida que jamás unos grupos están por encima de otros…, ni DENTRO DEL GRUPO
hay quien se sitúa por encima de otro].
Digo evangelio difícil no porque lo fuera en sí sino por lo difícil que
lo hacemos desde nuestra falta de conciencia de comunidad. ¿Es “comunidad” el grupo de fieles que
asisten habitualmente a la Misa de tal hora? Bastante claro que no. Ni se
conocen, ni establecen mínima relación, ni se importan mucho unos y otros. Cada
cual tiene “su sitio”, incluso “su distancia” respecto del Altar… Y al salir, hay
comentarios que desdicen de quienes llegaron a la comunión
Bajemos a la arena cercana. ¿Es
GRUPO aquel en que cada uno asiste para “su provecho”, sin mayor interés de
unos por otros, con exclusiones (al menos, afectivas), que hoy se asiste y
mañana no, y que –por tanto- no se tiene como GRUPO HECHO (“comunidad”) en que
vamos a ir formándonos periódica y progresivamente y con responsabilidad de
Grupo? ¿Se tiene conciencia del daño y erosión que produce uno que lo mismo
asiste que deja de asistir?
Y cualquier asociación, “colectivo”,
hermandad, “comunidad”, grupo, etc.…, en
tanto lo es en cuanto que va formando esa conciencia de pequeña Iglesia que en
tanto vive su fe maduramente, en cuanto que no se aísla nadie, salvo por causas
mayores. AHÍ ESTÁ PRESENTE CRISTO; ahí se puede discernir, plantear temas, buscar
la verdad más completa.
Ahí quedan eliminados de
antemano los egocéntricos, los egoístas, los inmaduros, los celosos, los
susceptibles y suspicaces, los incapaces para vivir cediendo de sí a favor de
los otros. Y ya se supone que no en
pequeñas dosis y “hasta aquí”…, sino en la profunda realidad en que lo que yo
cedo de mí va enriqueciendo al conjunto, lo mismo que cuando el otro cede, yo
me enriquezco.
ResponderEliminarRealmente ha quedado muy claro...sus meditaciones podían asemejarse aquellas profecías del antiguo testamento .
Sus adjuntos a modo de imagen no dejan de ser interesantes y expresivos.
USTED DICE
ResponderEliminar¿Es “comunidad” el grupo de fieles que asisten habitualmente a la Misa de tal hora? Bastante claro que no. Ni se conocen, ni establecen mínima relación, ni se importan mucho unos y otros. Cada cual tiene “su sitio”, incluso “su distancia” respecto del Altar… Y al salir, hay comentarios que desdicen de quienes llegaron a la comunión
DIGO YO:
Este es para mi un asunto grave y del que casi nadie hace nada para evitar que sea así. Los primeros responsables pudieran ser los mismos sacerdotes que se limitan a celebrar la Misa y atender como administrativos, y no hacen mucho más para tratar de construir una verdadera comunidad de la Asamblea. Ni siquiera hablan de ello, tal vez por cobardía o tal vez porque ni se dan cuenta de que eso no debiera ser así. Un sacerdote que camina por el Templo, y pasa junto a alguien y ni siquiera saluda, ni se interesa por el otro que está allí, ¿es eso lo mejor? He visto a sacerdotes que no son así, pero en número son pocos. Claro que mi visión es muy corta. Hablo sólo de la realidad que he vivido a lo largo de los años en mi experiencia de vida.
También son responsables los catequistas, en el caso de que no instruyan a esos niños a crecer en la fe con el concepto de comunidad.
Y por supuesto los padres, que ni siquiera viven en familia, muchos de ellos, ¿cómo van a saber vivir en comunidad?