2 agosto.-
Ntra. Sra. de los Ángeles
Sirva
el título de recordatorio de la fiesta mariana de este día.
El
Evangelio de Mateo continúa por un punto que es llamativo: quien ha estado
enseñando el Reino de Dios, y viene –además- de haber estado por diversos
parajes de Galilea haciendo los signos y dando las enseñanzas propias de ese
Reino, se llega ahora a Nazaret, el lugar donde había desarrollado una gran
parte de 30 años. Allí había jugado de niño, paseado y tenido sus ratos de descanso,
y allí donde había trabajado codo con codo con tantos paisanos suyos… Bien podemos pensar que viene cargado de ilusión
por ese regreso a su patria chica. Más aún cuando ahora Él puede aportar algo a
aquellas gentes que Él quiere y que las lleva tan cercanas a sus sentimientos
más agradables. Allí está su madre, y no
puede caber la menor duda de que su corazón experimenta la emoción de volver a
aquella casa, a aquellos muros –testigos de tantas vivencias-, a su madre (con
la que había compartido intimidades profundas).
Vivía
esa ilusión de entrar en la sinagoga con tantos amigos y conocidos y poder
compartir con ellos ese momento religioso. “Y
se puso a enseñar”: sabía que ahora
podía darles a todos aquellos conocidos algo novedoso que antes no les había
dado…, que ahora puede comunicarles desde la fuerza de Dios, que lo ha llamado…,
que lo ha señalado MESÍAS. El corazón de Jesús está a más revoluciones por esa
alegría interna de poder ofrecer a sus gentes queridas lo mejor que tenía.
Pero
surgió el recelo, la pregunta que siembra la duda o el prejuicio. “¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos
milagros?”. Ya es para pensar en esa
formulación. Están admitiendo que en Jesús, el paisano de juegos y trabajos,
trae una sabiduría especial y hasta hace milagros. Debería ser ese el punto de
partida: el reconocimiento de que están ante algo inesperado. Pero lo propio
del pre-juicio (un juicio previo, sin fundamento) es poner la duda, sembrar la
sospecha…, porque “de dónde le viene”.
No era el punto central. O lo
sería como interrogante positivo, que quisiera descubrir el dedo de Dios… Pero
la secuencia nos demuestra que no es así.
Que lo que lleva consigo un juicio previo sin fundamentos, es a crear un
ambiente contrario, a establecer un clima de suspicacia.
El
malintencionado prejuicio sigue metiendo el dedo en el ojo: “¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su
madre María? ¿No conocemos a toda su familia…?”. Ya ha tirado la piedra el tipo aquel, de tan
mala fe. Y repite: ¿De dónde saca todo eso? Duele y, en realidad, indigna esa labor
sucia, bajera, de quien nada dice y dice todo lo que puede minar la buena fama,
el buen hacer… ¡Lo fácil que es lanzar
la piedra y esconder la mano! Por eso me
asquea y me retrae esa forma de sembrar chinitas en el camino…, de ver y
comunicar siempre “el defectito”…; de esa falta de luz en los ojos para poder
ver en positivo. ¡Lo fácil que es tirar
la piedra! Las ondas en el lago se
encargan ya de llevar su mensaje de mala fe.
Consecuencia inmediata de esa “mala semilla”: Y desconfiaban de Él.
Jesús
se lamentó. Le dolió en el alma. Había
venido tan lleno de ilusiones a trasmitir a su pueblo las maravillas del Reino
de Dios… Y tiene que comprobar en propias carnes que “sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta”. Es muy típico. Pueden convivir varias personas y estarse
viendo cada día, y nunca surge un reconocimiento de algo que han hecho. Nunca
hay una palabra de apoyo, de alabanza… Se habla de alguien de fuera…, aparece
uno para media hora…, y ¡ese es el que se lleva los reconocimientos y
alabanzas, como si ese hubiera descubierto la vida! Decía un formador mío: ¡Miserucas humanas! Verdaderamente ¡miserias humanas! Y concluirá San Mateo diciendo: “No hizo allí muchos milagros, porque les
faltaba fe”. Jesús siempre se
apoyaba en la fe de los que venían a Él. Aquí no tienen fe en Él. ¡Desconfiaban de Él…!
Algo
me llama la atención: mientras que para San Lucas, Jesús se alejaba, expresión verbal de un modo y tiempo griego que expresa
el irse para no volver (¡terrible consecuencia del pre-juicio!), San Mateo lo
deja en esas “manos atadas” por la falta de fe… Pero no dice que no volvería
más.
Entonces
mi instinto me lleva a contemplar a Jesús que acaba bajándose del estrado. No
están aún sus paisanos para recibir el mensaje. Pero siempre hay gentes que
aceptan (aunque no se expliquen “de dónde le viene”…); algunos que se fían
(aunque con sus dudas); algunos que no se dejan llevar de prejuicios; algunos
que fueron más amigos de verdad; alguno que se ha impactado con la sola
presencia de Jesús… De hecho no es que no hizo Jesús ningún milagro, sino que no
pudo “hacer muchos”. ¡Había quien sí creía en Él! Y Jesús se fue con ellos…, les habló…, les
dejó unos puntos esenciales “de avanzadilla”…
Dejó “una levadura” en el pueblo. Y se marchó sin sacudir el polvo bajo
sus pies… Respetó la capacidad de cambio
que necesita una persona…, los tiempos necesarios para que el alma se plantee
más a fondo…; para que hubiera tiempo de
reflexionar…
Jesús
se fue ahora…, pero volvería (quiero yo pensar así). Aquellos que le habían
sido fieles irían creando ambiente… Cuando Él volviera, los prejuicios podían haber
caído. Y aunque no todos iban a ser capaces de ese cambio, Jesús podría
encontrar un terreno más apto para su
semilla. Y se cambiará el dicho popular peyorativo sobre Nazaret, porque se
comprobará que de Nazaret salió algo muy bueno.
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