22 agosto: MARÍA, REINA y
parábola de un rey
Hoy es un día que ha tenido en
el calendario romano diversas connotaciones dedicadas a la Virgen, Fue el día
en que se celebraba EL CORAZÓN DE MARÍA.
Luego se ha pasado a la veneración de la Virgen como Reina, y es lo que
ha quedado en el calendario litúrgico. Partiendo de la predicación de Cristo
sobre el Reino de Dios –que Dios es quien tiene que reinar en los corazones-,
María es la Reina, o la primera en ese reino de Cristo y de Dios. No como un
título de honores humanos sino como la persona que ha escuchado la Palabra de Dios y la ha vivido: que eso es el reinado de Dios, o el Reino que
Cristo ha venido a traer a la tierra. Un
Rey que sólo acepta ese título en dos momentos: al entrar en Jerusalén como hijo de David, que viene en nombre del Señor
(un título mesiánico por excelencia), que se completa y realiza en la Cruz: Jesús Nazareno, Rey de los judíos. Por el contrario, evitó radicalmente aquel
intento del pueblo de nombrarlo rey, tras la multiplicación de los panes.
María, asociada a Cristo en la
redención, es proclamada juntamente “Reina”, y celebrada como la persona
ejemplar en ese Reino, y como quien en su vida nos muestra cómo se llega a ser
miembro de ese reino de Dios. De Nazaret a Belén, de Belén a la espada que atraviesa su alma, y
finalmente firme al pie de la cruz, bien nos enseña que en el camino mostrado
por Cristo, servir es reinar, o no he venido
ser servido sino a servir y dar la vida para rescatar a todos.
Celebramos a María y nos sentimos
urgidos por Ella a ser fieles a su Hijo en este Reino que Él vino a inaugurar.
Casualmente tenemos una parábola
en la lectura continua en la que el protagonista es UN REY. Un rey que celebra la boda de su hijo e
invita a los súbditos a la fiesta de bodas, que se realiza con un banquete de
unión y amistad. Representa al Padre Dios, Rey sobre todo rey, que invita a su
Pueblo escogido a incorporarse festivamente a celebrar la obra de la redención
que trae su Hijo, y que es LA BODA por excelencia del Dios-Hombre: JESUCRISTO.
Pero aquellos invitados primeros
se excusan; cada uno da sus razones para no acudir, excusas que más ofenden que
justifican. Son como un desprecio al rey que invitó, al que dejan a un lado porque
ellos quieren hacer otras cosas a su manera.
¿Se queda el Rey cruzado de
brazos ante todo esto? El Rey reacciona
enviando a sus emisarios a los “cruces de los caminos” (fuera de los judíos),
porque si el pueblo elegido no ha respondido a la elección primera, y ha
menospreciado a su rey y a la invitación generosa que le habían hecho, serán
otros los que puedan celebrar la fiesta
de esa BODA del HIJO DEL REY. Y así se llena la sala el banquete de otros
comensales venidos “de fuera. El Rey
quiere que la fiesta de la redención no quede vacía. Y de todo el mundo acuden los que han
recibido esa invitación. Ahí estamos nosotros. Podemos sentirnos dichosos, privilegiados, felices,
Ahí debemos sentir el gozo y la alegría de esta invitación al Reino (el “banquete”
es el símbolo del Reino de Dios; por eso aparece en el Evangelio como colofón
de momentos tan importantes como en el regreso a la casa paterna del hijo que se marchó, o Jesús celebra su Alianza
definitiva en una Cena-Banquete.
Eso sí: nosotros no tenemos la
invitación de cualquier manera. El vestido de bodas que se le exigía al pueblo
judío, se nos exige también a nosotros, los nuevos invitados. Ninguno podemos pretender entrar de
trapillo…, “a nuestro modo”, en ese banquete.
El que invita es el Rey y a ese banquete hay que ir con el traje de
fiesta. Siquiera por respeto, si es que
no fuera con mucho agradecimiento por la invitación recibida.
La imagen es muy real y muy
moderna. Con toda facilidad se confiesan “creyentes” los que –por otra parte-
pretenden vestir de cualquier manera y con evidente falta de respeto a REY. La
fiebre de la falsa libertad, de la estúpida referencia a la “democracia” (que
es totalmente distinta al desmadre), el recurso a que cada uno se entiende con
Dos a su manera libre (y que todo vale), equivale a ese presentarse de
cualquier manera en el Banquete del Reino. Jesús expresó claramente que no está
con Él quien se queda en el “Señor, Señor”,
pero no hace la voluntad de Dios…, del Rey sobre todo poder e idea
personalista humana, sino que con Jesús [el REINO DE DIOS] requiere necesariamente practicar de acuerdo con las “normas de urbanidad” que corresponden al
que fue invitado, Y esa “urbanidad”
es el respeto sagrado a Dios, a la voluntad de Dios, y al modo de Dios. Otra
cosa es hacer de menos al propio REY y pretender estar en el Banquete con l
desfachatez del invitado que hace tan a su manera que menosprecia al que lo
invitó, y le falta al respeto a los otros comensales que supieron presentarse con el traje de fiesta.
Jesús quiere poner en claro que
en este Banquete (= Reino) no se admiten trampas, medias tintas, vestidos
cualesquiera, actitudes personalistas en las que cada cual vaya a ir por libre
y a su modo. Y así concluye el relato con esos finales extremosos que utiliza
para acentuar una verdad. Y aquí en
concreto concluye que aquel rey se encara con el que se ha presentado tan falto
de consideración, y decide que los criados lo saquen de la sala y lo echen
fuera. Allí tendrá que acabar tirándose de los pelos el tal individuo, porque
ha tenido en sus manos –tan fácilmente- el banquete que se le regalaba, y por
una superficialidad suya…, por pretender hacer las cosas a su manera y al
margen de lo que era lógico que hubiera hecho quien fue invitado gratuitamente.
QUERIDO P. CANTERO: LE REITERO MI GRATITUD Y APOYO POR ESTE LUMINOSO TRABAJO QUE NOS DEDICA CADA DÍA A QUIENES CONSTANTEMENTE ESTAMOS NECESITADOS DE UNA VOZ AUTORIZADA QUE NOS PRESENTE LOS TESOROS DE LA PALABRA DIVINA EN LA IGLESIA. RECIBA MI FILIAL ABRAZO.
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ResponderEliminarMenos mal que Dios es el diseñador de moda y es el que determina si
vas vestido a doc al banquete y no los hombres ;porque si fuéramos
nosotros nunca acertariamos con la prenda adecuada.
Ya no es una cuestión de urbanidad o de civismo ir bien o no vestido
sino de salubridad ..de ahí lo trascendental de la confesión aunque muchos no lo crean.