3 de agosto.-
Matar para medrar
He
de reconocer que este evangelio [14, 1-12] tomado de San Mateo, es un texto ante
el que no me detengo. Hay una razón
esencial para ello, y es que aquí no es protagonista Jesús. Otra razón: causa tal asco la bajeza humana,
que repele mirar una escena como ésta, que no hay por dónde cogerla.
Herodes
fue siempre un tipo sin criterio ni compromiso con la verdad. Fue un vividor
que se sintió arropado por el conjunto de aduladores que sabían muy bien el
pienso que habían de echar a su jefe… No era sólo adular para sacar ventaja. Era también la manera de cubrirse las
espaldas. Y bien sabemos que lo uno y lo otro es cosa bien afín al modo de proceder
humano.
De
ese común denominador se salió Juan Bautista, hombre recio y maestro de
verdades, sin pelos en la lengua para realizar la misión que se le había
encomendado: preparar los caminos llanos
y rectos para la llegada del Mesías.
A cada grupo o estamento (“colectivo”, que se diría hoy) le fue poniendo
delante sus obligaciones…, y puede decirse también que esos pecados propios de
situaciones concretas, en la que es fácil meter las manos en la masa.
Y
el día que Herodes se trae a su casa…, a su vida privada, a la mujer de su hermano, Juan no se calla.
Sabe que se mete en el avispero, pero Juan no chaquetea. Y le advierte a
Herodes que no le está permitido lo que está haciendo. Todavía Herodes le tenía un respeto y veneración
a Juan, y pasó por aquella advertencia sin otra represalia que meter en la
cárcel a Juan. Al menos allí no estaría libre para venir a corregirle y
repetirle que no te es lícito.
Aguantaba
el tipo Herodes como lo aguanta todo irresponsable que prefiere hacerse el
sordo a algo que no quiere oír. Pero “la mafia” acecha con la paciencia de la
gineta, que parece no moverse pero cae como un rayo sobre su víctima. Y aquella mafia llena de odio era Herodías,
esa mujer que se sentía despechada con el Bautista. Ella no se hacía la sorda… Ladina como ella
sola, esperaba el momento de dar el golpe.
Y se presentó
el día del cumpleaños de Herodes. Un
banquete, unos invitados, un lujo y una lascivia oriental. Herodías preparó el “plato fuerte”: su hija
bailaría en honor de Herodes. Y la muchacha, con sus movimientos voluptuosos,
encandiló los ojos de Herodes, ya brillantes por el vino… Y en esas reacciones propias del borracho al
que le ponen “carne” por delante, acaba jurando premiar a Salomé con cualquier
cosa que le pida: aunque sea la mitad de
mi reino. Debieron pensar muchos que
Herodes deliraba; que no se puede jugar con un reino por la lujuria excitada y
el vino enervante. Naturalmente nadie iba a contradecirlo…
Salomé,
demasiado ingenua, quizás…, bisoña para tan grande promesa, se fue a su madre
para preguntarle qué podía pedir. Ahí
estaba la oportunidad de la mujer despechada… Y renunciando a reinos y
riquezas, le dice a su hija que pida la cabeza del Bautista, allí mismo, en una
bandeja. Salomé entró ante Herodes y le presentó su petición. Herodes se sintió conmocionado. No había
podido suponer algo así. Pero lo había
jurado ante unos invitados y esa palabra era definitiva. Y mandó traer en una bandeja la cabeza de
Juan… Un verdugo fue a la prisión y dio
el tajo sobre el hombre recto y cabal… “El
premio de una bailarina era la cabeza de un profeta”. Salomé se presentó en la Sala con el
repugnante presente de aquella cabeza que –más que nunca- parecía gritar: No te es lícito…
Los discípulos
de Juan vinieron a recoger el cadáver, lo enterraron, y vinieron a contárselo a
Jesús.
Estamos
asistiendo en el momento actual a una constelación de “Herodes” que “se casan”
con cualquier mentira e infundio, por tal de cortar la cabeza de otro que le es
adversario o enemigo. La “ciudadanía”,
tan sensible a los bulos, dimes y diretes, y a ese lodazal de los Medios, no se
mueve ante los “Herodes” encandilados por Salomés y Herodías que tocan los
bajos fondos… A lo mejor porque “Herodes” se siente bien en ese fango, y es
mejor desviar la atención –con astucia sibilina- hacia otros aspectos en los
que puede golpear de cara a la galería.
Que la “galería” está por la labor de “pan y circo”…, con una carencia crítica total para ser objetivos y
para saber calibrar el futuro o valorar el presente de modo objetivo, y sin
dejar que nos pretendan mover como marionetas por todos esos titiriteros de la “vida
pública”… Quien cae es Juan Bautista:
cae el que tiene criterio, el que no se mueve según sopla el viento, el que no va
buscando los ropajes de seda. Cae el que
ni sabe ni quiere bajar a la arena de la grosería, de la bajeza, de la
destrucción de valores necesarios (aun humanamente). Y cae porque otros –sin escrúpulos
y sin mirar las consecuencias- sólo pretenden minar el terreno, abrir brechas,
desmantelar el orden, hacer caer al contrario, aunque ningún provecho saque.
“Herodes” en
la familia, en “los colectivos” de muchas clases, en la sociedad, en los mismos
jóvenes que llevan inoculado el instinto de destruir y de alterar…, de innovar
sin saber hacia dónde caminan, y aunque un mínimo de historia les valdría para
comprender que ni todo tiempo pasado fue mejor, ni todo lo aventurero futuro es
el camino.
LA aplicación de éste hecho evangelico a nuestros días es totalmente real. Nosotros no pedimos la cabeza del Bautista, pero sin lugar a dudas en muchas ocasiones apoyamos a los que lo hacen.
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