JESUCRISTO HA RESUCITADO
Hoy
es el día más grande de la fe cristiana. JESUCRISTO
HA RESUCITADO. No pidieron derrotarle ni los hombres ni los demonios. Ni
los sacerdotes –estamento religioso- ni los políticos (el estamento civil de
cualquier nivel). JESUCRISTO HA RESUCITADO.
Lo tenía anunciado y la Palabra de Jesús y la Palabra de Dios no vuelven
nunca vacías. JESUCRISTO HA RESUCITADO.
Y nosotros resucitamos con Él.
La
liturgia de este DOMINGO DE RESURRECCIÓN es muy expresiva. Pedro habla a las
muchedumbres y les hace historia: Conocéis,
judíos, lo sucedido. Dios envió a Jesús de Nazaret como “el Ungido”, y Jesús
vivió su vida haciendo el bien por donde pasaba, porque Dios estaba con
Él. Somos testigos directos de lo que hicieron
con Él: Lo mataron, colgándolo de un
madero, la muerte peor que podía sufrirse porque pretendía eliminar de la
historia su existencia. Pero Dios lo resucitó, y somos testigos
porque lo hemos visto resucitado u hemos comido con Él después de la resurrección.
Nos encargó comunicar al mundo esta realidad, y que ese que despreciaron, es ahora
el Señor de los vivos y los muertos,
y los que creen en Él, reciben el perdón de sus pecados. (Hechos 10,
14-31).
San
Pablo saca las consecuencias de ese hecho: Los
que habéis resucitado con Cristo, buscad ya las cosas de arriba; no las de la
tierra, porque ha muerto en vosotros “lo viejo” y vuestra vida está ya
encerrada con Cristo en Dios. Y con Él, gozaréis de su gloria. (Colos 3, 1-4) [No se perdería el tiempo si
siguierais leyendo despacio ese capítulo, con sus aplicaciones bien prácticas].
En
el Evangelio de San Juan (20, 1-9), hay –como en todo lo de este evangelista-
una larguísima mirada y proyección, más allá de la narración en sí. Suben al sepulcro dos: un Simón al que le
pesan las piernas, y va retrasado. Un discípulo
amado” que va delante y llega antes, aunque respetuosamente no entra al
sepulcro sino que espera a Pedro. Los dos ·ven” igual en lo que se ofrece a los
ojos de la cara. Vendas o sudario plegados… Nadie se había llevado el
cadáver (porque no iba primero a perder el tiempo deshaciéndolo de sus
envoltorios funerarios). Los ojos dee Simón siguen perplejos. Ve lo que ve y no
se explica nada. Es la visión de lo inmediato y de lo que no ha tenido tiempo
para reaccionar.
Juan,
en una comunidad de muchos años después, ve en ella al discípulo amado” que ha tenido tiempo de “ver más allá”…, de
recordar que todo aquello estaba escrito…, que todo eso lo había anunciado
Jesús… Por eso el discípulo amado no
queda perplejo en la inmediatez sino que VE Y CREE. Y “la bajada del sepulcro”
es ya para él la certeza plena de que Jesñus HA REESUCITADO.
Nosotros
ahora, “discípulos amados”, con la
experiencia honda de siglos de Iglesia y habiendo
visto con ojos más perspicaces que los del rostro, nos encontramos plenamente
identificados con la FE EN LA RESURRECCIÓN, y celebramos ya LA EUCARISTÍA con la mayor naturalidad
y convicción de que estamos celebrando la vida y no la muerte; de que CRISTO
VIVE AQUÍ ENTRE NOSOTROS, y que participamos con Él, y con Él comemos y bebemos
como Pedro testificaba ante los judíos. Lo
que nos queda es ese “después” del día a día, de cada situación concreta de
HOY, en la que quede bien patente que hemos
resucitado con Cristo, y que nuestra vida está escondida con Cristo en Dios…;
¡que cambian en nosotros muchas realidades concretas y diarias!..., que en
nosotros se ha producido una RENOVACIÓN.
La
noche aquella, del gran Sábado al “primer día de la semana (y por tanto ya el tercer día tras la muerte), María
durmió con ese sueño propio de las madres que duermen y velan al mismo tiempo…
Que oyen hasta la caída de un papel de fumar. Porque el “tercer día” estaba
anunciado por Jesús como el día de su RESURRECCIÓN. María vio una aurora que no se correspondía
al alma… Era otro resplandor. Se echó al suelo y se puso como la novia que
espera… Y la luz aquella se hizo brillo de día y JESÚS APARECIÓ ANTE ELLA..,
¡estaba allí con Ella! Un interminable
abrazo comenzó en ese instante. Esa “aparición”
que los evangelistas no narran expresamente, es ese abrazo sin fin de la
Iglesia a Jesús…, de Jesús a su Iglesia…, ¡que sí consta por los
Evangelios! Es el CREER del discípulo amado, que perdura ya para
siempre. Es el ALELUYA que la Iglesia incorpora como permanencia de esa única
regla de amor. La que san Pablo defiende constantemente para mostrar que el
pedagogo deja de ser necesario cuando el amor está en su madurez. El pedagogo
hace falta mientras “es niño” el tutelado, mientras necesita carriles para
funcionar. En cambio, cuando se ha recibido el Espíritu de AMOR, ya no hay
vuelta atrás. Persiste al abrazo de
Jesús.
Hoy desde la oración, desde la serenidad de la Cruz, sentimos que Cristo vive. Nada ha sido en balde. Una muerte por Amor y una Resurrección desde el Amor. ¡Feliz Pascua de Resurrección!
ResponderEliminarEscribo este comentario para anunciar que puedo dar fe de que CRISTO, VERDADERAMENTE HA RESUCITADO de entre los muertos como había anunciado, y tal y como había sido profetizado. Ahora cobran sentido sus palabras, recogidas por San Juan, en la que promete la vida eterna y la resurrección final a todos los que crean en El. Ahora toda la vida, cobra sentido. Ahora ya, la vida tiene un propósito concreto, designado por Dios, que tanto nos amó.
ResponderEliminarEl mundo había quedado a oscuras.Sólo la Virgen María era un faro de luz en medio de tanta tiniebla.La RESURRECCIÖN esla gran luz para todo el mundo.YO SOY LA LUZ,había dicho el Señor:luz para el mundo,para cada época de la historia,para cada sociedad,para cada hombre.
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