Domingo 4-C
cuaresma
Hoy
tenemos una liturgia muy completa. Ha terminado el Pueblo de Dios su paso del
desierto y ha llegado a la Tierra prometida, donde ya pueden comer los frutos de la tierra y
sentirse asentados para iniciar su vida como pueblo. Han acabado las penurias y lo que ahora toca
es mirar adelante, construir, crear.
La
2ª lectura ha de leerse en esa misma línea de creatividad. Dios ya ha
reconciliado a su Pueblo –la humanidad entera- consigo. Esa humanidad, cada
persona, ya debe ir en línea de reconciliación. Lo antiguo ha terminado y
comienza lo nuevo. Al pasado ya no hay que volver la mirada. Todo ha quedado en
brazos de Dios, en el hondón de su Corazón amoroso y perdonador. Lo que queda
ahora es construir y crecer. A Jesus, que no había pecado, Dios lo puso en
medio como bastión de la nueva creación que Dios quería construir.
Aquel
padre bueno de la magistral parábola de la misericordia, no quiere saber nada
de lo ocurrido atrás. Él se lanza hacia su hijo pero es para volver al estado
familiar, íntimo, donde el hijo tiene todos los atributos familiares: anillo,
vestido, sandalias, banquete festivo. El
otro hijo, que es como el símbolo del regreso al pasado y amargado, es conducido
por el padre de familia a reintegrarse en este nuevo estadio familiar en que
todo mira hacia adelante. Y así se tiene
la fiesta.
Jesús
e quedó ahí. Estaba ya reconciliado ese mundo de la familia de Dios. Pero me
voy a permitir continuar yo la parábola, al día siguiente por la mañana. El
padre de familia acude la habitación del hijo y se interesa sobre su descanso
de esa noche Y viene a decirle también que ese día se van todos, él mismo y
todos los miembros de la casa a la otra parte de la Hacienda, porque van a
comenzar la siega. “Y vengo a invitarte a que tu estés conmigo, codo con codo,
a mi lado”. Te deseo mucho y tengo gusto
de estar contigo. Me gustaría que vinieras.
Pero me hago cargo de que puedes estar muy agotado por todo lo anterior,
y si no te sintieras con fuerzas para venir, yo dejaré un criado en casa para
que te sirva y no carezcas de nada.
Ahora
dejo a mis lectores la posibilidad de sentirse ellos en esta situación. El buen
Padre no me obliga. Me expresa su deseo.
No me pone delante “mis deberes”. Me expresa su gusto amoroso de
disfrutarme, tras la ausencia… Y me quiere codo con codo junto a Él. No se limita a que yo “no peque”; ni siquiera
a que “he vuelto”. Lo que me dice es que
su gusto es contar conmigo, y que yo esté
con Él. Queda a mi libertad y a la
capacidad de mi respuesta noble. Lo que la liturgia nos pone hoy delante va
mucho más allá que el simple concepto de “conversión=salir de mis pecados o defectos.
Me está llamando a crecer, al
dar más de mi mismo. Y la respuesta está
ahora en mi tejado, en la capacidad de mi nobleza.
Para
el camino me aporta la Iglesia el VIÁTICO, la Eucaristía, la bolsa de viaje,
para que con reponiendo siempre fuerzas, pueda recorrer ese camino que avanza y
avanza sin fin…, siempre, con llamada redonda hacia la verdadera conversión, que
llama siempre al MÁS.
Me
he quedado esperando, en mi rincón de “turista” de la plaza del Pretorio, a ver
qué es todo aquello, que verdaderamente me resulta muy extraño. Y me estremece
el momento en que Pilato saca a un hombre maltrecho, de rodillas vacilantes, y
pronuncia aquella palabra (que yo de momento no puedo entender en lo que esté
queriendo decir: Aquí está el hombre. ¿Qué hombre? ¿Qué hay debajo de todo aquello
que se ha convertido en tumulto indomable?
Aquel “hombre” debe tener detrás toda una historia, porque la turba lo
recibe con gritería infernal pidiendo que lo crucifiquen. Y a la vez observo que hay alguno que otro
que se desmarca de aquella tragedia…, que se escabulle entre el gentío, que no
está de acuerdo con lo que tiene delante.
Y
veo el llanto profundo y pausado de aquella mujer que estaba retirada
prudentemente, junto a unos pocos… Y quiero escuchar su grito sin palabras en
el que Ella sí entiende eso de: He aquí
al HOMBRE. Porque Ella sí sabe que tras las vacías palabras del Presidente,
en efecto hay una historia larga, profunda, trascendente…, en que el HOMBRE ha
sido el verdadero hombre coherente con una vida, una llamada, una misión. Y
como todos los que son verdaderamente valiosos, Él la ha cumplido. Y como todos
los que son válidos, valientes, sucumben a manos de los que no tienen valores y
no quieren comprometer nada en la vida.
Todavía
estoy atraído como por un imán hacia esa figura contrahecha del HOMBRE. ¡Qué HOMBRE!
Qué dignidad en medio de sus harapos que malamente le cubren…, tras sus
ojos hundidos en las órbitas… ESTE ES EL HOMBRE que deja pegada la mirada en
Él, aunque a uno le repugne tanta sangre.
Pero en Él se está reflejando como un halo de resplandores crecientes,
porque desde más alto que aquella plataforma, está difundiéndose una luz
diferente a la de aquella hora de las 11 y pico de la mañana. Esa luz está lanzando rayos de luz, porque
está proclamando a los cuatro vientos que, en efecto, ESTE HOMBRE ES MI HIJO AMADO EN EL QUE YO ME COMPLAZCO. Y añade algo para mí: ESCUCHA SU VOZ.
Me quedo con esa idea de caminar con el Señor, ese "contar conmigo", esa invitación que nos hace desde la libertad que nos concede. Cuántas veces nos alejamos del Padre... y no porque abandonemos su camino totalmente, sino cuando anteponemos a Dios, nuestro ego, nuestro orgullo, cuando no vemos en los demás a hijos de Dios, cuando buscamos el bien material, cuando lo superficial es lo que rige nuestra vida, cuando en el centro de todo me pongo a mí... Pero Dios Padre sigue ahí, aguardando nuestra llegada, como un Padre que derrama Amor que nunca desespera de su hijo, y esa espera es paciente y envuelta en Misericordia. Que el Señor desde esa libertad, nos dé fuerzas para ser partícipes de ese encuentro mutuo de verdadero amor.
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