DIOS
Voy
a confesaros que hoy no llevo hasta vosotros el fruto de mi oración. Hoy se me
fue mi tiempo de oración personal ante el recuerdo de un compañero, amigo y
confesor que ayer tarde voló hacia el Corazón de Dios. Esta mañana a las 6’30 estaba yo celebrando
la Santa Misa, en privado, para ofrecerle mi sufragio y recuerdo afectivo al
amigo con el que conviví en cuatro etapas en tres diversos lugares. O yo fui
destinado a donde él ya estaba, o vino a la ciudad en la que yo había
aterrizado unos pocos años antes. Eso
sí. Yo en activo; él como enfermo para ser atendido y cuidado.
Pero
no estoy despegado de la maravilla sublime que hoy nos aportan las lecturas del
día, para dar en el mismo centro del clavo de la Cuaresma. Lo que pasa es que
habría que copiar palabra por palabra los textos de las lecturas, y el Salmo,
porque ¿para qué más? si Dios mismo se ha retratado tan magistralmente que no
habrá pincel que pueda añadirle un rasgo a esa fotografía que nos dejan estas
lecturas.
El
Dios nuestro que pastorea a su pueblo…,
que va a las alejadas o están enredadas
en la maleza…, y hasta llegando a prodigios para manifestar la
sublimidad de su Corazón. ¿Qué
Dios hay como Tú, que perdonas el pecado y absuelves la culpa al resto de tu heredad?
Siempre se complace en la misericordia. Arroja a lo hondo del mar todos
nuestros delitos. Fiel, compasivo, leal…,
desde tiempos remotos.
El
SALMO será un desarrollo detallado de una premisa esencial: El
Señor es compasivo y misericordioso.
Merece la pena tomar el Salmo e irlo desgranando. ¡Y cuántas angustias y sufrimientos se
evitarían en esas almas que viven sumidas en el temor de si fueron o podrán ser
perdonadas.
Y
nos quedaba el retrato de artista consumado que nos hizo Jesús, de primera
mano, como quien bien sabe y conoce lo íntimo de Dios. Esa PARÁBOLA DEL PADRE
BUENO en la que no se puede perder ni una coma. Y nos deja en las manos la
paternidad de Dios…, a disposición nuestra, para que podamos sentir que Dios es
ESE TAN OTRO que nos haría tanta falta penetrar desde el corazón nuestro.
Corazón
que se identificará muy pronto con el hijo menos…, el inmaduro y también recalcitrante,
que cree hallar la libertad cuando deja a su padre y él se marcha a buscar
mundos “más felices”, “más libres”. Pero el padre no cambió… Siguió siendo el que
era y no podía dejar de ser. Por eso aquel alegre jovencito, el día que se topó
con la cruda realidad de la vida, pudo pensar que aquí (lejos de mi padre) soy
un desgraciado; que allí, junto a mi padre –y aunque como simple criado- sería feliz. La eterna canción del que salió a trotar
mundos y creyó comérselos…, y a la primera vuelta de la esquina se toparon con
que ese “mundo de promesas” era una mentira que agota, que agobia, que provoca
hambre y necesidad…, y que para colmo, ni siquiera deja comer las sobras de los
cerdos…
El
harapiento joven se viene cansinamente hacia su casa; pedirá perdón, dirá… ¡Todavía se queda chico su conocimiento de su
padre! Porque a la hora de la verdad,
fue su padre quien salió al camino, quien corrió hacia ese despojo humano, lo
abrazó, lo besó calurosamente…, y le tapó la boca para que ni siquiera pudiera
pronunciar su plan de quedar como el último criado. ¡No había entrado aún en el abismo de amor de
su padre! Porque el padre le lleva a los
sirvientes paraqué lo acicalen, le vistan su túnica, le pongan su anillo, sus
sandalias…, y lo conduzcan a un banquete que es el símbolo precioso el Reino de
Dios: a la mesa con su padre.
¿Cree
alguien que se está mutilando el texto total? Sí: el otro hijo, el “perfecto”,
el “justo”, el “celoso de la ley”…, el que se niega a entrar en los
sentimientos de su padre…, y –negándose a entrar en el banquete- le espeta a su
padre escupitajos de “hijo bueno”: En
tantos años que te sirvo sin desobedecer una orden tuya [medallita que se cuelga para defender “sus
derechos”], no me diste un cabrito para
festejar con mis amigos…; recibes a ese hijo
tuyo que ha perdido dinero y vida
con meretrices…
El
padre salió a por él. Con la ternura infinita: ¡Hijo mío!...; tú siempre estás conmigo; todo es tuyo; no tengo que darte
permiso para coger el cabrito. Pero ese hermano tuyo se había perdido y ha
regresado… ¿No vamos a hacer fiesta?
Deberías alegrarte.
Verdaderamente
que no olemos ni de lejos el Corazón de Dios. Que nuestra mayor carencia es
habernos hecho un Dios de medidas humanas que queda en nuestros bolsillos, y
que nos escandaliza un DIOS tan DIOS que está por encima de esas pequeñeces de
nuestro corazón. Hemos pretendido encerrar a Dios en normas y leyes, y hemos
roto el retrato que nos puso en las manos Jesús.
Por
eso vuelvo a decir, como ayer: hasta que no seamos capaces de DUDAR, con esa
duda constructiva del que sabe que hay un horizonte infinito (aunque sus ojos
aún no puedan ni intuir) que nos desborda…, no nos acercaremos a DIOS en ese
movimiento continuo que pueda aceptar que DIOS ES SIEMPRE MÁS, es SORPRESIVO y
SORPRENDENTE, y que no podremos agotarlo (¡bendito sea Él por eso mismo!),
porque sabremos que por mucho que bebamos, el MANANTIAL DE AGUAS VIVAS no
podremos jamás agotarlo…, y siempre sigue fluyendo.
El hijo lejos de la casa paterna,siente hambre.Entonces,VOLVIENDO EN SÍ,recapacitando,se decide a iniciar el camino de retorno.Así comienza toda conversión,todo arrepentimiento:volviendo en sí,haciendo un parón,reflexionando y considerando dónde le ha llevado su mala cabeza.La raiz del mal está en el interior del hombre.Por eso el remedio parte también del corazón
ResponderEliminarMe quedo con un detalle que aplico a la vida del día a día. Qué infelicidad genera en el ser humano, cuando consciente (que es peor) o inconscientemente se aleja de Dios. Cuánto cambiaría el rostro de este mundo si en el centro de nuestro corazón (y por ende, de nuestro obrar) ponemos a Dios Padre. Sin embargo, en el alejamiento que a veces provocamos en nuestra vida de Dios, abunda el deseo exacerbado de lo material (tan de actualidad hoy día), la búsqueda de la autosatisfacción a costa de lo que sea, la carencia de valores que nos hagan ver en el prójimo un ser humano (e hijo de Dios), el deseo de un éxito mundano a costa de lo que sea,,, Y realmente, es sólo en ese encuentro amoroso con el Señor cuando nuestra vida cobra plenitud.
ResponderEliminarResulta alentador para los que están alejados del Señor, conocer de "primera mano" que El está ahí, con sus brazos abiertos esperando fundirse en un abrazo de Amor con su hijo. Qué ejemplificante parábola la de Jesús.