FELICITACIÓN
A quienes
celebran hoy su día onomástico:
Lolas, María
Dolores
en
el que fue tradicionalmente Viernes de
dolores, que no permanece actualmente con celebración litúrgica.
Mascamos
Pasión
La
lectura de Jeremías 10, 10-13) es un grito de dolor del Profeta ante la
persecución a muerte que padece,
porque no son sólo los enemigos sino los
mismos amigos quienes están al acecho. Siente el Profeta pavor; escucha
aquellas amenazas de hacerlo caer: de
seducirlo y de vengarse de él. Y no
tiene más recurso que dirigirse a Dios, a quien reconoce como fuerte soldado que está junto a él y no
dejará que sus enemigos triunfen. Un
anticipo claro de la Pasión de Jesús.
En
Juan 10, 31-42, la discusión de Jesús con los judíos está llegando a un término en que ellos no
entran en razones. Y Jesús ha de optar
por escabullirse y marcharse al otro lado del Jordán. Ante la ofuscación del que sólo tiene una
idea, y esa idea va abocada a acabar con Jesús, el recurso es irse. No sirve de
nada hablar, explicar y querer hacerse entender cuando una de las partes tiene
sus ideas tan cerradas que nada les hace DUDAR y pensar.
AHÍ
TIENES A TU HIJO
Ha
quedado a los pies de Jesús su Madre y el pequeño grupo de sus leales amigos.
Un discípulo amado, sin nombre
propio, y con las dimensiones larguísimas que el evangelista está pretendiendo
en esta narración. Sabemos que está allí
María, su madre. Jesús se dirige a ella pero mucho más allá que a ella como
madre suya. Le llama MUJER, traspasando lo humano y lo íntimo personal…, abarcando
la obra de la Redención universal. Conociendo la construcción del Evangelio de
san Juan, con una “reproducción” de la Historia de la salvación, aquí hace
reaparecer a la MUJER clave en los planes de Dios, la anunciada en el Paraíso
tras el pecado de Eva. Una MUJER que
será quien dé el mundo el Descendiente que restañe el desgarro de Adán. Y ya tenemos al nuevo hombre y la nueva mujer…,
en clave de obediencia perfecta para hacer posible el “plan B” de Dios, en
orden a una humanidad que camine en la dirección de Dios.
La
MUJER está ya presente en el Calvario.
El Descendiente está en la cruz, aplastando a la serpiente que engañó y
que buscó la ruina de lo que Dios había soñado. Pero a su vez a Él le ha
costado su victoria la propia vida, porque eñ
demonio que lo dejó en las tentaciones para otra ocasión, ahora ha tomado la venganza mordiéndole en el talón. Morirá Jesús, pagando el tributo humano de
hombre mortal, pero su Sangre ya ha derrotado a ese dragón infernal. Y la MUJER está ahí como vehículo de Dios en
toda esta obra, asociada por el Hijo a la Redención universal. No es, pues, el sentido filial ante la madre,
sino la realidad redentora ante el mundo entero. De ahí que el discípulo amado aparezca sin nombre porque allí es el mundo
quien está ante la Cruz de Cristo, recibiendo una herencia primordial: ese mundo, o esa comunidad de los que están
al pie de la cruz, recibe el encargo de acudir a LA MUJER y acogerla y seguirla
como Madre: Ahí tienes a tu madre…, a
la par que LA MUJER recibe al “hijo”, a la humanidad, porque le queda la gran
labor de reconducir a esa humanidad: Ahí
tienes a tu hijo. La muerte de Jesús no deja huérfana a la naciente
Iglesia, porque María será Maestra y Madre, Testigo vivo de Jesús y de su obra.
Ya
en el plano de la realidad que hay en el Calvario, María, la madre de Jesús,
está allí, y está de pie. No está ni
destruida ni derrumbada por su dolor, aunque la espada ya le ha rasgado el
corazón. María está allí en su silencio impresionante, aunque el alma le
sangre. ESTÁ ALLÍ. Es su sitio. Y hay buenas personas –pocas- que le acompañan
y que también tratan de asumir la situación si aspavientos. Viven la realidad. Saben que ya no hay otra
salida. Acompañan en sagrado silencio, aunque las lágrimas estén corriendo por sus
mejillas.
A
poca distancia los soldados se reparten
los vestidos… La verdad que poco podían repartirse de Jesús. San Juan
vuelve su lenguaje simbólico y habla de
la túnica sin costura. En la devoción está que su Madre le había hecho aquella
pieza tan especial que llamó la atención a los soldados y deciden no
rasgarla. En Juan hay mucho más: la
túnica de una sola pieza es símbolo de Jesús, Jesús enterizo, sin añadidos ni
costuras… Jesús ÚNO y ÚNICO. La Iglesia UNA. Una realidad que jamás podrá
entenderse desde los divisiones internas, desde el “tuyo y el mío”. Jesús no
puede estar dividido. El escándalo de la vida es que haya facciones, tensiones,
divisiones…, y no digamos “iglesias”
que sigue cada uno su “credo” a su modo y manera. Lo que no hicieron los
solados romanos –no rasgar la túnica
inconsútil- han sido capaces de hacerlo los creyentes en Cristo. Y adonde
se nos ha de ir la mirada es a los detalles concretos nuestros en los que
podemos ser parte de ese rasgado…
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