LOS SEGUROS DE
SÍ
Tres
personajes salen en principio en la primera lectura: el rey de Siria, el de Israel y Naamán, el
leproso. Tres muy seguros de sí. El rey
de Siria, con sus dones abundantes para obtener un favor. El rey de Israel que
da por principio que traman contra él.
Naamán que no le salen las cosas tan solemnes, y que los tres están a
punto de romper la baraja de mala manera. Ellos llevan tanta razón que no les
da oportunidad a dudar de que puede haber realidades más allá de las que ellos
creen evidentes. Tuvo que se la humilde sencillez de unos criados o servidores,
a los que poco les iba en el invento, quienes fueran capaces de plantearle a
Naamán una duda: Y siendo tan sencillo lo
que te manda el Profeta, ¿por qué no lo intentas? ¿Qué pierdes? ¡Duda de ti!, le están diciendo. Duda de
tu soberbia; duda de tu idea que te habías forjado. Déjale posibilidad a a otra
opción, que puede ser tan válida como la tuya…, o más. Y Naamán hace caso y se cura. Y ahora
descubre que Dios es más grande que él.
Los
paisanos de Nazaret tampoco dudaron de sí. Dudaron de Jesús. Se dejaron atar
por los propios prejuicios, us ideas, sus seguridades…, y hasta en lo religioso
y mesiánico…, Y Jesús no pudo hacer allí
ningún milagro…, y tuvo que IRSE.
Contemplaba
yo hoy a los sacerdotes judío tan absolutamente afincados en su idea (en sus
prejuicios), que van seguros de que llegan a Pilato y Pilato se les rinde a su
voluntad. Y Pilato –que por este instante- parece querer ser un buen juez, no
está por la labor. Y no da la sentencia porque no conoce la causa y tiene
primer que conocerla. ¡Gran ofensa para
los sacerdotes, que están plenamente seguros de sí, y si no fuera un malhechor no te lo hubiéramos traído! Y Pilato, en parte como juez imparcial…, y en
parte porque estaba deseando devolver a los sacerdotes la bofetada sin manos
que antes le habían dado a él denunciándolo a Roma, les espeta nada menos que
un despreciativo: Si vuestra ley permite condenar sin escuchar la causa, juzgarlo según vuestra ley. Era una bofetada directa. Y como ellos no dudan de su decisión de matar
a Jesús, y no dudan de que ellos son los que llevan razón, acaban agarrándose a
su particular razón (que jamás quisieron contrastar), y salen ahora por otra
razón de condena de la que traían del Sanedrín y de la que le habían dado a
Pilato… Ahora será que Jesús se hace rey
de los judíos y prohíbe pagar el tributo al César. Una ensartada de mentiras
o de verdad no planteada nunca en términos de sinceridad.
Razón
llevaba Pilato con no fiarse de ellos ni un pelo, porque quienes se suben a su
burro y no admiten otras posibilidades…, no dudan de sí mismos y de sus razones,
y se autodefienden con su propia seguridad, acaban dando tumbos porque las
cosas no son como ellos las habían pensado.
A
todo esto, Judas –el que tampoco fue capaz de dudar…, el que en enrocó en su
idea de mesianismo nacionalista…, el que no acogió tantas explicaciones de
Jesús, tantos planteamientos de otra índole, y tantas delicadezas de Jesús (que
hizo hasta el final las mayores finuras a ver si Judas se abajaba de sus
humos), se encuentra ahora con que se ha pasado, y las cosas han ido mucho más
allá de lo que él pretendía. Ya he
expresado mi idea de que Judas no busco la muerte de Jesús. Buscó apartarlo de
la vida pública. Y como no pudo ser de una manera, acabó por entregarlo a los
sacerdotes –los permanentes contrincantes doctrinales de Jesús- que podían custodiarlo
a buen recaudo. Y cuando quiere acudir (de seguro que había rondado aquella
madrugada a ver cómo se desarrollaban los acontecimientos), se encuentra con
que el Maestro ha sido declarado reo de muerte.
A
eso no había pensado llegar. Y ahora,
cuando ya ha entregado, ahora es cuando se plantea haber entregado sangre inocente. ¡A buena hora duda! Y lo peor es que no sabe salir de su propio
fracaso, de su fallo radical de soberbia engreída del autosuficiente que sabe
más que nadie. Y como es tan difícil ceder de sí, y más cuando ahora está
mascando su propio error, ni sabe resolver, ni sabe replantear… Su propio
fracaso se lo lleva a la desesperación, y acaba ahorcándose. Es la rabia contra
sí mismo. Pero el texto sagrado nos deja una connotación muy expresiva y
espantosa. No sólo es que se ahorca. Es que revienta por medio y sus entrañas
se esparcen… Es toda una imagen
de la soberbia inflada, que precisamente explota de mala manera y acaba
desparramando las propias entrañas para la vista de los de fuera, para la
propia extrema vergüenza del que estuvo tan pagado de sí mismo, del que no dejó
lugar a que hay otras verdades más allá de las propias…, otras realidades de
vida que uno no abarca ni tiene por qué abarcar.
No
en vano está ahí esa definición de LA FE, como la capacidad para aceptar la duda. Y cada día que pasa, cada día que más se
relaciona uno, cada día que más se ve uno a sí mismo, se llega mejor a la
conclusión de que sólo el que SABE DUDAR DE SÍ Y DE SUS SEGURIDADES es el que
muestra un rostro de persona de fe. O
eso, o recienta uno por medio porque las cosas no son como uno las piensa.
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