DOMINGO DE
RAMOS
Lo
que hoy celebra la Liturgia con l fuerza de su sentido religioso es la entrada
que hace Jesús en Jerusalén el domingo anterior a su Pasión y muerte. Como un último cartucho en su intento de que
el pueblo y los jefes tengan conocimiento de su mesianismo, porque viene en el nombre del Señor, y porque
viene como hijo de David. Dos referentes
mesiánicos que deben despertar las conciencias cegatas de aquellos dirigentes
religiosos.
En
el proceso litúrgico completo de hoy hay una parte triunfal, festiva, solemne,
que repite aquel júbilo de quienes han sentido en entusiasmo por el Mesías, y
así lo acompañan con sus cantos, sus palmas, sus ramas cortadas y puestas como
alfombra al paso de Jesús. Incluye la lectura del Evangelio correspondiente a
ese hecho.
Acabado
el momento especial, se entra en la celebración de la Santa Misa. En ella se da
la panorámica cmpleta. Comienza conectada con ese momento de triunfo y pasa
sobre el mismo texto a expresar rasgos de lo que será el padecimiento que se
viene encima: maltratos, burlas, golpes y salivazos, a los que no se opone el
Siervo de Yawhé. Más aún: la liturgia lleva hasta esa realidad misteriosa y
sublme de ese Hijo de Dios que no va a mostrarse como tal en su entrada en el mundo
de la humanidad, porque Jesús es ese Hijo de Dios que se desnuda de sus ropajes
divinos y se abaja hasta adentrarse en plenitud en la realidad humana, como uno cualquiera, y por tanto en esa
capacidad de sufrimiento y obediencia que llega hasta la muerte, y muerte de cruz, que es lo más abyecto a los que
se podía llegar. No deja el texto ahí esta situación, porque concluye con la exaltación
que hace Dios de ese Jesús abatido por los enemigos : Dios lo eleva y le da un Nombre todo nombre, y presenta a ese
Hijo como el que adoran todos, y
adorarán en el Cielo y en la Tierra.
Pero es que –aunque contra su misma voluntad-, también lo adorarán en el abismo, porque al Nombre de Jesús se dobla toda rodilla. En breves palabras se ha presentado la
esencia misma del Misterio Pascual.
Finalmente
en el lugar del Evangelio, se hace lectura de la PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR
JESUCRISTO, que expresa detenidamente lo que fue en la realidad ese haberse
hecho un hombre como cualquiera de los hombres. Un cúmulo de sufrimientos,
vejaciones, maldades e injusticias…, que le llevan hasta la muerte. Y hoy nos quedaremos con ese dolor de Cristo
sepultado. Pero San Lucas nos hace
brillar un destello que deja abierta la esperanza. En medio de tanto humano,
con tanta malicia, aquel malhechor recibe de Jesús –el aparentemente derrotado-una
promesa que sobrepasa el desastre humano: hoy
mismo estarás CONMIGO EN EL PARAÍSO. Por consiguiente ese Jesús que muere
como un fracaso humano, tiene poder para prometer algo tan substancial como el
Paraíso, y CON ÉL. Volvemos a esa realidad de MISTERIO PASCUAL en donde la
muerte no vence, donde la maldad no triunfa, donde ese Jesús (que parece gusano
de la tierra) en realidad es Dueño del mismo Cielo de Dios.
Realidad
que se acaba viviendo sacramentalmente
en LA EUCARISTÍA, porque a la par que celebramos el sacrificio de Jesús, y
que anunciamos su muerte hasta que Él
vuelva, también estamos proclamando y viviendo SU RESURRECCIÓN. Y eso, cada vez que participamos de la
Eucaristía, Pero que hoy, en el Domingo de Ramos, adquiere la fuerza de todo un
comienzo que va a ir desarrollándose en los días solemnes del Triduo Pascual
hasta desembocar en eso que está más allá del sepulcro en que hoy dejamos a
Jesús en la proclamación solemne que haremos de su Pasión.
Continuando la Pasión. Jesús está
sufriendo tanta burla, y ese reto burdo y doloroso con el que se le ha
desafiado, que le llega hasta lo hondo del alma. Sabe Él que podría bajarse de
la Cruz, si fuera a actuar desde su última prinda realidad. T sabe Él que –precisamente
porque es obediente hasta la muerte- se queda allí cosido a esa cruz, mientras
le desafían. Y desde su sentimiento más profundo, desde su corazón sangrante,
reza –como reacción espontánea- el Salmo 21, porque sus primeras palabras le
vienen como anillo al dedo. Ora –no se queja- pero expresa ese duro sentimiento
que le brota en el alma Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado? Ríos de tinta han corrido para poder
explicar estas palabras en boca de Jesús. Sentimientos extrañados y siempre con
referencia al misterio: ¿omo pudo Jesús sentirse abandonado de Dios? ¿Cómo pudo
Jesús echar mano de esas palabras? ¿Es posible siquiera eso que dice?
Siempre
quedaremos en el sentido del misterio. Y a la par, se puede pensar muy
fácilmente en que tanto sufrimiento acumulado, físico y moral, llevó a Jesús a
rezar. Y como judío, su rezo habital eran los Salmos. Y entre los salmos, el
que podría expresar ese cúmulo de sentimientos doloridos, era el Salmo 21. Y ese salmo es una inmensa composición de
quien sufre en el máximo grado hasta experimentar algo así como si Dios
abandonara al alma fiel…, y sin embargo el propio Salmo va descansando cada
varios versículos en unas estrofas que son de absoluta seguridad en ese Dios
que no abandona, que sostiene, que apoya, que ayuda. Un Salmo de un realismo maravilloso, que puede
venírsele al alma a todo el que sufre situaciones extremas, que mira a Dios
como quien se queja, y sin embargo permanece aferrado a la confianza en ese
mismo Dios
Jeús,como en Jerusalén,quiere entrar hoy triunfante en la vida de los hombres sobre una cabalgadura humana:quiere que demos testimonio de Él,en la sencillez de nuestro trabajo bien hecho,con nuestra alegría,con nuestra serenidad,con nuestra sincera preocupación por los demás.
ResponderEliminarComo un borriquito estoy delante de Ti.Pero Tú siempre estás conmigo,me has tomado por el ronzal,me has hecho cumplir tu voluntad y después me darás un abrazo muy fuerte.