LITURGIA
Hay una 1ª lectura del Cantar de los Cantares (2,8-14) que está
tomada aquí en lenguaje figurado para adaptarla al evangelio del día, que es el
que lleva la voz cantante. Indiscutiblemente, el Cantar de los Cantares que es
un libro de los místicos, tiene muchos otros sentidos que no son el que hoy le
aplica la liturgia. Hoy se pone esta lectura para significar que María se
acerca a casa de Isabel y que los efectos de ello son sublimes, porque viene
oculto el Hijo de Dios en el seno de su madre, y provoca una reacción de
transformación en Isabel y en el hijo de Isabel. Dicho esto para entender una
lectura que parecería fuera de sitio, pasamos al núcleo del evangelio
Tomado de Lc.139-45, nos cuenta cómo María, cuando ha
conocido –por las palabras del ángel de la anunciación- que su pariente anciana
Isabel está encinta, se ha puesto en camino desde Nazaret a la montaña de Judea
para prestarle a su prima la ayuda que puede necesitar.
Pero apenas saluda María, Isabel entra en emocionado
paroxismo movida por el Espíritu Santo, y empieza a gritar: De dónde a mí que venga a visitarme la madre
de mi Señor. Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.
El Espíritu Santo le ha revelado a ella que el hijo de las
entrañas de María es “el Señor”. Y su emoción es que María –“la madre de su
Señor”- haya venido a visitarla. Y es que en
cuanto llegó a sus oídos la voz de María, el hijo de Isabel dio saltos de gozo
en su seno.
Y el hijo de Isabel queda santificado en el vientre de su
madre.
De mi libro: Quién es Este
Isabel se calmaba.
María estaba con los ojos bajos, entre extasiada y pudorosa. Y cuando ya pudo
hablar, lo que más me encanta es que María no dijo a nada que no… No podía
decirlo. (Existen personas que parecen quererse como quitar de encima las
alabanzas que reciben. Por supuesto María no es así). Cuanto Isabel le ha dicho
es verdad. ¿Qué es bendita y agraciada entre todas las mujeres? - Es verdad.
¿Qué es bendito el fruto de su vientre? - ¡Sin la menor duda! ¿Qué la llamarán
bienaventurada todas las generaciones? - Lo más seguro. ¿Qué el niño de Isabel
dio saltos en el seno de su madre al saludar Ella, que llevaba dentro al propio
Hijo de Dios? - Pues no le extraña nada…
¿Qué hace entonces
María? Sentirse Ella más nada, más pequeña, y llevar hasta Dios todas las
alabanzas juntas: proclama mi alma la grandeza del Señor,
y mi espíritu se goza profundamente en Dios, mi Salvador. Ahí se vuelve a
Dios todo su ser. Ahí ya pueden caer en Ella todas las alabanzas. Sabe muy bien
que no son de ella ni para Ella. Es el Dios inmenso que mira lo pequeño, que
tiene predilección por el pobre que no es nada…, como lo hizo siempre con
Israel, desde la promesa hecha a Abrahán y su descendencia.
María está sumida
en una inmensa admiración, y así se va desenvolviendo este momento tan
especialmente “explosivo” de su llegada.
Todo se calmó…
Comenzó la vida ordinaria. Comenzaba para ella aquello para lo que había ido… Y
casi a cada instante, como un suspiro de su alma, sentía que estaba proclamando
la grandeza del Señor, que fijó los ojos en Ella, tan pequeña…
Los días en el
pueblo de la montaña entraron en la normal monotonía de la vida cotidiana.
Zacarías, en su mudez, tuvo mucho tiempo para pensar, sopesar, redescubrir más
en profundidad a Dios, al Dios que él no había captado del todo antes de todo
esto.
Isabel y María
realizaban las labores de la casa. Isabel desde su pesadez natural; María desde
esa agilidad de sus pocos años. ¡Y luego, los ratos gozosos en que hablaban de
muchas cosas…, de “sus cosas”, que tanto coincidían en el misterio de Dios!
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