Puerta del Cielo
A la Virgen María se le invoca en las letanías como “Puerta
del Cielo”. Esto nos viene muy a pelo con la “definición” que Jesús hacía ayer
de sí mismo: Yo soy la puerta de las
ovejas. La “puerta” por la que las ovejas salen a los pastos y la puerta
tras la que quedan las ovejas a buen recaudo cuando ya está el pastor
atravesado en el umbral para que ninguna oveja pueda salir del aprisco.
Pues bien: en el Cielo Dios ha constituido a María “PUERTA”
que también ejerce la función de abrirse para la entrada de sus hijos al
recinto de la gloria, y puerta que queda
bien guardada para que ninguno de los
hijos que entraron salga ya nunca de allí. Ella es “Puerta” que se abre para
hacer felices a sus hijos en las inmensidades del Cielo, pero que es –podríamos
decir- “puerta giratoria” que siempre deja dentro y protegidos a esos hijos
suyos que ya llegaron allí, a los que ella recibió de una vez para siempre, y
para dejarlos siempre en los pastos frondosos del Corazón de su Hijo.
De niño, oí una predicación que hoy día no me satisface.
Decían que la Virgen tenía la llave de la puerta “falsa” del Cielo, y que por
allí introducía a sus devotos que no habían merecido por sus obras llegar al
Cielo. Pero ella los introducía, poco más o menos que “haciéndole trampas” a su
Hijo.
Muy recientemente he leído uno de esos mensaje modernos en
los que Dios llega a reprochar a Pedro que quizás está viejo y por eso se le
cuelan más indeseables que lo que debe haber en el Cielo. Pedro averigua que la
Virgen les “cuela” de matute a muchos de ellos, y así se lo comunica a Dios,
quien acaba aceptando que “son cosas de madre”.
Yo no acepto ninguna de esas versiones de “trampeo” por
parte de María, “Puerta del Cielo”·, pero sí me hago cargo que aquella buena
Portera logra que muchos hijos desarrapados que llegan sucios y haraposos hasta
allí, pero que fueron sus devotos en le tierra, tengan una sala de baño
espiritual, una posibilidad de purificación con el gel del amor de hijos que
finalmente pueden dar el paso a través de la “Puerta” del Cielo, una puerta
única y sin trampas, una puerta por la que María lleva la limpieza del alma,
por el arrepentimiento y la conversión, a tantos hijos díscolos que vivieron de
cualquier manera, pero que siempre se acogieron –a su modo- a la devoción a la
Madre del Cielo. Para muchos fue la cadena del Rosario, para otros la de las 3
avemarías, para otros la medalla al cuello, y para muchos ese “no sé qué” que
ató su corazón al corazón de la Madre. Y la Madre, “Puerta del Cielo”, encontró
la forma de que finalmente aquellos hijos llegaran con el corazón preparado
para poder entrar de pleno derecho –aunque “obreros de la última hora”… Todo
muy de acuerdo con el Hijo.
El Hijo se describía ayer “puerta” de las ovejas. Una
comparación posiblemente menos “humana” y menos cordial. Hoy ya aterriza en
algo mucho más íntimo: Yo soy el buen Pastor…, el que cuida
a sus ovejas, el que las busca, el que las conduce y recoge, el que conoce a
cada una y a quien cada una conoce, con una relación mucho más íntima. Hasta el
punto de ser el Pastor que está dispuesto a dar su vida por sus ovejas. El
Pastor que tantas veces había rezado el Salmo 22: El Señor es mi Pastor, nada me falta…, en verdes praderas me hace sestear…,
me conduce hacia fuentes tranquilas; su vara y su cayado me sostienen… Ese
Salmo le traducía muy bien a Jesús la idea del Dios “Pastor de Israel”, y con
esa imagen creció Jesús en su vida de oracion, en su imagen del Dios del Cielo,
del Dios de Israel…, en contraposición con aquellas otras imágenes de pastores
egoístas que se aprovechaban de las ovejas, a las que no servían para bien de las ovejas sino de las que se servían para bien de ellos. Y
esa realidad, que la tenía Jesús vivida día a día con las actuaciones de los
fariseos, era la que ahora le levantaba el sentimiento profundo de sentirse
BUEN PASTOR, en otra dimensión absolutamente diferente: él da la vida por sus ovejas,
busca a la descarriada y la recupera. Y tiene el poder de dar él mismo la vida
y poder recuperarla después.. Ese es el mandato que ha recibido del Padre, y
esa es la misión que él lleva a cabo,
Es evidente que no hacen falta ni “puertas falsas” ni “llaves
falsas” para introducir las ovejas en el Cielo. María, colaboradora con la obra
de Jesús, es “puerta del Cielo” para acoger maternalmente a tantos hijos que
podrían haberse perdido, pero por los que Jesús, Buen Pastor, dio también su
vida: ovejas de otro redil…, pero por la que él lo dio también todo.
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